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El descubrimiento de ‘Ardi’ nos acerca más al eslabón perdido
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El descubrimiento de ‘Ardi’ nos acerca más al eslabón perdido

El descubrimiento en 1974 del esqueleto parcial de Lucy, una Australopithecus afarensis, cambió por completo la comprensión sobre la evolución de los homínidos. Sin embargo el

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El descubrimiento de ‘Ardi’ nos acerca más al eslabón perdido

El descubrimiento en 1974 del esqueleto parcial de Lucy, una Australopithecus afarensis, cambió por completo la comprensión sobre la evolución de los homínidos. Sin embargo el hallazgo de otro homínido más antiguo que se ha dado a conocer este jueves y aparece en el número especial de Science de este viernes escribe un nuevo capítulo completo en nuestra prehistoria.

Ardi es el apodo que los científicos han dado a los restos de un espécimen homínido previo al Australopithecus que nos acerca un poco más al último ancestro común entre hombres y chimpancés. Se trata de una hembra de unos 60 kilos y 120 centímetros de altura. “Pensábamos que Lucy [que vivió hace 3,2 millones de años] era el hallazgo del siglo pero visto en perspectiva, no lo era”, asegura Andrew Hill, de la Universidad de Yale.

 

El Ardipithecus ramidus, que se calcula vivió hace 4,4 millones de años en el Plioceno, no es el homínido más primitivo, pero sí el más antiguo de los hallados hasta ahora. Entre los restos se encuentra el cráneo, la mandíbula, la pelvis, las manos y los pies. Precisamente las extremidades son de las partes que más se han estudiado, porque muestran una forma “intermedia” de desplazamiento bípedo. Los Ardipithecus se movían, al parecer, entre los dos mundos: erguidos mientras se desplazaban por el suelo o utilizando las cuatro extremidades en las ramas de los árboles.

El proceso para catalogar completamente la nueva especie ha sido lento y gradual. “Llevamos desde 1981 trabajando en esta zona de Etiopía”, explica el doctor Tim White, de la Universidad de California en Berkeley, que es uno de los autores principales del artículo. Primero fue Gen Suwa, de la Universidad de Tokio, quien encontró una pieza dental molar que los científicos sabían que debía ser “de hace más de 4 millones de años”, explica White. Eso ocurrió el 17 de diciembre de 1992.

Poco a poco se fueron hallando más restos óseos y de hecho los primeros hallazgos se publicaron hace 15 años en Nature explicando que se trataba de fósiles de “la tan buscada especie raíz de los homínidos”. El problema era que sin los huesos de las piernas era imposible demostrar que se trataba de un hominini erguido

En enero de 1995 apareció por fin un esqueleto parcial. Para comprender la importancia del hallazgo basta saber que sólo existe media docena de restos de este tipo con más de un millón de años, y que el de Lucy era el más antiguo hasta ahora. El estado de los huesos era tan malo (se deshacían con tan sólo tocarlos) que los investigadores decidieron coger bloques enteros de sedimentos y trasladarlos al Museo Nacional de Etiopía para poder trabajar con más comodidad.

Tras el proceso de extracción los científicos se encontraron con que habían podido catalogar 110 especímenes diferentes. El trabajo tenía lugar en Addis Abeba, Tokio y Ohio simultáneamente. White se encargaba de limpiar las piezas en el museo, mientras Suwa y otros trabajaban reconstruyendo el cráneo. Cuando por fin se tuvo ésta llegó el momento de compararlo con los de los primates actuales y prehistóricos que se conservan en los museos de todo el mundo.

Ardi no es el último ancestro común entre humanos y chimpancés pero su descubrimiento cambia por completo la perspectiva sobre nuestros vínculos. “Tal y como Darwin entendió, la evolución de los linajes de los simios y el linaje humano ha avanzado independientemente desde la época en que esas líneas se separaron, desde el último antepasado común que compartimos”, destaca White. Es decir, que los chimpancés y gorilas modernos no pueden ser considerados modelos del último antepasado común porque han seguido su propio camino igual que nosotros hicimos con el nuestro.

El esqueleto de Ardi fue descubierto en un lugar de Etiopía llamado Aramis, una zona de restos volcánicos procedentes de erupciones ocurridas hace 4,4 millones de años que está dando mucho que estudiar a los científicos. “Hemos estado muchas veces, buscamos y lo cogemos todo: cada semilla, cada pieza de madera fosilizada, cada fragmento de hueso”, explica White.

Los hallazgos de estas otras piezas también ayudan a dar una percepción diferente sobre el entorno en el que se dieron los primeros pasos en la evolución humana. “Durante años se ha pensado que ocurrieron como respuesta a la vida en las sabanas”, comenta White. Sin embargo las evidencias paleontológicas, geológicas y geoquímicas apuntan a otra dirección: “Estas criaturas vivieron y murieron en un hábitat boscoso y no en una sabana abierta”, sentencia. Es decir, que empezaron a caminar por el suelo aunque disponían de árboles en los que seguir colgados o columpiándose.

El hallazgo de Ardi supone un paso de gigante en el conocimiento de los homínidos. Brooks Hanson, subeditor de ciencias físicas de Science, lo explica claramente: “Abre una ventana a un periodo de la evolución humana del que hemos sabido poco, cuando los homínidos primitivos estaban estableciéndose en África, poco después de separarse del último ancestro que compartieron con los simios africanos”.

El descubrimiento en 1974 del esqueleto parcial de Lucy, una Australopithecus afarensis, cambió por completo la comprensión sobre la evolución de los homínidos. Sin embargo el hallazgo de otro homínido más antiguo que se ha dado a conocer este jueves y aparece en el número especial de Science de este viernes escribe un nuevo capítulo completo en nuestra prehistoria.