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Lucha contra el ciberacoso: cuando los 'vengadores' buscan justicia
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identifican y señalan a los culpables

Lucha contra el ciberacoso: cuando los 'vengadores' buscan justicia

Cada vez hay más grupos que reaccionan contra el 'ciberbulling'. Pero sus métodos de denuncia no están faltos de polémica, y muchos cuestionan su actividad

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Nunca se han visto en persona pero hablan durante horas a través de internet. Son ocho, y entre ellos, varios se identifican comomiembros de Anonymus. Hay una estudiante de psicología en pleno doctorado y residente en algún país escandinavo, una geóloga canadiense en la treintena y un adolescente holandés de 14 años cuyos padres no conocen su intensa vida online.

Miles de kilómetros les separan, pero se sienten unidos a través de la distancia porque comparte un objetivo común. Se llaman a sí mismos OpAntiBully (Operación anti bullying) y se consideran una especie de vengadores digitales de los menores que han sufrido este problema, encargados de hacer justicia cuando las autoridades no pueden (o no quieren) cumplir con su trabajo.

Se trata de una tendencia al alza en un momento en el que los casos de acoso a través de la red no hacen más que aumentar y las fuerzas de seguridad aún no tienen muy claro cómo hacer frente a una realidad que acaba de nacer. Ante una supuesta impotencia de los poderes tradicionales, grupos de internautas se organizan para hacer justicia o, más bien, tomarse la justicia por su mano. La cuestión no está ni mucho menos exenta de polémica.

Hace poco nos hacíamos eco en Teknautas del caso de Deric Lostutter,un hacker, también miembro del grupo Anonymus, que, por exponer la identidad de dos violadores que dejaron pistas de su crimen por toda la red, iba a recibir una condena mayor. El juez le acusaba de un delito contra la Ley de Fraudes y Abusos Informáticos. “¿Qué si soy antisistema? Joder, claro que no, lo que estoy es en contra de la mierda”.

Un encapuchado hace el saludo típico de los miembros del proyecto Pilla-PillaOtro caso que ha saltado a los medios recientemente es el del proyecto Pilla-Pilla, en el que un grupo de jóvenes se hacía pasar por menores online para cazar supuestos pederastas. Organizaban un encuentro en persona en el que grababan en vídeo a su presa con la intención de subirlo a internet y crear una campaña de acoso contra ellos. En diciembre de 2013 el grupo fue desarticulado y varios de sus miembros fueron detenidos.

Ayuda y consuelo a las víctimas

La historia de OpAntiBully, que recoge la escritora Emily Bazelon en un extenso artículo para The New York Times, es diferente, aunque también se halla en la fina línea que separa la buena intención del peligro de caer en la vendetta digital.

Es una historia que comienza con un veinteañero llamado Ash aficionado a trastear por su cuenta en internet por las noches. Navegando, encontró la historia de Amanda Todd, una adolescente de Vancouver que es quizá una de las más tristemente célebres víctimas del ciberacoso. Su caso saltó a la prensa tras suicidarse en octubre de 2012, después de recibir chantajes y amenazas a través de internet durante meses. En un vídeo publicado antes de su muerte, Amanda explicaba su situación.

Ash se topó con la historia, y siguió las reacciones en Twitter. Comenzó a chatear con una mujer, Katherine, que también se sentía conmovida por la historia, y que se había puesto en contacto con la madre de Amanda. Impresionado por su calidez y también con ganas de ayudar, ambos decidieron unirse para tratar de consolar a adolescentes que estuviesen sufriendo ciberbulling.

Mensaje publicado por OpAntiBullyTraducción: Hola, parece que has tenido un día un poco duro. Estamos aquí para hablar y ayudarte si quieres. Te estamos siguiendo, puedes enviarnos un mensaje en cualquier momento.

El grupo fue creciendo hasta sus ocho miembros, además de otros que colaboran de forma ocasional. Sus operaciones tienen dos vertientes. Por un lado, a través de las redes sociales, ofrecen consejos y consuelo a las víctimas de acoso. Más que asesoramiento profesional (reconocen que ninguno tiene formación ni experiencia en el trato con adolescentes), son un oído atento y un hombro sobre el que llorar.

Exponer a los acosadores a la vergüenza pública

Su otra cara es más oscura. OpAntiBully se erige en ocasiones como vengador de estas víctimas, y toma parte activa en el problema. Sus miembros se dedican a rastrear la identidad de los supuestos acosadores y a colgarla en internet junto con las supuestas pruebas de sus desmanes. Buscan la vergüenza pública de los acosadores.

Su primera acción de este tipo tuvo lugar en otoño de 2012. Cuatro chicos de Tejas comenzaron a acosar a una niña neozelandesa de 12 años. No se conocían de nada, pero ella seguía a uno de los chicos en Twitter, hasta que él escribió algo que no le gustó, ella se lo dijo y dejó de seguirle. Él le respondió que junto a sus amigos la violarían en grupo y que debería suicidarse. La chica contactó con Katherine, y el grupo comenzó su investigación: relacionaron sus cuentas de Twitter con sus nombres reales y con el instituto al que acudían, y enviaron capturas de pantalla con sus mensajes a sus profesores, para que tomaran cartas en el asunto.

“La gente tiene que aprender de sus errores. Si para ello hay que sorprenderles o asustarles, que así sea”, dice Ash. Para los miembros del grupo, en estas operaciones son como caballeros andantes, que vienen a hacer justicia donde el sistema no puede o no quiere hacerla.

El peligro de señalar a un inocente

Pero visto desde fuera, este método de activismo presenta varios dilemas, de momento solo éticos. Por un lado, el descontrol y la falta de pruebas. Estos grupos llevan a cabo su propia búsqueda y no necesitan verificar nada para acusar a alguien. Eso quiere decir que se puede cometer un error en la identificación de un acosador y arruinar su reputación en cuestión de días, un fallo muy difícil de reparar una vez que se ha publicado en la red.

Un adolescente canadiense llamado Adam Barnes sufrió esta situación en abril de 2013, cuando su nombre fue relacionado con la violación de una joven a manos de chicos de su instituto con los que tenía cierta amistad. Su nombre fue publicado en internet en relación con el caso, pero él aseguraba no tener nada que ver, y la situación se estaba volviendo insostenible.

“Esto me está destrozando la vida. He tenido que cerrar mi Facebook, y cuando salgo a la calle, siempre estoy preocupado porque alguien pueda reconocerme. Siempre voy mirando hacia atrás, todo el tiempo”, declaró Barnes a la cadena CBC.

Un trauma imposible de olvidar

Por otra parte, también las víctimas de ciberacoso pueden sufrir las consecuencias de las acciones de sus vengadores, sobre todo porque en su búsqueda de justicia, perpetúan la historia en las redes mucho más tiempo de lo que durarían sin su intervención, impidiendo que pasen página ante un evento traumático.

Miles de personas en internet han visto ya la fotografía de una de estas víctimas, que fue violada cuando estaba demasiado ebria como para ser consciente de lo que ocurría y cuya imagen fue compartida alegremente por sus violadores, en parte porque miembros de Anonymus (entre ellos Lostutter, del que hablamos al comienzo del artículo)la hicieroncircular en su denuncia de lo ocurrido.

“Lo que los blogueros han conseguido es que quinientos millones de personas vieran esas fotos”, dijo la fiscal del caso, Jane Hanlin a The New Yorker. “Yo no querría que esas fotos fuesen vistas por nadie”. Además, aseguró Hanlin, hicieron que el caso trascendiese a la prensa nacional e internacional, consiguiendo que su identidad quedase ligada en internet a la peor experiencia de su vida.

Se trata por tanto de un asunto delicado en el que se mezclan las buenas intenciones con los grandes riesgos de internet: invasión de la privacidad, permanencia de la información y la falta de reflexión y contrastación de las acusaciones.

Nunca se han visto en persona pero hablan durante horas a través de internet. Son ocho, y entre ellos, varios se identifican comomiembros de Anonymus. Hay una estudiante de psicología en pleno doctorado y residente en algún país escandinavo, una geóloga canadiense en la treintena y un adolescente holandés de 14 años cuyos padres no conocen su intensa vida online.

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