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Start-up Spain, un plan España Emprende
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Start-up Spain, un plan España Emprende

Llegamos con retraso, pero precisamente por este motivo estamos a tiempo de no llegar mal. En los años 80,  se produjo un cambio de escala en las

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Start-up Spain, un plan España Emprende

Llegamos con retraso, pero precisamente por este motivo estamos a tiempo de no llegar mal. En los años 80,  se produjo un cambio de escala en las palancas de competitividad y empleo de las economías desarrolladas, y fue Estados Unidos el primer país en atisbar el nuevo paradigma. De hecho, ya en el cambio de década, los trabajos de D. Birch pusieron de relieve que, contrariamente a lo que se venía creyendo, no eran las grandes corporaciones las que más impulsaban el empleo, sino la empresa incipiente. En particular, la conclusión a la que llegó este investigador del MIT fue que el 80% de los puestos de trabajo que se creaban entonces debían atribuirse a PYMEs que no alcanzaban los cuatro años de antigüedad. 

A la luz de estos resultados, el gobierno federal incrementó considerablemente su apoyo a la formación y expansión de start-ups, creando unos instrumentos financieros que, junto al capital privado, han hecho posible el desarrollo de tecnologías como el GPS, Internet o el Wi-Fi. Recientemente, un estudio de la Fundación Kauffman ha corroborado ese papel estratégico que ha tenido la  iniciativa empresarial en Estados Unidos al concluir  que las empresas de reciente constitución están detrás de todo el empleo neto creado en las últimas décadas, lo cual no deja de ser una constatación de que la cultura del entrepreneurship ha ganado terreno durante ese tiempo a la del management.

No son las grandes corporaciones las que más impulsan el empleo, sino la empresa incipiente. El 80% de los puestos de trabajo que se crean debían atribuirse a PYMEs

Esta forma de entender el mundo de la empresa es un valioso intangible puesto que los emprendedores tienen incentivos para ampliar la frontera de posibilidades de producción mientras que los directivos, más inclinados hacia la eficiencia, los tienen para operar dentro de ella –el éxito económico de Silicon Valley e Israel, los dos mejores ecosistemas para el emprendimiento a nivel mundial, son prueba de ello. España, país donde tradicionalmente no se ha sabido valorar el potencial de la pequeña escala empresarial,  también ha empezado a dar importantes pasos en esa dirección.

El Ministerio de Industria ha identificado, entre públicas y privadas, más de 2.500 plataformas dedicadas a la promoción del emprendimiento. Sin embargo, y pese a esta inflación de apoyos, la estrategia no está funcionando, como lo demuestra la vacilante marcha hacia la recuperación económica y, sobre todo, la cifra de cinco millones de parados. Y es que estos mecanismos ni han evitado la caída de la natalidad empresarial -más de un 40% desde 2007- ni han propiciado que las empresas creadas, salvo alguna notable excepción, posean proyección suficiente para acelerar la transición hacia una nueva orientación productiva.

El porqué de la ausencia de resultados hay que encontrarlo en la forma en que se ha implementado. Mientras que en Estados Unidos –dando un renovado impulso a la política de apoyo al emprendimiento- se ha lanzado Start-up America, siguiendo la experiencia chilena, un gran programa de colaboración público-privada entre el gobierno federal y las grandes empresas del país para canalizar y coordinar los esfuerzos dirigidos a los emprendedores, en España ha faltado orquestación entre administraciones y no se ha explorado lo suficiente la posibilidad de establecer  alianzas estratégicas con los puntales del tejido empresarial.

Hoy, más de 2.500 plataformas están dedicadas a la promoción del emprendimiento. Sin embargo, y pese a esta inflación de apoyos, la estrategia no está funcionando

Si se corrigieran estas deficiencias a buen seguro que las actuaciones realizadas acabarían teniendo el efecto multiplicador pretendido sobre el empleo y la innovación. El difícil panorama financiero impone a la administración más ajustes presupuestarios, pero el establecimiento de puentes de colaboración con el sector privado, unido a una mayor coordinación entre instituciones, permitiría al gobierno que saliese de las elecciones del 20N seguir avanzando en el cambio de escala a través del apoyo a los emprendedores  sin necesidad de incrementar los recursos públicos que ya se destinan a este fin y, desde luego,  con mejores resultados.

España necesita más iniciativa empresarial, especialmente en sectores que, por ser intensivos en tecnología y conocimiento, tienen más recorrido, para que no volvamos a confundir, como durante el boom inmobiliario, progresar con crecer.  Para que haya verdadero progreso el emprendimiento de alto potencial debe ocupar su lugar como motor de la economía, de igual forma que la cultura del esfuerzo y el talento debe sustituir a la de la especulación y el subsidio. España necesita un plan España Emprende, un auténtico Start-up Spain, y cuanto antes lo tenga mejor.

* Este artículo está firmado y respaldado por un grupo de emprendedores que defiende la creación de un plan para el fomento del emprendimiento y la creación de nuevas empresas. Iñaki Ortega (Profesor URJC), Javier Santiso (Profesor ESADE), Zaryn Dentzel (Emprendedor Tuenti), Gustavo García (Emprendedor Buyvip), Iñaki Arrola (Business Angel y Chamberi Valley), Luis Rivera (Emprendedor Tetuan Valley) y Marek Fodor (Business Angel y Seedrocket).

Puedes usar el hashtag #EspañaEmprende para mostrar tu apoyo y suscribir la propuesta en Actuable. 

Llegamos con retraso, pero precisamente por este motivo estamos a tiempo de no llegar mal. En los años 80,  se produjo un cambio de escala en las palancas de competitividad y empleo de las economías desarrolladas, y fue Estados Unidos el primer país en atisbar el nuevo paradigma. De hecho, ya en el cambio de década, los trabajos de D. Birch pusieron de relieve que, contrariamente a lo que se venía creyendo, no eran las grandes corporaciones las que más impulsaban el empleo, sino la empresa incipiente. En particular, la conclusión a la que llegó este investigador del MIT fue que el 80% de los puestos de trabajo que se creaban entonces debían atribuirse a PYMEs que no alcanzaban los cuatro años de antigüedad. 

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