Así ha sido el juicio por el 'crimen de la Guardia Urbana': Peral tenía miedo de López
Cruce de acusaciones, pistas falsas, coartadas tumbadas y acusaciones a la mafia; el juicio contra los acusados de la muerte de un agente sigue sin un claro responsble
Este jueves se celebra la cuarta jornada del juicio por el conocido como 'crimen de la Guardia Urbana' en la Audiencia de Barcelona. Los dos únicos acusados, Rosa Peral y su amante, Albert López, se enfrentan a un jurado popular y a una condena de 25 años de prisión por el asesinato de quien fue su compañero de trabajo y de relación, en el caso de la acusada, Pedro Rodríguez, en mayo de 2017. Dese el principio, el caso ha estado impregnado por el cruce de acusaciones entre los dos sospechosos sin que haya quedado claro cuál fue el verdadero papel de cada uno en el crimen. Ahora, la implicación de la entonces pareja de la víctima como principal responsable parece más evidente después de que otro agente de la Guardia Urbana desmontase su coartada en menos de una hora.
Aunque las declaraciones de los acusados están previstas para los días 11 y 12 de marzo — el cierre del juicio —, el pasado martes se iba a dar a conocer otro testimonio por parte de uno de los testigos clave en la investigación, la esposa del exmarido de Peral. Sin embargo, el magistrado del jurado popular rechazó su relato impidiendo que respondiera ante una pregunta del fiscal porque no presenció directamente los hechos, según informó Efe.
Testigos clave: el exmarido y su esposa
De acuerdo con la declaración de la testigo en fase de instrucción, la hija de Peral vio su madre manchada de sangre la noche del 1 al 2 de mayo de 2017, la madrugada del crimen. Con todo, el magistrado fue tajante al señalar en el juicio que "un testigo de referencia no puede sustituir el derecho de un menor a no declarar". Pese a ello, sí permitió que la testigo expresase lo que presuntamente le contó la menor a través de mímica. Entre los gestos desplegados por la testigo, interpretó un hipotético estrangulamiento llevándose las manos al cuello.
Junto a este, otro de los testimonios clave era el del marido de esta testigo y exesposo de Peral, con quien estuvo casado hasta 2016 por varios problemas de infidelidades. Tres años antes de esta ruptura, el testigo se enteró de que su entonces mujer mantenía un romance con el otro acusado, de quien ha dicho que era, según la acusada, "dominante y violento". La declaración del exmarido de la procesada es especialmente relevante, ya que en un principio fue él el principal sospechoso del crimen gracias a las 'trampas' tendidas por Peral y López, quienes lo acusaron de haber asesinado a la víctima y colocaron una pista falsa: situaron el móvil del agente en las proximidades del domicilio de este testigo.
¿Tenía Peral miedo de López?
Además de este matrimonio, el miércoles tocó el turno de otra persona cercana, una amiga de Peral. Su testimonio ha centrado el foco de atención en una de las versiones de la acusada, quien apuntó a que el asesinato podría estar relacionado con la "mafia". "No sabía quién era el responsable, pero dijo que podía ser la mafia", afirmó la testigo. Estas declaraciones han sido confirmadas también por otro compañero de la Guardia urbana que entabló amistad con Rosa después del crimen y sobre quien la Fiscalía conjetura que fue manipulado por la acusada para atribuirle sospechas de Albert.
Tal como ha relatado, Peral parecía "un cadáver" tras la muerte de Pedro, "tenía muchas ojeras y estaba muy pálida" y hablaba solo "maravillas y cosas positivas de él". Tras el crimen, el testigo hizo amistad con la procesada y, según relató, esta le manifestó sus sospechas de que López estaba detrás del asesinato. Le confesó así que la víctima y López "no se llevaban bien", que el segundo la había estado amenazando —le mostró incluso los mensajes intimidatorios— y reconoció que "tenía mucho miedo explícito" de que López tomara "represalias" si lo incriminaba, un sentimiento que el testigo ha reiterado en múltiples ocasiones durante su relato. Así ha quedado reflejado en una conversación telefónica entre el acusado y la procesada que se retransmitió durante la sesión. En ella, Peral se mostraba atemorizada por contar sus sospechas y que su amante se vengara haciendo daño a ella o a sus hijas.
Este cuarto testigo también aseguró que en varias charlas la acusada recalcaba el carácter "violento" y "agresivo" de López y había visto también cómo este la llamaba "insistentemente" mientras ella "temblaba".El testigo, sin embargo, nunca llegó a presenciar ningún episodio que lo llevara a pensar en el procesado de esta forma.
Hasta ahí su declaración. En esa misma jornada de la sesión del miércoles también compareció otro agente y compañero que acudió a una cena con los dos acusados en su domicilio en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) dos días después de que las autoridades hallaran el cuerpo de la víctima. De ese encuentro, el guardia urbano ha destacado que lo que más le llamó la atención fue la actitud "tranquila y muy normal" de Peral. "Dijo que creía que había sido Rubén (su exmarido), que tenía cruzadas con Pedro y que era muy agresivo", agregó.
Otro detalle del que se percató el testigo fue que López y Peral, a pesar de haber roto su relación, se comportaban como antes de la ruptura. Esta versión contrasta con la defendida por la acusada, quien sostiene que sentía "miedo" de Lopez, el verdadero asesino de Pedro, y que solo accedió a ayudarlo a quemar el cadáver de su novio porque la amenazó con herirla a ella y a sus hijas.
Este jueves se celebra la cuarta jornada del juicio por el conocido como 'crimen de la Guardia Urbana' en la Audiencia de Barcelona. Los dos únicos acusados, Rosa Peral y su amante, Albert López, se enfrentan a un jurado popular y a una condena de 25 años de prisión por el asesinato de quien fue su compañero de trabajo y de relación, en el caso de la acusada, Pedro Rodríguez, en mayo de 2017. Dese el principio, el caso ha estado impregnado por el cruce de acusaciones entre los dos sospechosos sin que haya quedado claro cuál fue el verdadero papel de cada uno en el crimen. Ahora, la implicación de la entonces pareja de la víctima como principal responsable parece más evidente después de que otro agente de la Guardia Urbana desmontase su coartada en menos de una hora.