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EL MODELO CLÁSICO DE CIRCO, BAJO AMENAZA

Tigres en el paro

Lo que empezó como una causa más de los animalistas ha calado en la sociedad y las instituciones, que cierran sistemáticamente las puertas a los circos con fieras

Lunes, 2 de enero, primera hora de la tarde. Alrededor del Circo Gottani, asentado estos días en el ensanche de Vallecas, se arremolina un centenar de personas. Casi todos son padres con niños en torno a cinco años esperando a entrar en la carpa. Al fondo, metiendo jaleo, llegan los animalistas. No llegan a cincuenta. Vienen tachando los carteles del circo a medida que suben por la avenida. "¡Asesinos, explotadores! ¡Hacéis negocio con animales salvajes!", gritan al tumulto, compuesto más por público que por artistas. El personal del Gottani, que ya ha tenido otras experiencias de este tipo, espera detrás de la valla a que amaine la protesta. "En realidad son muchos más los que quieren un circo con tigres y leones, pero ya los ves, no dicen nada. Los animalistas hacen mucho ruido", dice uno de los trabajadores sin darle importancia.

El Gottani no ha pasado un buen invierno en Vallecas. Desde el primer momento la Junta Municipal se opuso a su instalación, ya que el distrito se declaró zona libre de espectáculos con animales salvajes a comienzos del pasado año. Sin embargo, aclaran desde la Junta, la normativa solo abarca los territorios municipales, y el Gottani se ha montado este año sobre suelo privado. En un solar cercano al centro comercial La Gavia, rodeado de viviendas, han metido cinco elefantes asiáticos, dos tigres de Bengala y una infinidad de caballos, ponis, ocas y llamas. "No voy a desprenderme de ninguno, ni siquiera de los tigres, son de familia, mis niños", dice Danny Gottani, administrador del circo y heredero de una tradición circense que se remonta a 1928 gracias a su bisabuelo, el trapecista Dario Gottani.

No voy a desprenderme de ninguno de mis tigres, son de mi familia, mis niños

Danny entiende la situación como un choque ineludible de sensibilidades. Sin embargo, hace dos años el enfrentamiento escaló y los bandos se organizaron para la batalla: por un lado los animalistas, reunidos mayoritariamente en torno al colectivo Inforcircos, y por el otro la Asociación de Circos Reunidos, una suerte de patronal del espectáculo. "Si quitáramos los animales salvajes perderíamos gran parte del atractivo. ¡Los niños vienen a ver los tigres! Solo en el circo pueden verlos tan cerca, es una experiencia totalmente distinta a la de un zoo. ¿Dicen que Madrid no quiere el circo con animales y nosotros estamos llenando todos los días?", dice Gottani.

El espectáculo del Gottani está basado en los animales. El 'show' arranca con dos tigres pasando entre aros y sigue con un número de caballos, llamas y hasta cabras. Un elefante asiático pasará todo el descanso haciéndose fotos con los niños del público hasta llegar al número final, el orgullo de Danny, que presume de meter a cinco paquidermos a la vez en la pista: "Es un espectáculo único en el mundo". Hay trapecistas y también payasos, pero ejercen de aperitivo para los platos principales, con los que los niños enloquecen, que siempre incluyen animales.

Al final de enero, como cada año de los 15 que lleva actuando en España, Danny Gottani y su tropa empacarán las carpas y buscarán un nuevo destino. Sin embargo, esta vez tendrán que esmerarse con el mapa: solo en Madrid hay 48 municipios que no les autorizarán la instalación. En toda España la cifra asciende a más de 370. Hay comunidades, como Cataluña, que están tachadas por completo, mientras que otras como Cantabria, Galicia, Valencia, Castilla-La Mancha, País Vasco o Extremadura se encuentran a pocos pasos del veto definitivo. De seguir así, denuncian los promotores circenses, pronto no habrá localidades donde actuar. En este momento solo ocho circos mantienen animales salvajes en su cartel, aunque algunos ofrecen espectáculos alternativos en las ciudades con veto.

Detrás de la mayor parte de estos logros políticos está Infocircos, una coalición de asociaciones animalistas con presencia en Holanda e Inglaterra. Trabajan con las comunidades autónomas para desarrollar legislaciones contra el uso de animales salvajes, mientras que a los ayuntamientos, uno a uno, les piden que no autoricen el asentamiento de los circos. Solo durante el último año han conseguido que 160 alcaldes se sumen a su proyecto.

Sostienen que sus demandas no están relacionadas con ideologías, pero lo cierto es que, revisando los casos, se da un patrón claro: Podemos y PSOE la apoyan sistemáticamente, mientras que Ciudadanos alterna y el PP se opone en la mayoría de las ocasiones. No obstante, en regiones como Galicia o Castilla y León, los populares han apoyado los textos propuestos por Infocircos.

placeholder Exteriores del circo Gottani (Gottani)
Exteriores del circo Gottani (Gottani)

Su argumentario gira en torno a una declaración de la Federación Europea de Veterinarios (FEV) por la que pide a la Comisión Europea la creación de leyes contra el uso de animales salvajes en zoológicos ambulantes, circos y delfinarios. Según los expertos médicos, en este tipo de instalaciones no se pueden garantizar tres requisitos básicos: la salud pública, la seguridad del ciudadano y el cuidado del propio animal. “Los circos no son maltratadores de animales. Es más, lo que nosotros decimos, con la evidencia científica bajo el brazo, es que no se puede garantizar el bienestar de los animales a pesar de los buenos tratos que le dispensen en los circos. Es imposible que les puedan dar unas garantías mínimas”, apunta Alberto Díez, portavoz de Infocircos.

Los administradores de los circos no aceptan esta premisa. Sostienen que sus animales no han nacido en el entorno salvaje, sino que se han criado en las jaulas de los circos y, por lo tanto, están acostumbrados al confinamiento. Danny Gottani afirma gastar 3.000 euros semanales solo en alimentar a sus fieras, a lo que hay que sumar otro montante por el servicio veterinario 24 horas. "No voy a deshacerme de ninguno, pero si tuviera que hacerlo, ¿dónde los llevaría? Los zoológicos están llenos y dependen de dinero público. Acabarían muertos, como ha sucedido en México", dice. Se refiere a que la prohibición en México, pionero en adoptar la medida, ha provocado la muerte de 300 grandes felinos que, tras el cierre, quedaron al albur de coleccionistas privados y traficantes de especies.

Tráfico de especies y abandono

En España la situación guarda semejanzas, aunque a menor escala. La asociación AAP Primadomus, que cuenta con un refugio para estos animales en Villena (Valencia), denuncia que los circos venden animales a privados. "Los circos crían animales, porque cuando son pequeños los usan para las fotos con los niños. Luego, cuando van creciendo, algunos se venden a privados. Hemos recogido tigres que vivían dentro de una verja en el jardín", afirma Pilar Jornet, directora de la asociación.

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La mayor parte de los primates y felinos alojados en el centro de Villena proceden de circos, aunque no directamente. "Nos entregan muy pocos animales porque les exigimos que no los repongan. Ellos quieren darnos los que están viejos y feos, los que no les sriven", dice Jornet. Al respecto recuerda el caso de cuatro felinos, dos tigres y dos leones, que rescataron el año pasado en Francia. Pertenecían a un circo que quebró y que abandonó las jaulas en el sitio. Allí pasaron 13 años, siendo alimentados por los vecinos, hasta que los trasladaron a Valencia. "Los leones tienen muy poco valor, por eso muchas veces los abandonan. El 80% del tráfico de animales, y más de la mitad de los especímenes que tenemos acogidos en el centro, son pequeños primates. El macaco de Berbería, por ejemplo, se vende por 2.000 euros en Europa", explican desde Primadomus.

Gottani recuerda que el circo, al menos como se concibió en la Antigua Roma, siempre ha manejado bestias salvajes: "Son nuestra familia, uno más de los que vivimos en el circo". "También antes se paseaba a una mujer barbuda y se hacía saltar a los animales por aros de fuego y ahora nos parece una barbaridad. Los tiempos cambian", responde Jornet.

Lunes, 2 de enero, primera hora de la tarde. Alrededor del Circo Gottani, asentado estos días en el ensanche de Vallecas, se arremolina un centenar de personas. Casi todos son padres con niños en torno a cinco años esperando a entrar en la carpa. Al fondo, metiendo jaleo, llegan los animalistas. No llegan a cincuenta. Vienen tachando los carteles del circo a medida que suben por la avenida. "¡Asesinos, explotadores! ¡Hacéis negocio con animales salvajes!", gritan al tumulto, compuesto más por público que por artistas. El personal del Gottani, que ya ha tenido otras experiencias de este tipo, espera detrás de la valla a que amaine la protesta. "En realidad son muchos más los que quieren un circo con tigres y leones, pero ya los ves, no dicen nada. Los animalistas hacen mucho ruido", dice uno de los trabajadores sin darle importancia.

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