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“Comprar Skype es ridículo”
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EN 2009 GOOGLE ROMPIÓ SU ACUERDO CON ERIC SCHMIDT

“Comprar Skype es ridículo”

La reunión sigue escrupulosamente los trámites previstos. Se respira un buen ambiente y parece que se cerrará el acuerdo sin mayores inconvenientes. Estamos en el año

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“Comprar Skype es ridículo”

La reunión sigue escrupulosamente los trámites previstos. Se respira un buen ambiente y parece que se cerrará el acuerdo sin mayores inconvenientes. Estamos en el año 2009 y Google está a punto de comprar Skype por un cuantioso importe. Sin embargo, cuando todo está listo para la rúbrica, un enfurecido Sergey Brin comienza a torpedear a la firma con preguntas no planteadas previamente y de las que resulta imposible obtener una respuesta positiva en caliente: “¿Quién va a desplazarse a Europa desde Google?; ¿cuánto tiempo va a tardar el Gobierno en dar el visto bueno a la compra?”.

En un momento, dado sus palabras suben de tono: “¿Por qué voy a asumir yo esos riesgos? Tenemos un equipo capaz de desarrollar esa tecnología y contamos con cientos de millones de usuarios”, afirmó con contundencia. “Es lo más tonto que he visto en mi vida”, concluyó antes de abandonar la sala sin mediar palabra. Un cariacontecido Eric Schmidt salió tras él. El acuerdo estaba roto definitivamente.

¿Una compra ruinosa?

Los detalles de esta reunión están recogidos en el libro In the plex, escrito por uno de los mayores conocedores de los entresijos del gigante de Mountain View, Steven Levy. Cobran especial relevancia ahora que Microsoft ha cerrado la compra de Skype por una cantidad desmedida. No crean que la reacción del cofundador de Google fue espontánea o fruto de una reflexión en caliente: formaba parte de un maquiavélico plan urdido por el reputado googler Wesley Chan, que pronto vio las orejas al lobo. En el momento en el que EBay puso en venta Skype, Google fue uno de los más firmes potenciales compradores. El propio Chan viajó hasta Europa para limar los últimos detalles, y fue ahí cuando se dio cuenta que la compra sería un fiasco. “Esto va a ser un desastre”, confesaría a su regreso del viejo continente.

Las reticencias de Chan no tenían nada que ver con el aspecto monetario de la operación, sino con el técnico, terreno donde el directivo se mueve con soltura. El principal problema, según él, residía en el P2P: “es una tecnología obsoleta y que se come el ancho de banda”. El escéptico empleado de Google no dudó en afirmar que sería necesario escribir el código de Skype desde cero, si finalmente se cerraba la operación. Pero aquí no terminaban los problemas que se cernían sobre la adquisición: Chan se dio cuenta que dicha compra debería contar con el visado del departamento de justicia estadounidense y la FCC, organismo que regula el espacio radioeléctrico en aquel país. “Este trámite podría tardar hasta dos años en los que Google estaría en stand-by”. Parece que nadie en Microsoft ha leído el libro de Levy, o bien ha calibrado estos riesgos a la baja.

Volviendo al sabotaje de la adquisición, Chan hizo la cama en toda regla a la entonces rutilante estrella y CEO Eric Schmidt, convenciendo por la espalda a Brin de lo ruinoso de la compra. De ahí su cara de asombro en una reunión en la que se las prometía felices. Pero... ¿cuánto vale realmente Skype y para qué lo quiere Microsoft? No hay una respuesta clara. La monetización de las llamadas por VoIP ha pinchado siempre en hueso en el pasado, y la posibilidad de añadir publicidad no parece factible. “Nadie va a tragarse un anuncio antes de llamar a la abuela por Skype”, apuntan con criterio en el Financial Times. Una compra desastrosa o una jugada maestra. Parece que la balanza de la opinión pública se inclina más hacia lo primero, y los usuarios de Skype nadan en la incertidumbre a la sombra de un nubarrón que acaba de posarse sobre el servicio ¿Se acabaron las llamadas gratuitas?

La reunión sigue escrupulosamente los trámites previstos. Se respira un buen ambiente y parece que se cerrará el acuerdo sin mayores inconvenientes. Estamos en el año 2009 y Google está a punto de comprar Skype por un cuantioso importe. Sin embargo, cuando todo está listo para la rúbrica, un enfurecido Sergey Brin comienza a torpedear a la firma con preguntas no planteadas previamente y de las que resulta imposible obtener una respuesta positiva en caliente: “¿Quién va a desplazarse a Europa desde Google?; ¿cuánto tiempo va a tardar el Gobierno en dar el visto bueno a la compra?”.

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