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El primer ataúd ecológico español queda sepultado por la burocracia
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FERRÁNDIZ CRITICA UN BOICOT DE LOS 'LOBBYS' FUNERARIOS

El primer ataúd ecológico español queda sepultado por la burocracia

Parecía una buena idea. Cuando a Javier Ferrándiz se le ocurrió fabricar en España el primer ataúd biodegradable, un tipo de féretro más ecológico y económico,

Foto: El primer ataúd ecológico español queda sepultado por la burocracia
El primer ataúd ecológico español queda sepultado por la burocracia

Parecía una buena idea. Cuando a Javier Ferrándiz se le ocurrió fabricar en España el primer ataúd biodegradable, un tipo de féretro más ecológico y económico, fabricado a partir de cartón reciclado, jamás pensó que estaba a punto de iniciar una odisea donde las administraciones públicas terminarían por enterrarle bajo una montaña de resoluciones, recursos y expedientes que podrían asustar al mismísimo Ulises.

Después de una pugna burocrática infinita, el fundador de RestGreen ha obtenido recientemente la homologación del Ministerio de Sanidad para el producto. Hoy por hoy, estaría habilitado para comercializarlo en todas las comunidades autónomas salvo en Madrid y Castilla y León, donde le han cerrado las puertas.

Sin embargo, Ferrándiz se ha encontrado con un nuevo problema a la hora de vender su ataúd. Es lo que él denomina los ‘lobbys’ del sector funerario español, secundados por un enemigo aún más poderoso: la importación de ataúdes desde China.

Dispuesto a llegar hasta el final para que su féretro llegue finalmente al mercado, el empresario pide juego limpio. Que todos los ataúdes que se venden en España, en especial los chinos, tengan que pasar por los mismos procesos de certificación y homologación por los que él se ha visto obligado a desfilar.

“La mayoría de los ataúdes que se venden en España no cumplen con la normativa que me han hecho cumplir a mí, y todo el sector lo sabe. Muchos vienen de China y dicen que son españoles porque los terminan aquí”, afirma el empresario a Teknautas.

El primer paso de Ferrándiz para lanzar su idea fue obtener la certificación de su 'ataúd biodegradable ecológico' a través de Instituto Tecnológico del Mueble, Madera, Embalaje y Afines (AIDIMA), en la Norma UNE-190001:2008. Lo logró. A continuación, inició los trámites para homologarlo en España y poder venderlo. Entonces, empezaron los problemas.

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Ferrándiz encontró un resquicio para colar su producto en la única legislación mortuoria vigente. “Es una ley de 1974, donde deja abierta la puerta a que los ataúdes puedan ser de otros materiales si lo certifica el Ministerio de Gobernación, que en nuestra época se correspondería con el Ministerio de Sanidad”, apunta.

Cuando Ferrándiz acudió al Ministerio, le dijeron que no tenían ningún tipo de competencia en ese sentido, y que debía dirigirse a las propias comunidades autónomas. “Hubo un bucle, fui al Ministerio de Sanidad, volví a la Comunidad de Madrid, estuve meses esperando...”, lamenta.

Finalmente, obtuvo la homologación pertinente del Ministerio, pero aún no era suficiente para poder venderlo. Necesitaba el ‘sí’ particular de cada comunidad autónoma, una por una.

“Muchas de ellas no tienen el reglamento de policía sanitaria mortuoria, donde en muchos casos te dicen cuáles son las características del ataúd para esa comunidad. Es más, aún pudiendo vender en toda Europa al tener la homologación del Ministerio, he tenido que ir comunidad por comunidad para homologar el ataúd”, explica Ferrándiz.

En ese sentido, los casos concretos de la Comunidad de Madrid y Castilla León son los que más enfadan a Javier Ferrándiz. Las razones que esgrimen para impedir su comercialización en ambas regiones le parecen excusas.

En el caso de Madrid, “llevo desde mayo de 2012 -explica el empresario- luchando para que me homologuen el ataúd. Después de muchos meses, obtuve un informe positivo, pero después ese informe desapareció y se volvió a hacer un informe negativo”.

“La razón para tirar el ataúd no era que no cumpliera con la normativa existente, en la cual estamos certificados, si no que era de cartón. Ellos dicen que el cartón no es un material que contemple la norma y eso no es así”, apunta.

En cuanto a Castilla y León, “aún sabiendo que está homologado por el Ministerio de Sanidad y por quince comunidades más, me han solicitado una serie de requisitos que no están contemplados en la normativa de sanidad mortuoria de la comunidad. Es todo un esperpento para no introducir el ataúd en el mercado” añade.

“Lo que me piden es imposible, no conozco ningún material que sea impermeable y a los tres días se degrade, además eso no aparece en ningún sitio”, sentencia.

Una vez superado el escollo de la homologación, con ambas excepciones, el empresario se ha encontrado con un enemigo aún más temible: un sector donde Ferrándiz cree que “existe libre competencia, pero es una competencia pirata”.

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“Me estoy viendo boicoteado por los diferentes ‘lobbys’ del sector funerario. El coste de mi ataúd sería el más económico y ecológico del mercado, pero no dejaría los márgenes que se están llevando ahora las funerarias”, explica.

“Gran parte del sector no lo ve bien. Sé que no he sido el primero en intentarlo, pero sí el primero en homologarlo. Antes que yo, llegaron otros países, como Italia, Austria e incluso Argentina, pero se encontraron con las mismas trabas”, señala.

“A los chinos no se les exige lo mismo, al menos hasta que no haya una denuncia. La gran mayoría de ataúdes en España vienen de China, y muchas asociaciones están tratando de luchar contra eso, pero al final da igual, porque estamos hablando de un sector muy opaco, muy chapado a la antigua”, dice Ferrándiz.

Su único deseo es “dar una opción más a la gente, más económica y más ecológica”. “Este ataúd, además de dar un entierro digno a las familias, abarataría muchísimo los servicios funerarios y, en caso de incineración, repercutiría en un ahorro energético considerable”, argumenta el empresario, de profesión ingeniero informático, quien lamenta que en España, “en especial en la Comunidad de Madrid, se habla mucho de los emprendedores, de innovar, de la ayudas”, mientras “ideas como ésta son lastradas”.

Parecía una buena idea. Cuando a Javier Ferrándiz se le ocurrió fabricar en España el primer ataúd biodegradable, un tipo de féretro más ecológico y económico, fabricado a partir de cartón reciclado, jamás pensó que estaba a punto de iniciar una odisea donde las administraciones públicas terminarían por enterrarle bajo una montaña de resoluciones, recursos y expedientes que podrían asustar al mismísimo Ulises.