Probamos el aire acondicionado casero: funciona, pero sólo en espacios pequeños
Un aparato de aire acondicionado fabricado en casa y de bajo coste, ¿puede ayudarnos a combatir con eficacia el calor? Buscamos una respuesta objetiva
Coincidiendo con la llegada de las altas temperaturas que vinieron a recordarnos sin piedad que el verano ya está aquí, hace aproximadamente un mes publicamos en Teknautas un artículo con instrucciones para fabricar lo que llamamos "un aparato de aire acondicionado casero y low cost". Se trataba de un ingenio sencillo, cuya fabricación estaba al alcance de cualquiera, pensado para aliviar de las altas temperaturas a cualquier mañoso que se animase a intentar su construcción.
El debate se animó en la sección de comentarios. Además de aquellos que indicabanque el anglicismo low cost era innecesariopudiendo haber utilizado la expresión "de bajo coste" y otros que proponían jocosas alternativas (desde el botijo hasta plantarse ante la puerta abierta de la nevera), muchos otros discutían sobre si efectivamente el artefacto en cuestión funcionaba o no.
De forma que, para celebrar que tras unas semanas primaverales ha vuelto definitivamente nuestro abrasador calor estival, hemos querido poner a prueba este particular sistema de refrigeración, fabricándolo según las instrucciones y midiendo el resultado de forma objetiva, para aclarar si merece la pena remangarse y ponerse a la faena o si, por el contrario, es mejor sentarse con un refresco ante el ventilador y dejarse de tejemanejes.
Para llevar a cabo la prueba, hemos okupado una sala de la redacción de El Confidencial, que hemos convertido en nuestro taller. Se trata de una habitación acristalada de unos 35 metros, en la que una de las paredes da directamente a la calle. Aunque no incidía directamente el sol, las temperaturas exteriores en el día del experimento eran especialmente altas. Eso se notaba en el interior: en el momento de comenzar el experimento había dentro de la habitación 26 grados.
Coste total del invento: 18 euros
Los materiales para hacer este aparato se pueden conseguir de reciclaje o adquirirse por un puñado de euros.
La caja de corcho blanco que nos ha servido de base fue rescatada entre los embalajes procedentes de un laboratorio, y convenientemente limpiada y restaurada. El ventilador de mesa (el principal gasto) se puede adquirir en cualquier ferretería o gran superficie por menos de 10 euros, y los tubos que conducirán el aire frío costaron en nuestro caso 0,50 euros cada uno (compramos cuatro, aunque finalmente sólo utilizamos tres). En cuanto al hielo, una opción sin coste directo sería hacerlo en el congelador de casa. Nosotros compramos un total de cuatro bolsas de hielo, a 1,50 (y no 1,25 como indicamos en el vídeo, nuestras disculpas) euros cada una.Por lo tanto, el precio final de nuestro aparato de aire acondicionado fueron 18 euros.
Las instrucciones para construirlo pueden consultarse aquí. Según los materiales que hayamos conseguido, el montaje variará ligeramente, pero resumiendo, el proceso en el que se basa es el siguiente: el aire caliente de la habitación es introducido en la caja por el ventilador. Ahí dentro los hielos lo enfrían y vuelve a salir a través de los tubos.
El montaje es muy sencillo, pero hay que tener en cuenta un par de detalles. El primero, que la caja sea de un material aislante para que el fríono salga más que por los tubos; y el segundo, que al pasar por la caja, el aire se enfría transmitiendo parte de su calor al hielo, que se va derritiendo poco a poco, por lo que es importante revisar que la caja no tenga agujeros. Por seguridad se puede colocar el artefacto sobre una bandeja que recoja el agua que se pueda salir.
Resultados: mejor de cerca
Fácil y sencillo, pero ¿funciona? La respuesta es que sí, aunque hay que ajustar las expectativas. Después de tres horas en marcha, volvemos a entrar en la habitación a comprobar el resultado de nuestro experimento. Lo primero en lo que nos fijamoses la temperatura que marca el termómetro, que hemos dejado alejado del artefacto.
La pantalla marca 25,2 grados, una cifra algo decepcionante en principio. Después de 3 horas sólo hemos conseguido bajar unas cuantas décimas. Aunque es posible que segundos antes de nuestra entrada fuese algo más baja (el termómetro que empleamos es extremadamente sensible) y que hay que tener en cuenta el calor que llega desde la calle a través del cristal, toca reconocer que nuestro cacharro nunca tendrá la potencia de un aparato eléctrico de aire acondicionado, ni se le acercará. La idea de refrescar toda una habitación se nos puede ir quitando de la cabeza.
A continuación, situamos el sensor del termómetro justo en el chorro de aire frío que sale de la caja por uno de los tubos, y la cifra de temperatura comienza a bajar rápidamente. 25, 24, 23 grados... Se detiene en 22,2, es decir, tres grados menos que fuera de la caja y cuatro menos que cuando comenzó el experimento. No es precisamente frío, desde luego, pero es suficiente para aliviar el calor que nos rodea.
De forma que, si bien se queda escaso para refrigerar una habitación, este aire acondicionado casero funciona en las distancias cortas. Si lo situamos cerca de donde estamos y en nuestra dirección, puede ser un buen sustituto de un simple ventilador. Además de fresco,el aire sale de la caja más húmedo, de forma que aporta otra ventaja a ambientes muy secos (y un inconveniente en el caso contrario).
Resumiendo:¿funciona? Sí, enfría el aire varios grados. ¿Refresca? Básicamente en las distancias cortas. ¿Compensa? Eso tendrá que decidirlo cada uno. Desde nuestro punto de vista, teniendo en cuenta que el montaje es sencillo y su precio es bajo, merece la pena probar a hacerlo. De hecho, adoptando las precauciones necesarias, es un buen experimento para hacer con niños e incluso instalarlo en sus habitaciones.
Coincidiendo con la llegada de las altas temperaturas que vinieron a recordarnos sin piedad que el verano ya está aquí, hace aproximadamente un mes publicamos en Teknautas un artículo con instrucciones para fabricar lo que llamamos "un aparato de aire acondicionado casero y low cost". Se trataba de un ingenio sencillo, cuya fabricación estaba al alcance de cualquiera, pensado para aliviar de las altas temperaturas a cualquier mañoso que se animase a intentar su construcción.
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