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Los males ocultos tras las gafas 3D
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Los males ocultos tras las gafas 3D

El cine y la televisión en 3D siguen siendo objeto de polémica. Un reciente estudio realizado por la Universidad de California para la cadena estadounidense CBS afirma

Foto: Los males ocultos tras las gafas 3D
Los males ocultos tras las gafas 3D

El cine y la televisión en 3D siguen siendo objeto de polémica. Un reciente estudio realizado por la Universidad de California para la cadena estadounidense CBS afirma que hasta un 20% de la población podría no ser capaz de apreciar el efecto tridimensional en las películas 3D. Otro 20% podría experimentar molestias durante el visionado de imágenes de este tipo en movimiento. Esta alerta llega oportunamente en un momento cuando muchos operadores televisivos en todo mundo se están valorando si van a iniciar emisiones con dicha tecnología.

 

De todas formas, esta noticia no ha pillado por sorpresa a la clase médica. "No todas las personas tenemos la misma capacidad de visión en estereopsis, esto es, en 3D. Hay muchas personas que no pueden ver en tres dimensiones. Hay diversos factores que influyen, pero la mayoría se deben a alteraciones en el desarrollo de la función visual durante la niñez. En ocasiones se debe a una falta de agudeza visual en uno de los ojos, pero también se puede deber a desalineamientos en el eje visual, que impiden que los dos ojos enfoquen simultáneamente sobre el mismo objeto" explica el doctor Rafael Bilbao, oftalmólogo de la clínica Baviera.

No es una disfunción grave que ponga en peligro la salud del paciente, pero desgraciadamente no tiene solución. "No es una condición que se pueda mejorar. La visión tridimensional es una de las cualidades que el sistema visual adquiere cuando es inmaduro, es decir, cuando somos niños. Si se diagnostica de adulto, no tiene arreglo porque el cerebro es menos flexible. Hay quien recomienda ciertos ejercicios para solucionar el problema, pero no hay pruebas de que tengan ninguna eficacia", aclara el doctor Bilbao, que añade que “entre un 10% y un 20% de la población española, bien porque tiene un ojo vago, o bien porque tiene un cierto estrabismo, no es capaz de disfrutar de las películas o de la televisión en tres dimensiones".

Estos porcentajes aumentan cuando se suman los espectadores que sí pueden percibir el efecto tridimensional, pero sufren consecuencias poco deseables como mareos, dolores de cabeza o fatiga visual. Eso debió ser lo que llevó al fabricante coreano Samsung a publicar una serie de recomendaciones para el uso de las pantallas de televisión compatibles con imágenes tridimensionales. La marca aconseja que las personas con problemas neurológicos, los niños o las embarazadas no vean películas 3D. El catálogo de recomendaciones llega a extremos tan peculiares como aconsejar que quien acabe de visionar una de esas películas, evite asomarse a ventanas o balcones.

"Las imágenes en tres dimensiones, por lo que yo sé, no tienen ninguna contraindicación en el caso del embarazo. Otra cosa es con pacientes alcohólicos. Lo mismo puede decirse de aquellos que tienen crisis epilépticas, que se desencadenan por estímulos visuales. La sensación de imagen tridimensional borrosa puede desencadenar una crisis", comenta Ayoze González Hernández, responsable del servicio de neuro-oftalmología del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín. “Para gente con buena salud, no es una tecnología peligrosa, aunque, como es muy novedosa, todavía hay que hacer más estudios” apostilla  el doctor González.

Los profesionales del cine y la televisión achacan las incomodidades de los espectadores un proceso de producción incorrecto. “Un 3D que no esté bien ejecutado, que no sé bien producido o bien filmado, puede provocar fatiga visual y algunos síntomas desagradables, pero si se han empleado los medios adecuados y se ha hecho de forma correcta, debe ser una experiencia agradable", defiende José Bustos, director de producción de Canal+. La única plataforma televisiva en España que emite ocasionalmente programas en tres dimensiones es Digital+.

Dos caminos diferentes

Actualmente, existen dos maneras de producir películas tridimensionales. La primera es muy cara. Avatar de James Cameron es un ejemplo. Requiere grabar la misma secuencia simultáneamente con dos cámaras colocadas en el mismo aparejo, y con una ligera separación para simular los dos ojos humanos. Esas cámaras no están colocadas en paralelo, sino formando un ligerísimo ángulo, que varía en función de la distancia al objeto enfocado. Cuanto más lejos esté el objeto, menor es el ángulo de los ejes de las cámaras. Este cálculo es fundamental, porque si el ángulo y la distancia no son adecuados, el cerebro del espectador va a notar algo indefiniblemente extraño en la imagen tridimensional, algo que no cuadra con su experiencia previa. Esta continua extrañeza puede acabar causando fatiga ocular, jaquecas, e incluso tensiones musculares en la zona cervical.

La segunda manera de producir películas en 3D es mucho más económica. La película se rueda con tecnologías tradicionales en dos dimensiones, y se pasa cada fotograma a un ordenador que, mediante complejos cálculos matemáticos, crea las imágenes correspondientes al ojo izquierdo y al ojo derecho. Un ejemplo es Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton. Este proceso puede hacerse bien, gastando bastante dinero y empleando mucho tiempo, y entonces el resultado se diferencia muy poco de una película rodada directamente en tres dimensiones, o se puede hacer francamente mal, con pocos medios y con plazos de entrega muy ajustados. En este último supuesto, el resultado será poco creíble, que provocará el hastío de los espectadores, y mucha incomodidad en las personas más sensibles.

De todos modos, el porcentaje de personas que podrían no disfrutar con la experiencia tridimensional es lo suficientemente elevado como para que se imponga el sentido común. Antes de invertir en un televisor 3D, conviene pasarse por la consulta del oftalmólogo para averiguar si nuestro sistema visual es compatible con la tecnología de imágenes estereoscópicas.

El cine y la televisión en 3D siguen siendo objeto de polémica. Un reciente estudio realizado por la Universidad de California para la cadena estadounidense CBS afirma que hasta un 20% de la población podría no ser capaz de apreciar el efecto tridimensional en las películas 3D. Otro 20% podría experimentar molestias durante el visionado de imágenes de este tipo en movimiento. Esta alerta llega oportunamente en un momento cuando muchos operadores televisivos en todo mundo se están valorando si van a iniciar emisiones con dicha tecnología.