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Un emprendedor, dos empresas y la apuesta por la industria 4.0

Tomás Muñoz M.

El veinteañero John Amin asesora a sus clientes en realidad aumentada y virtual y les ayuda a incorporar la impresión 3D a sus procesos

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ada vez son más frecuentes en nuestro país las grandes historias de emprendedores hechos a sí mismos al más puro estilo norteamericano. Personas que tienen afán de hacer mejor las cosas, que se arriesgan y vuelcan todo su talento en un proyecto. El caso del joven John Amin va camino de convertirse en el paradigma del emprendimiento español de los últimos años. Su andadura arrancó con tan solo 16 años y hoy, ya transitando por la veintena, acarrea en sus espaldas el peso de dos empresas en el mercado de la computarización y la innovación.

Ambas tienen como objetivo “ser un ‘partner’ 4.0”, matiza el joven. Para ello, “ofrecemos desde el diseño prototipado de productos nuevos, hasta la creación de catálogos, pasando por la realidad aumentada, la reparación telemática o la optimización de procesos”. Las dos compañías, Invelon Technologies e Intech 3D, llevan al cliente de la mano desde la idea original hasta su maduración y venta de producto.

Amin fundó Invelon con una primera idea: crear prótesis adaptadas a las necesidades de cada paciente, evitando la estandarización en algo tan personal. “A día de hoy colaboramos con entidades como Rural Labs que están realizando prótesis desarrolladas por ellos con nuestro asesoramiento y ayuda, en países en vías de desarrollo”, apunta. Hoy la empresa ha evolucionado hacia softwares de realidad aumentada y virtual adaptada a diferentes sectores como educación, turismo o arquitectura. Pueden crear desde un ‘showroom’ ‘online’ para visualizar un catálogo a distancia a visitas telemáticas al interior de una vivienda en venta. También modelos virtuales del cuerpo humano para que los profesionales de la salud o los estudiantes trabajen y se entrenen en procedimientos sin ningún riesgo.

La segunda empresa, Intech 3D, ha centrado su actividad en la producción aditiva, es decir, en la construcción de objetos en tres dimensiones agregando capa sobre capa, independientemente del material. Los clientes acuden a ellos para que les asesoren en su implantación en los diferentes departamentos. Por ejemplo, una empresa de reparación de vehículos ya crean piezas con materiales plásticos mediante el escáner e impresión 3D para que esa reparación se pueda hacer en horas; o una empresa de camas crea algunas de sus piezas y materiales con esta tecnología para agilizar sus procesos de fabricación.

En Invelon pueden crear modelos virtuales del cuerpo humano para que los profesionales de la salud se entrenen en procedimientos sin riesgo

“Partiendo de su necesidad, realizamos un análisis, instalamos la máquina perfecta con el material adecuado, preparamos la formación e integración, a lo que añadimos postventa, además de las posibles reparaciones y el mantenimiento”, explica Amin quien subraya que el éxito de la compañía reside en “el enorme ‘know how’ que tenemos todos los socios y que ponemos a disposición de cada cliente”.

Pero, ¿cómo John Amin ha llegado a tener dos empresas sin haber cumplido los 30? Todo comenzó cuando un profesor de tecnología industrial le animó a inscribirse en la First Lego League, una competición internacional para estudiantes de primaria y secundaria que presenta desafíos científicos a los participantes. Su grupo trabajó en la idea de crear un superalimento que aportara todos los nutrientes para países en desarrollo y de una hipotética nevera que, sin necesidad de electricidad, fuera capaz de mantener la comida en un estado óptimo. “El diseño incluía una especie de gas presurizado que permitía la conservación durante largos períodos”. Aunque solo se trataba de una idea, el joven admite que “aquello fue el inicio” de lo que hoy es su carrera.

“De Silicon Valley me traje la filosofía de trabajo, flexible y sin horarios. Cada profesional se distribuye el tiempo a conveniencia”

Desde entonces, comenzó a formarse y a idear soluciones a los diferentes problemas, avanzando en sus proyectos, consiguiendo, además, multitud de reconocimientos junto a sus compañeros. “Sin las personas con las que he trabajado codo con codo jamás habría llegado hasta aquí”, señala. Amin se refiere con estas palabras a su socio Joan Folguera. “Al principio competimos en proyectos diferentes en el programa de emprendimiento universitario Explorer de Banco Santander, pero cuando por fin nos presentamos juntos fue cuando nos impusimos al resto. La colaboración es fundamental y el movimiento crea movimiento”.

En su corta pero fructífera carrera también ha sido fundamental haber podido ampliar conocimientos en el MIT y otros centros educativos de prestigio internacional. Uno de sus momentos reveladores tuvo lugar cuando visitó Silicon Valley en Estados Unidos, gracias a su participación en el programa promovido anualmente por el Santander. Este programa busca apoyar e impulsar el talento joven y la cultura emprendedora y forma parte de la plataforma global Santander X. Desde 2009 ha favorecido la creación de centenares de empresas y ha potenciado los proyectos de más de 5.000 emprendedores.

“Es un lugar mágico donde las grandes compañías tecnológicas generan el software que todos utilizaremos mañana”. Sin embargo, reconoce que visitar la cuna del emprendimiento puede abrumar casi con la misma intensidad que motivar. “De allí me traje la filosofía de trabajo, flexible y sin horarios, que hemos trasladado a nuestras nuevas instalaciones de Lleida, donde ofrecemos libremente un laboratorio abierto a cualquier compañero investigador y donde cada profesional se distribuye el tiempo a conveniencia”. John tiene claro que todos estos factores le aportan valor a una empresa: “¿Por qué hay empleados de Google muy orgullosos? Porque todo el mundo sabe que trabajar para Google mola”.

El Confidencial, en colaboración con Banco Santander, tiene como principal objetivo dar a conocer los proyectos de personas que transforman la sociedad e impulsan el progreso.

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