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'Hackers': cuando la curiosidad te lleva a la cárcel
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BUSCAN DEMOSTRAR SU DESTREZA

'Hackers': cuando la curiosidad te lleva a la cárcel

El lunes por la mañana, como cada día, niños de todo el mundo se conectaron al canal de Barrio Sésamo de YouTube para ver  lo nuevo

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'Hackers': cuando la curiosidad te lleva a la cárcel

El lunes por la mañana, como cada día, niños de todo el mundo se conectaron al canal de Barrio Sésamo de YouTube para ver  lo nuevo de sus marionetas preferidas. Solo que lo que vieron no eran muñecos, sino actores de carne y hueso, especializados en un arte que  difiere bastante de lo que se considera  “contenido infantil”.  Los responsables de este giro en la línea editorial no son los creadores de la rana Gustavo, sino un grupo de hackers con ganas de reírse y demostrar sus habilidades al resto de la comunidad.

De hecho la historia de la informática, desde los ataques pioneros de John T. Draper en 1972, está repleta de ‘episodios hacker’ sin otro objetivo que el de pasarlo bien, de reforzar el ego o de mostrar al grupo unas habilidades, aunque ello implique terminar la broma declarando delante de un juez federal. Estos son los casos más llamativos de ciberataques desprovistos de cualquier trasfondo económico, social o político.

El capitán Zap y los tramos de facturación de AT&T

Ian Murphy, conocido en los círculos hacker como ‘Capitán Zap’, fue el primer pirata en ser detenido y juzgado como un criminal al uso. En 1981, Murphy y otros tres amigos irrumpieron en los sistemas de la compañía telefónica AT&T para modificar la hora del reloj que mide los tramos de facturación.  Así, las personas que llamaron al mediodía se beneficiaron de tarifas reducidas, mientras que aquellos que esperaron a la medianoche para telefonear a sus parientes lejanos, recibieron abultadas –e inesperadas- facturas.

Murphy fue detenido por la policía y castigado con 1.000 horas de servicio a la comunidad y 18 meses de libertad condicional. Una pena muy llevadera si se tiene en cuenta que su ‘hazaña’ le valió para conseguir un buen puesto en una empresa de seguridad informática y, además, inspiró la conocida película ‘Sneakers’, protagonizada por Robert Redford.

El gusano descontrolado de Morris

En 1988 Robert T. Morris, hijo de un científico de Nacional Security Agency, creó y lanzó el primer ‘gusano’ de internet. Los gusanos informáticos, a diferencia de los virus, están concebidos para infectar a una red, no a un equipo concreto, y tienen la capacidad de duplicarse a sí mismos. El objetivo de Morris, de 23 años, era “comprobar la extensión de internet’, pero falló en los cálculos sobre la capacidad de clonación de su criatura. Pronto el gusano estuvo fuera de control, llegando a provocar el colapso del 10% de los usuarios de internet, que por entonces significaba 6.000 equipos. No pudo pararlo.

Fue juzgado y condenado en enero de 1990 a pagar una multa de 10.000 dólares, cumplir 400 horas de servicios a la comunidad y sufrir 3 años de libertad vigilada. No obstante, Murphy fue juzgado bajo la recién aprobada Ley de Fraude y Delitos Informáticos, y solo se libró de la cárcel porque el juez consideró que no había “intención de fraude ni engaño” en su ‘modus operandi’.   

El adolescente que tumbó Yahoo, eBay, Amazon y CNN

Michael Calce, un estudiante canadiense de 15 años, descubrió la existencia de la piratería informática charlando con un desconocido en un chat. Poco a poco, movido por la curiosidad, fue probando con sus amigos los programas y ‘scripts’ que obtenía en la red. Un buen día dio con una pequeña aplicación de ‘denegación de servicio’, un tipo de código pensado para saturar de datos el sistema al que atacan hasta su sobrecarga y consecuente pérdida del servicio. ‘Mafiaboy’, identidad de Calce en internet, modificó ligeramente el ‘script’ para aumentar su eficacia y decidió lanzarlo contra algún gran website, a ver qué sucedía…

Meses más tarde, mientras Calce veía la televisión, alguien llamó a su puerta. Abrió su padre. “Ya han venido”, le dijo a Michael, acompañado de dos agentes del FBI. En aquel momento la familia Calce llevaba semanas sobre aviso de la fechoría y un abogado esperaba en el domicilio la llegada de los agentes. “Papá, he tirado la página de Yahoo durante casi una hora. Estábamos en guerra contra otro grupo de ‘hackers’. Ellos respondieron cargándose Buy.com y nosotros con Dell, CNN, eBay y Amazon. No le dimos importancia, pero al día siguiente salió en todos los telediarios. Estoy muy asustado”, confesaba el joven. Posteriormente se sabría que sus ataques causaron en torno a los 1.200 millones de dólares  canadienses en pérdidas.

Pese al temor por ser descubierto, Calce presumió públicamente de las acciones en internet y puso a las autoridades federales sobre su pista. En septiembre de 2001 Calce fue condenado a 8 meses de prisión abierta (de casa al instituto y viceversa), un año de libertad condicional y la prohibición expresa de utilizar internet.

Los hackers blancos

También en el mundo de la piratería informática los hay que se saltan las normas solo para favorecer los intereses comunes. Es el caso de los famosos Linus Torvald (creador de Linux), Richard Stallman (padre del ‘open source’), Steve Wozniak (cofundador de Apple) o Tim Berners-Lee (ideólogo de la ‘world wide web’). Todos ellos se iniciaron ‘trasteando’ con los aparatos que cayeron en sus manos, franqueando las líneas rojas de la ley, para finalmente convertirse en pilares de una industria en la que irrumpieron por la puerta de atrás.

Otros abandonaron la práctica por la plácida teoría, como es el caso de Lloyd Blankenship, un hacker reconvertido a gurú del ‘hacktivismo’. Durante su estancia en la cárcel, en 1986, Blankenship publicó el  ‘Hacker Manifesto’,  un texto que con los años se ha convertido en referencia para cualquier iniciado y que sostiene que “el único crimen de un hacker es, en muchos casos, su curiosidad”.

El lunes por la mañana, como cada día, niños de todo el mundo se conectaron al canal de Barrio Sésamo de YouTube para ver  lo nuevo de sus marionetas preferidas. Solo que lo que vieron no eran muñecos, sino actores de carne y hueso, especializados en un arte que  difiere bastante de lo que se considera  “contenido infantil”.  Los responsables de este giro en la línea editorial no son los creadores de la rana Gustavo, sino un grupo de hackers con ganas de reírse y demostrar sus habilidades al resto de la comunidad.