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Estos jóvenes saben cómo ahorrar costes en la desalación del agua

Verónica Gayá

Dos estudiantes de ingeniería agrónoma han conseguido convertir las salmueras de las desalinizadoras en lejía para la industria, un gran ejemplo de economía circular

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icardo estaba estudiando en el instituto segundo de Bachillerato cuando su profesora, aficionada al submarinismo, hizo un comentario en clase: “Quién algún día de un uso a las salmueras de las desaladoras, se hará de oro”. “A mí se me quedó esto grabado”, cuenta Ricardo Martínez, cofundador de Useful Wastes. “Tenía muy buena relación con mi profesora y aunque a mí me gustaban otras carreras, ella me convenció para que apostara por esto. Empecé ingeniería agrónoma con ese objetivo” cuenta Ricardo Martínez.

Las industrias desperdician cantidades ingentes de agua, sobre todo las agroalimentarias, químicas, farmacéuticas o industrias de cosméticos. Además, el agua que requieren para sus actividades tiene que ser de alta calidad, con menos sal de la que contiene el grifo. Por eso, la someten a osmosis inversa para quitarle la sal. De ese proceso se consigue un agua de mejor calidad pero también un desecho, un agua con gran concentración de sal llamada salmuera, un residuo que genera un gran impacto ambiental. “No puedes coger 10 litros de agua con 10 gramos de sal y conseguir nueve litros de agua dulce y arrojar un litro con 10 gramos de sal por el desagüe”, reflexiona este ingeniero agrónomo.

La solución de las empresas para esto es generar menos presión en las osmosis, es decir, un proceso de desalación menos eficaz, para que el agua sobrante tenga menor concentración de sal y así poder verterlo cumpliendo la normativa de la región de Murcia. Pero este proceso implica desechar entre un 25 y un 35% del agua.

“De cada 100 litros sacan 70 buena y 30 mala. Tirar un 30% del agua es una barbaridad para el medioambiente. Además, las industrias lo están pagando, lo que es también una pérdida económica”, apunta Martínez. La solución de Useful Wastes es una máquina que reaprovecha el agua que iba a ser desechada de la primera osmosis. “Realizamos una segunda osmosis y obtenemos un 80% de agua buena y el resto del agua, saturada de sal, las llamadas salmueras, la transformamos en lejía para utilizar en la propia industria”. De esta manera, de los 30 litros que se iban a tirar, 24 se convierten en agua para su uso industrial y 6 en lejía. La lejía obtenida es muy demanda sobre todo en la industria agroalimentaria para eliminar las bacterias de los alimentos.

“Emprender es mucho más complicado que estudiar. Han sido muchos días de no dormir, de preocupaciones, de ver que muchas cosas no salían...”

Así, consiguen reducir los costes de la desalación -ya que le dan un valor al residuo que se genera- y evitan los vertidos de salmuera para preservar el medio ambiente. Un ejemplo de libro de economía circular.

Un camino de obstáculos y premios

Ricardo le comentó la idea que tenía para dar una segunda vida a la salmuera a su compañera Cristina Varona cuando ambos estaban todavía en la carrera. “Ella me dio el empujón que necesitaba para saber cómo empezar a hacerlo”. Fue entonces cuando vieron que el plazo de la convocatoria del programa Explorer, del Banco Santander, se había ampliado. “Era el último día para presentarse.” Lo hicieron ‘in extremis’ y lo ganaron. “El premio fue lo que nos permitió empezar, sin Explorer cada uno tendríamos nuestro trabajo y no hubiéramos hecho nada”.

Por aquel entonces, aún siendo estudiantes, la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) les cedió el laboratorio y comenzaron con las primeras pruebas. Se presentaron a un concurso de Sodena (Sociedad de Desarrollo de Navarra) y fueron seleccionados para formar parte de su aceleradora empresarial. “Cuando nos llamaron para ir a presentar nuestro proyecto, Cristina tenía el último examen de la carrera, lo acabó, hizo la maleta y nos fuimos de viaje”.

Fueron años de duro trabajo. “Emprender es mucho más complicado que estudiar. Han sido muchos días de no dormir, de preocupaciones, de ver que muchas cosas no salían...”. Apenas estrenaban la veintena y la gente les miraba con recelo. “Como diciendo, ¿pero quiénes sois? Si sois unos críos, ¿a qué habéis venido aquí? No todo el mundo nos trató bien”.

Solo tienen 25 años pero su futuro es prometedor. La UE está comenzando a limitar el desperdicio de agua en las industrias y eso les abre las puertas

Después de nueve meses en Navarra, donde tienen la sede de la empresa, volvieron a su tierra, a Murcia, para seguir trabajando. “Aquí es donde más desalación hay, como en el resto del levante español” y, por tanto, el mejor terreno de pruebas. La Universidad Politécnica de Cartagena los recibió con los brazos abiertos y volvió a darles su apoyo. “El vicerrector de Innovación y el rector de la Universidad nos dijeron que querían hacer una cátedra de innovación y emprendimiento y que habían pensado en nosotros, como empresa, para realizarla y para ayudar a los alumnos a poner en marcha sus proyectos. Así nosotros también podríamos trabajar en la finca de la universidad”, donde tienen la desalinizadora para sus pruebas.

En abril, el Capital Riesgo Murcia Emprende, que también se ha hecho eco de la fuerza de estos jóvenes, adquirió un 15% de la empresa. Useful Wastes avanza firme en las pruebas realizadas en su centro de trabajo de Cartagena y en las primeras empresas interesadas. “Tenemos dos prototipos diferentes y estamos terminando otro para hacerlo a mayor escala”.

Solo tienen 25 años pero su futuro es prometedor. La Unión Europea está comenzando a limitar el desperdicio de agua en las industrias y eso les abre las puertas. “Estamos seguros de que aquí a unos 10 años tirar un 30% de agua no va a estar permitido. Creemos que será esencial crear un máquina como la nuestra para poder sobrevivir en la industria”.

El Confidencial, en colaboración con Banco Santander, tiene como principal objetivo dar a conocer los proyectos de personas que transforman la sociedad e impulsan el progreso.

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