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Sin semáforos ni pasos de cebra: cuando ir al colegio significa jugarse la vida
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Sin semáforos ni pasos de cebra: cuando ir al colegio significa jugarse la vida

Según la OMS, 186.000 menores de 18 años mueren al año en todo el mundo por culpa de los siniestros viales. Son la primera causa de muerte en niños y adolescentes

Foto: Foto: Markisz, Unicef.
Foto: Markisz, Unicef.

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU es apostar por una educación de calidad y conseguir que los más de 265 millones de niños que aún están sin escolarizar acudan al colegio. Quienes tienen la suerte de poder ir a clase en países en vías de desarrollo se enfrentan a menudo a un duro viaje diario: kilómetros a pie, lo que en muchos caso significa cruzar peligrosos puentes, ríos o luchar contra las inclemencias del tiempo (nieve, temperaturas extremas...). En otros casos, directamente se juegan la vida en una ruleta de la fortuna que supone andar por carreteras sin arcén, pasos de cebra ni semáforos.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud, 186.000 menores de 18 años mueren al año por culpa de los siniestros viales. Los accidentes de tráfico representan ya la primera causa de muerte de niños y adolescentes en el mundo, y son los países de renta baja y media los que se llevan la peor parte: concentran el 90% de esos accidentes, pese a que su población solo posee la mitad de los coches. África, concretamente, es donde la tasa de número de muertes de tráfico por cada 100.000 habitantes es más alta.

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Foto: Philippines Reyna, Unicef.

La seguridad vial está también presente en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y es una prioridad para Naciones Unidas que los niños tengan un viaje seguro a la escuela. De esa necesidad surgió el proyecto Rights of Way, impulsado por Unicef y Abertis.

La idea de este acuerdo de colaboración de tres millones de dólares es paliar la falta de infraestructuras seguras, pero también mejorar el comportamiento de los conductores y peatones, además de fomentar el cumplimiento de la seguridad vial. Rights of Way busca crear zonas de velocidad limitada, infraestructuras seguras, garantizar un transporte escolar seguro (con cinturones de seguridad) y promover el uso de cascos en los niños en aquellos países donde la moto se ha convertido en el principal medio de transporte familiar, con campañas de sensibilización y provisión de cascos. Y todo esto con el objetivo de hacerlo a largo plazo, trabajando con los niños y adolescente en talleres y planes con soluciones reales y concienciando a los conductores sobre la importancia de respetar las reglas para evitar la siniestralidad.

Desde 2017, el proyecto ha conseguido llegar a 65 escuelas de zonas de alto riesgo, mejorando la seguridad de 267.000 niños en Jamaica y Filipinas, donde se empezó a desarrollar el programa. Este 2019 se amplía a Brasil, donde Abertis y Unicef van a empezar a trabajar. Se centrarán en zonas de alta vulnerabilidad de Sao Paulo y Río de Janeiro. La falta de transporte en ambas ciudades provoca que los niños sufran discriminación y violencia en su camino al colegio, y la ausencia de aceras, alumbrado, infraestructuras o zonas de velocidad reducida es un riesgo diario para los escolares.

Más de 200 adolescentes colaborarán en el diagnóstico y mapeo de los problemas que se encuentran, no solo a la hora de ir al colegio sino también a los centros de salud o moviéndose por la ciudad. En los talleres, se llevarán a cabo soluciones que, una vez implementadas, mejorarán la vida de 4.000 personas. La iniciativa se apoyará también en labores de comunicación y sensibilización para los ciudadanos y la formación de las autoridades locales para mejorar las infraestructuras y la movilidad urbana.

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Foto: Matthew K. Firpo.

"En Brasil, vamos a tratar de participar con los niños en las cosas que les atañen”, explica Javier Martos, director ejecutivo de Unicef Comité Español. Les preguntarán qué creen que deben hacer los adultos y las escuelas para mejorar la situación. “No podemos ser ajenos a sus realidades y contextos”, reflexiona Martos. El director también explica que es una prioridad dentro del programa que se realicen las reformas legales pertinentes, porque “muchas veces no hay ningún tipo de medida de seguridad vial”, así como que haya un seguimiento del cumplimiento de las mismas.

Tratamiento de lesiones

Por cada niño que muere en carretera, cuatro sufren lesiones graves y quedan discapacitados. Una atención temprana y rápida podría reducir esas cifras, por eso Abertis también incorpora a este acuerdo con Unicef al Instituto Guttmann, para prevenir los daños en accidentes de tráfico.

Dos equipos médicos especializados en el tratamiento de lesiones de origen neurológico (lesión medular y daño cerebral adquirido) se desplazan a los países en los que trabaja Rights of Way para formar y asesorar a los médicos locales sobre prácticas de prevención y tratamiento de lesiones. "Queremos ayudar a que los niños que han sufrido alguna lesión no queden en silla de ruedas de por vida", asegura el director de la Fundación Abertis, Sergi Loughney. A menudo, las víctimas con lesiones sufren tratamientos con poca calidad que repercuten en su recuperación posterior. Por eso, el Instituto Guttmann busca paliar las secuelas causadas para que puedan volver a clase lo antes posible.

Desde abril, Abertis, a través de su fundación, es miembro del Grupo de Colaboración de las Naciones Unidas para la Seguridad Vial, convirtiéndose en la primera empresa del sector de gestión de infraestructuras que trabaja con este comité. También trabaja con varias instituciones públicas y privadas para diseñar, desarrollar y financiar programas de concienciación y formación en seguridad vial, sobre todo orientados a personas vulnerables. Además, financia proyectos en seis universidades sobre este mismo tema.

Uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU es apostar por una educación de calidad y conseguir que los más de 265 millones de niños que aún están sin escolarizar acudan al colegio. Quienes tienen la suerte de poder ir a clase en países en vías de desarrollo se enfrentan a menudo a un duro viaje diario: kilómetros a pie, lo que en muchos caso significa cruzar peligrosos puentes, ríos o luchar contra las inclemencias del tiempo (nieve, temperaturas extremas...). En otros casos, directamente se juegan la vida en una ruleta de la fortuna que supone andar por carreteras sin arcén, pasos de cebra ni semáforos.

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