El objeto de deseo de Facebook

La mujer de la fotografía se llama Victoria Ransom. Es joven, guapa, emprendedora y natural de Nueva Zelanda. A sus treinta y pocos ha encontrado tiempo para licenciarse Summa Cum Laude en Psicología, convivir con una tribu amazónica, obtener un MBA por Harvard, curtirse en los despachos de Morgan Stanley y levantar tres empresas. Entre ellas la pujante Wildfire, que fundó y dirige actualmente, se ha convertido en el objeto de deseo de Mark Zuckerberg.

Ransom constituye oficialmente Wildfire en agosto de 2009 para explorar nuevas formas de rentabilizar la publicidad en las redes sociales. Su idea es ir más allá del banner y el contenido promocionado, minimizando la inversión económica en favor de la viralidad y los usos menos habituales. Éxito rotundo. La inversión quedó amortizada en solo doce meses y hoy Victoria emplea a 250 personas repartidas en ocho oficinas alrededor del mundo. Y su cartera de clientes, con Unilever, Sony, Facebook, Pepsi, AT&T o Nestlé, hace presagiar el mejor de los futuros para la compañía.  

Diversos analistas llevan señalando desde el año pasado que los intereses inmediatos de Facebook pasan por adquirir tres compañías: Instagram, Face y Wildfire. La compra de Instagram, mill millones mediante, se consumó en abril con el fin de protegerse de Yahoo! en el campo de la fotografía digital. Las fichas del dominó siguieron cayendo ayer con la adquisición del portal Face.com, que sugiere la entrada de la red social en el campo del reconocimiento facial.

Según la predicción de los expertos, Zuckerberg tendría apartados 250 millones de dólares para integrar Wildfire a su equipo. Se trataría de un movimiento estratégico para una compañía, Facebook, que obtiene más del 80% de sus ingresos por publicidad. Sin embargo aún no han encontrado la forma de monetizar la promoción que las compañías llevan a cabo a través de sus herramientas gratuitas, una circunstancia que están sabiendo aprovechar empresas como Wildfire para florecer en las ramas de la red social.

Las conversaciones por la compra existen pero, de momento, no terminan de cristalizar. En manos de Ransom queda la decisión de vender o continuar la aventura en solitario.