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Terapia personalizada y cigarro electrónico: alternativas contra el tabaquismo
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Terapia personalizada y cigarro electrónico: alternativas contra el tabaquismo

Los expertos alertan sobre el estancamiento en el número de fumadores en nuestro país y creen que urge tomar nuevas medidas para reducir ese número tras la ley antitabaco

La entrada en vigor de la ley antitabaco a finales de la pasada década alteró por completo una situación tan normalizada hasta la fecha como la de fumar en bares, restaurantes o salas de ocio. La campaña por parte del Gobierno para atajar el número de fumadores tuvo éxito en su momento, unida a otras iniciativas como los mensajes alertando de las consecuencias del tabaco en las cajetillas. Pero esas medidas hoy ya no parecen suficientes.

A pesar de que en España se sigue reduciendo el número de fumadores, las cifras siguen por encima de la media de la Unión Europea. Y el estancamiento en esa caída produce cierta preocupación entre los expertos en la materia. Ante ese parón en el descenso de fumadores, se abre un escenario en el que se puede frenar el tabaquismo desde el tratamiento individualizado de la adicción, ya sea con sustitutivos con nicotina, medicación o ayuda psicológica, o bien ofreciendo alternativas sin combustión no inocuas —pero con menor riesgo que el tabaco tradicional— a aquellos pacientes que no quieren o no pueden dejar de fumar. Esas fueron las conclusiones a las que llegaron los cuatro expertos sentados en la mesa redonda organizada por El Confidencial en colaboración con Philip Morris que, bajo el título 'Reducción del daño en el tabaquismo', exploró algunas de las alternativas que tienen a mano los fumadores.

placeholder Vivencio Barrios, médico adjunto del servicio de cardiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal.
Vivencio Barrios, médico adjunto del servicio de cardiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal.

“La ley antitabaco sirvió para reducir el consumo. Después se han subido precios, se han adoptado mensajes cada vez más dramáticos, se ha restringido el acceso a la compra y ha servido para poco. Después de la ley no se ha hecho nada, no hay políticas para seguir trabajando en esa línea. Faltan información e investigación”, afirma tajante Vivencio Barrios, médico adjunto del servicio de cardiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal.

Frente al paciente que pretende dejar de fumar, la doctora de atención primaria María Luisa Romero replica que se ha impuesto un tratamiento personalizado para ver cuáles son las mejores opciones para cada persona. Y en el caso de aquellos que no son capaces de abandonar el cigarrillo o que no quieren hacerlo, se impone una alternativa que, si bien todos los presentes indicaron que “no es inocua”, tiene unos efectos menos nocivos que el cigarrillo tradicional.

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Maria Luisa Romero es médica de atención primaria.

“Potenciar que el fumador tenga acceso a otro tipo de cigarrillos que no son tan malos” es una solución a la adicción, en palabras de Romero, aunque se topa con un muro. “Los médicos no saben lo que es el cigarrillo electrónico en los centros de salud”, afirma. Y ese desconocimiento tiene una consecuencia inmediata: “No lo pueden explicar”.

Menos del 80% de productos tóxicos

Para ilustrar los motivos por los que un cigarrillo electrónico o que calienta el tabaco es menos dañino que uno tradicional, Ángel González, director del departamento de láseres y haces moleculares de la Universidad Complutense de Madrid, pone los datos sobre la mesa.

González recuerda que la nicotina, a pesar de producir la adicción, “no produce cáncer”. Los responsables de esta enfermedad o de las dolencias cardiovasculares “son la pléyade de productos químicos que se producen cuando, en una calada de un cigarrillo convencional, el fuego provoca que la temperatura ascienda a 800 o 900 grados”. En ese momento, señala González, es cuando se vaporiza la nicotina, “se forman miles de productos químicos que caminan por el humo hacia los pulmones”. Según González, el tabaco que se calienta a unos 350 grados reduce la producción de productos cancerígenos “en un 80% o 90%”.

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Ángel González, director del departamento de láseres y haces moleculares de la UCM.

En esa línea se manifesta Hugo Liaño, profesor de neurología de la Universidad Autónoma de Madrid, que opina que no se da la suficiente importancia a las alternativas al cigarrillo porque es un tema “políticamente incorrecto”. Liaño lamenta que esa falta de información afecta directamente al fumador y también señala las trabas que la Administración pone a la investigación. En la línea de las indicaciones de la doctora Romero, señala la necesidad de que se pongan en marcha tratamientos personalizados para tratar a los adictos.

Ausencia de voluntad política

Más allá de los tratamientos que se puedan emplear con los pacientes, todos los ponentes están de acuerdo en la necesidad de que el Estado tome cartas en el asunto para impulsar una nueva legislación y adopte medidas para reducir el daño provocado por el tabaquismo en la sociedad.

El más crítico es Ángel González, que hace un llamamiento a la ministra de Sanidad para que impulse un paquete de medidas para luchar contra el tabaquismo. “El Ministerio de Sanidad debe crear un grupo interdisciplinar de expertos, con médicos y científicos que apoyen y ayuden a regular esas alternativas al tabaquismo. Tenemos tecnología para estudiar la nicotina en profundidad. Hay que crear un plan de estudio porque hay expertos y laboratorios muy buenos en España”. González va incluso más allá, al vaticinar que llegará un día en que la ciencia dé con un cigarrillo que no sea dañino: “La historia de la ciencia demuestra que, cuando se invierte dinero, se solucionan problemas”.

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Hugo Liaño, profesor de neurología de la Universidad Autónoma de Madrid.

Por su parte, Barrios reconoce el “éxito fulgurante” de la ley antitabaco, pero también recuerda que la normativa tiene ya 10 años “y empieza a ser insuficiente”. ¿Cómo se puede revitalizar esta lucha? “Poniendo las cartas boca arriba. Reconociendo que hay un problema sin resolver pero que hay estrategias que pueden resolverlo”.

Una alternativa, como recuerda Barrios, que pasa por la prescripción de cigarrillos electrónicos o tabaco calentado como paso intermedio para que el fumador deje de serlo. “Se hizo claramente mal cuando surgió el cigarrillo electrónico. Parecía que es inocuo y que lo podía usar todo el mundo y se cargó la estrategia original de reducción del daño”, lamenta el experto en cardiología. Un lamento al que se sumaron todos los presentes, dejando patente su acuerdo para que el tratamiento por el tabaquismo se cimente sobre unos ejes básicos: el tratamiento personalizado, la prescripción de medicamentos y, en última instancia, el uso de alternativas como los cigarrillos electrónicos y el tabaco calentado.

La entrada en vigor de la ley antitabaco a finales de la pasada década alteró por completo una situación tan normalizada hasta la fecha como la de fumar en bares, restaurantes o salas de ocio. La campaña por parte del Gobierno para atajar el número de fumadores tuvo éxito en su momento, unida a otras iniciativas como los mensajes alertando de las consecuencias del tabaco en las cajetillas. Pero esas medidas hoy ya no parecen suficientes.

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