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l baile es todo lo que ocurre mientras te sientes libre”. Saioa López no concibe su mundo sin esta gran pasión. Gracias a su tesón ha dedicado la mitad de su vida a cumplir un sueño: ser bailarina profesional.
Nacida en el seno de una familia de músicos, cantantes y diseñadores, la joven vasca siempre supo que quería dedicarse a la danza; lo suyo era interpretar la música con el cuerpo. Seducida por la pasión y las ganas de alcanzar su meta, a los 17 años hizo el equipaje y se trasladó a Madrid. Lo que en principio iba a ser un año de ausencia se transformó en seis que Saioa aprovechó para formarse en el Conservatorio, dedicándole más de ocho horas diarias a ensayar. Si algo tenía claro era que la única manera de aprender a bailar era invirtiendo tiempo en perfeccionar sus movimientos.
“El regalo de la danza consiste en su capacidad de despertar sensaciones y sentimientos. Es un lenguaje en el que el bailarín hace de su cuerpo, su voz; y del movimiento, una manera de comunicarse con las personas. Ser capaz de hablar sin palabras, de transmitir emociones tan solo con el movimiento de tu cuerpo, no es algo que se consiga de un día para otro. Se alcanza gracias a la constancia y la pasión”, explica.
Superada la etapa madrileña, Saioa decidió dar el salto y volar hasta Nueva York, donde consiguió una beca en el prestigioso Peridance Capezio Center, de manera que estuvo en la ciudad de los rascacielos siete años más. “El tiempo es importante para bailar” subraya Saioa. “Uno debe vivir día a día frente a un espejo, observando su propio cuerpo, haciendo y rehaciendo los pasos que no salen. Poco a poco, vas ganando confianza y al final ya no necesitas el espejo para verte”.
Han pasado 15 años desde aquel día en el que Saioa dejó su Irún natal, 15 años en los que ha dedicado casi todas las horas de su vida a la danza, a seguir formándose, a compartir su pasión por los escenarios y las escuelas de todo el mundo. Durante todos estos años, la esencia de Saioa no ha cambiado, es su cuerpo el que ha madurado, más firme y, a la vez, más ligero. Ha aprendido a quererse a sí misma y a que, en la danza, como en la vida, el aprendizaje no termina nunca.
No debemos dejar de intentar lograr nuestros sueños solo porque vayamos a tardar mucho tiempo en cumplirlos
Ahora, cumplidos los 33, Saioa regresa a su hogar. Quiere agradecer todo lo que la danza le ha dado a lo largo de estos años y ha decidido compartirlo con los demás. “No hay recompensa más gratificante a tantos años de esfuerzo que la de ofrecer tu tiempo y tus conocimientos a otros bailarines para que ellos, llegado el día, no deban elegir entre marcharse o dejar atrás el sueño de sus vidas”, explica.
Saioa les enseñará que, para conseguir que el movimiento del cuerpo sea tan ligero como el del viento, un bailarín debe ser tierra y no aire. “Ahí está el legendario bailarín ucraniano Vaslav Nijinsky, quien tenía los pies tan bien puestos en el suelo, que era capaz de desafiar la gravedad ejecutando saltos de hasta tres metros de altura”.
La historia de Saioa, de sus quince años de esfuerzo y dedicación, nos regala también otra enseñanza. Una lección universal para la que no hace falta tener ningún conocimiento de danza. Nos recuerda que no debemos dejar de intentar lograr nuestros sueños solo porque vayamos a tardar mucho tiempo en cumplirlos. Con o sin sueños por los que luchar, el tiempo pasa de todos modos. Esos diez, quince y hasta cuarenta años vamos a vivirlos igualmente. Así que, ¿por qué no invertirlos en algo que nos haga realmente felices? Al fin y al cabo, el tiempo, como la danza, no hace falta entenderlo para poder disfrutarlo.
Desde Deutsche Bank tienen claro que las personas deben invertir su tiempo en lo que realmente importa y por eso han puesto el foco en las personas. Descubre el valor de quince años en elvalordeltiempodb.com