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El porqué del cursor torcido
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Se ve mejor y es más estilizada

El porqué del cursor torcido

Lo utilizamos a diario, pero casi nadie se pregunta: ¿por qué una flecha torcida y no recta? No reparamos en ello, pero tiene esa forma por una razón

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Todos y cada uno de nosotros (y si estás leyendo esto, eso lo demuestra) lidiamos a diario con los ordenadores, y muchos lo hacemos sin apenas conocimientos informáticos. Las interfaces y herramientas son intuitivas y aprendemos a realizar tareas con ellas aunque no sepamos cómo funcionan tras el telón.

Parte del secreto es su usabilidad. Son tan fáciles de usar que no reparamos demasiado en ellas ni su diseño. Pero si prestamos un poco de atención, descubrimos que hay detalles curiosos, formas y disposiciones que condicionan el uso que le damos a estos dispositivos y que son así porque alguien, una vez y por un motivo, decidió que lo fuesen.

Ya hemos explicado en Teknautas cuál es el origen del teclado QWERTY, el modelo más utilizado para trabajar con un ordenador (y por extensión con tabletas y smartphones) en muchos países en los que se utiliza el alfabeto latino, entre ellos en España. Hoy respondemos a otra pregunta: ¿por qué el cursor del ratón es una flecha torcida?

Douglas Engelbart, inventor del'mouse'

Como muchos de estos detalles, para encontrar una respuesta hay que echar la vista hacia atrás, hacia la época en la que nacían las interfaces de usuario a las que hoy estamos tan acostumbrados.

El protagonista es Douglas Engelbart, un ingeniero estadounidense que ha pasado a la historia entre otras cosas por ser el inventor del ratón. Su obsesión era trabajar en proyectos que beneficiasen a la humanidad, y a finales de los 40 empezó a darle vueltas a cómo lograr que el potencial de los ordenadores pudiese ayudar a aumentar la inteligencia de los seres humanos.

Douglas Engelbart junto al primer 'mouse' o ratónDurante la Segunda Guerra Mundial había trabajado como operador de sistemas de radar, por lo que entendía cómo construir una máquina basada en un tubo de rayos catódicos en los que el usuario pudiese construir modelos gráficos de información y pasar dinámicamente de unos archivos a otros según sus intereses.

Para él, los ordenadores serían la forma más rápida para “aumentar la capacidad de un hombre de enfrentarse a un problema complejo, lograr la compresión necesaria para satisfacer sus necesidades y derivar soluciones”.

Era un gran avance por entonces. En 1962 los ordenadores existentes eran enormes máquinas muy complejos, que funcionaban con programas en tarjetas perforadas. Si un usuario quería hacer una operación, entregaba la serie de tarjetas, el operario las procesaba y le entregaba el resultado horas o días más tarde.

El primer cursor, una flecha vertical

Engelbart y su equipo trabajaron durante años desarrollando estas ideas y los prototipos basados en ellas. En 1968, para dar a conocer su trabajo, organizaron una demostración pública.

Aquello fue todo un espectáculo, con varias cámaras de televisión grabando lo que Engelbart tecleaba y lo que aparecía en la pantalla de forma simultánea. Además de las teclas, el ingeniero utilizó en su demostración una pequeña caja con tres botones en la parte superior, unida al ordenador con un cable. Ése fue el primer ratón.

Imagen de la demostración de EngelbartCada movimiento de la caja era correspondido en la pantalla con un cursor. En este caso se trataba de una pequeña flecha apuntando directamente hacia arriba. Al situarlo sobre un icono y presionar los botones, lo seleccionaba, y el usuario podía elegir varias acciones a realizar con él. Muy parecido al uso del cursor que hacemos hoy.

Aquella demostración fue maratoniana, y mucho de lo que allí se enseñó no fue entendido inmediatamente, aunque se fue consolidando con el tiempo. El equipo de Engelbart siguió trabajando durante varios años más, hasta que el instituto quedó sin fondos y cerró.

La cosa 'se tuerce'

En los años 70, Xerox, que se dedicaba básicamente a la venta de fotocopiadoras, comenzó a temer la llegada de un futuro sin papel, y decidió empezar una reorientación. En 1970, fundó el Palo Alto Research Center, o PARC. Se trataba de un centro en el que desarrollar proyectos personales relacionados con la tecnología.

Uno de esos proyectos culminó en el Xerox PARC, que recogía algunos de los elementos desarrollados por Engelbart y su equipo, como el ratón y, de nuevo, el cursor. Pero en este caso, ya tenía esa familiar forma de flecha torcida. Además, podía adoptar otras formas según las tareas que estuviese realizando.

El motivo fue que en las pantallas de aquel momento, con mucha menos resolución que las que usamos hoy, una línea ligeramente diagonal era mucho más reconocible y sencilla de encontrar en la pantalla que una línea estrictamente vertical, que habría tenido que ser el doble de gruesa para ser igual de visible. Torciéndola 45 grados el resultado es mucho más estilizado y fácil de ver.

Fácil de seguir por la pantalla

El diseño se quedó así, y puesto que esta interfaz gráfica es la base de muchas otras que vinieron después, incluidas las desarrolladas por Apple y Microsoft, se ha convertido en el cursor más extendido del mundo. Aunque hay infinitas formas de personalizarlo, prácticamente todos estamos acostumbrados a esta pequeña flecha torcida. Y hay varias razones para ello.

La flecha torcida del cursor tiene un vértice perfectamente vertical. Esta forma es muy conveniente a la hora de seleccionar textos en horizontal, con los que forma un ángulo recto perfecto, facilitando la lectura de igual forma que cuando repasamos las líneas escritas en papel con el dedo.

Por otro lado, la mayoría de las interfaces están gobernadas por las líneas verticales y horizontales y los ángulos rectos. En un entorno así, una línea en diagonal es especialmente fácil de localizar en un solo vistazo, algo que sería más tedioso de tratarse de una línea vertical más.

Todos y cada uno de nosotros (y si estás leyendo esto, eso lo demuestra) lidiamos a diario con los ordenadores, y muchos lo hacemos sin apenas conocimientos informáticos. Las interfaces y herramientas son intuitivas y aprendemos a realizar tareas con ellas aunque no sepamos cómo funcionan tras el telón.

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