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Así nos estafaron 50 euros en nuestra propia casa en pleno confinamiento
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Así nos estafaron 50 euros en nuestra propia casa en pleno confinamiento

Una mujer embarazada, una mascarilla y un discurso lo suficientemente rápido para dejarnos sin tiempo de reacción. Ahora tenemos 50€ menos y nos los han robado en nuestras narices

Foto: La mujer, con la mascarilla puesta, se plantó en nuestra casa diciendo ser vecina. Foto: Pixabay.
La mujer, con la mascarilla puesta, se plantó en nuestra casa diciendo ser vecina. Foto: Pixabay.

Miércoles 22 de abril. Día 40 del confinamiento, sobre las 22:30 horas. Estamos en el sofá, comentando un episodio de las tantísimas series que hemos empezado a ver durante la cuarentena. Suena el timbre de nuestra puerta. No la del portal, no, la de nuestra propia casa. Nos miramos. A través de la mirilla se ve a una mujer con mascarilla quirúrgica. Abrimos: está embarazada, se baja la mascarilla, parece que le falta el aire, porque empieza a hablar con frases entrecortadas y hace pausas para respirar.

Empieza su discurso, siempre entrecortado. Que es nuestra vecina de abajo, que su marido está en A Coruña y ella se ha dejado todo en casa, que necesita ir a su casa de El Escorial, qué dónde va a ir si no (hace referencia a su embarazo), que necesita dinero para gasolina, que si podemos dejarle 20 euros, que nos los devuelve mañana por la tarde, que puede darnos su número de cuenta.

Buscamos en casa y, maldita la casualidad, no tenemos 20 euros en metálico, así que le damos un billete de 50 euros. Nos da las gracias y se va. Tras cerrar la puerta, nuestro cerebro se divide: en voz alta comentamos que pobre mujer, que qué putada, pero por dentro los dos estamos recordando su discurso y sopesando la posibilidad de que nos haya engañado. Sus argumentos sonaban sospechosos, pero hay gente a la que le han pasado cosas similares, y ella nos lo contó todo muy deprisa, casi no tuvimos tiempo de reacción. A los pocos minutos bajamos al portal por si nos la encontramos, pero no está. A la media hora comprobamos que nuestros vecinos de abajo, los del piso del que supuestamente era ella, están en casa. Empezamos a dar por hecho que nos ha engañado. Pasa el día de cortesía y lo certificamos: esta tipa nos ha estafado 50 euros en la puerta de nuestra propia casa.

Por un rato nos preguntamos cómo hemos sido capaces de caer en algo así, pero es un debate absurdo: si alguna vez culpas a alguien de algo que le han hecho, reflexiona sobre un concepto interesante: el 'victim blaming' o culpabilización de la víctima. Día y medio después, colocamos dos carteles en el ascensor y en la puerta del edificio. Hemos perdido 50 euros, sí, pero a pasivo-agresividad no nos gana nadie.

placeholder Hola, vecinos.
Hola, vecinos.

Una vieja conocida del barrio

Luego nos enteramos de que esta mujer y su historia son conocidas en Cuatro Caminos, el barrio de Madrid en el que vivimos. "¡Todavía sigue haciéndolo, solo que actualizado!", comenta Alba, una colega del barrio. La misma persona llamó a su timbre hace un par de años y muy cerca: por la zona de Alvarado. "Me pidió lo mismo: 20 euros para gasolina, que no tenía y se había dejado las llaves dentro de casa. Me los devolvería a la tarde. Estuve esperando, sin salir, a que viniera. Me dijo incluso el nombre de otra vecina que conocía. No apareció, pero además me enteré de que ya lo había hecho con otros antes".

Estrella corrobora que la mujer lleva tiempo actuando en la zona, al menos unos cinco o seis años. "Hiceexactamente lo mismo, solo que fui al cajero con esta mujer", cuenta. "Me llamó al timbre a la una de la mañana, me dijo que tenía el coche en la calle de detrás, que no tenía gasolina, tenía que ir al hospital. Era una mujer morena, bajita, y me dijo que era mi vecina del segundo (yo vivía en un bajo). Me preguntó si le podía dar 20 euros, que estaba embarazada. Me salí con ella a la calle, fui al cajero y por el camino fuimos hablando. Me empezó a decir que era periodista y que trabajaba en ABC. Era muy simpática, así que como me cayó muy bien, en vez de 20 le di 50 euros".

"Me llamó al timbre a la una de la mañana, me dijo que tenía el coche detrás, que no tenía gasolina y tenía que ir al hospital. En vez de 20 le di 50€"

"Cuando estábamos volviendo a mi casa", continúa, "me ofrecí a acompañarla al coche, empezó a ponerse nerviosa y me dio la sensación, de repente, de que podía ser un timo. Pero yo ya le había dado el dinero y estaba sola en mi casa... A la mañana siguiente se lo conté a una amiga con la que siempre coincidía en el metro: 'Creo que ayer me timaron’'".

Al cabo de un tiempo otra mujer volvió a llamar al timbre de la casa de Estrella, con la misma historia, también aparentemente embarazada. Al abrir la puerta vio una persona distinta: rubia y alta. "Pensé que me estaba tomando el pelo y le dije que se fuera. Me di cuenta de que la primera había sido un timo y como luego vino la otra, muy diferente físicamente, pensé que serían un grupito organizado". Sonia, otra vecina del barrio, estuvo a punto de prestarle ayuda. "A mí me vino hace un montón de años, la misma historia de El Escorial… Si es la misma, no está embarazada de verdad. Dio la casualidad de que no tenía dinero en ese momento, y además sabía que me estaba mintiendo".

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Foto: EFE/Mariscal.

Falsos médicos, mascarillas, 'phishing'...

Los casos de estafas vinculadas al covid-19 y al confinamiento no son generalizados, pero tampoco inexistentes. El pasado 23 de abril, la Policía Nacional detuvo en Madrid a un hombre que se hacía pasar por médico de un servicio de inmunología para estafar a personal sanitario de un hospital de la capital. El detenido conseguía dinero de sus presuntas víctimas asegurándoles que estaba recaudando dinero para comprar material de protección.

Además, a finales de marzo la Policía Nacional de Sevilla dio la voz de alarma: en la ciudad hay falsos médicos que llaman a personas mayores para decirles que les van a hacer un test del coronavirus a domicilio con la intención de entrar a su casa para robar. Y si la excusa del test no funciona, la cambian y dicen, por ejemplo, que van a cobrar una factura pendiente de la luz.

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Foto: EFE/Chema Moya.

Lo cierto es que el material sanitario, especialmente las mascarillas, está adoptando un papel protagonista en las estafas de estas semanas. Apenas dos días antes de que empezase el confinamiento también fue detenido otro hombre, en este caso por vender 22 cajas de mascarillas quirúrgicas a una mujer que, tras pagar más de 600 euros, no recibió absolutamente nada.

En situaciones como estas, internet es el mejor escenario para acometer estafas sin dejar un rastro fácilmente perseguible. A raíz de la suspensión del Programa de Turismo Social del Imserso y la devolución de dinero a sus usuarios, el propio organismo ha alertado de un intento de 'phishing' en el que los estafadores se hacen pasar por profesional del Imserso para escribir a los destinatarios de esos pagos y tratar de conseguir sus datos bancarios.

Y al margen del covid-19, pero quizá aprovechando la temporalidad de la Declaración de la Renta, la Guardia Civil se ha hecho eco de otro intento de estafa: el de los ciberdelincuentes que se hacen pasar por la Seguridad Social y mandan correos electrónicos diciéndole al destinatario que tiene derecho a una devolución de dinero e instándole a pinchar en un enlace para gestionarlo. Dicho enlace tiene como objetivo conseguir los datos de la tarjeta de crédito de las víctimas.

Los delitos que aprovechan esta pandemia y el confinamiento son, en definitiva, innumerables: un ciberdelincuente de 16 años atacando las web de entidades sanitarias, miles de webs falsamente relacionadas con el covid-19, falsos repartidores de comida que llevan encima 900 gramos de marihuana... Los delincuentes se adaptan siempre a las circunstancias para moldear sus delitos y esta situación no iba a ser excepcional.

Miércoles 22 de abril. Día 40 del confinamiento, sobre las 22:30 horas. Estamos en el sofá, comentando un episodio de las tantísimas series que hemos empezado a ver durante la cuarentena. Suena el timbre de nuestra puerta. No la del portal, no, la de nuestra propia casa. Nos miramos. A través de la mirilla se ve a una mujer con mascarilla quirúrgica. Abrimos: está embarazada, se baja la mascarilla, parece que le falta el aire, porque empieza a hablar con frases entrecortadas y hace pausas para respirar.

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