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Controlar la epilepsia con electroestimulación en el cerebro (y desde casa)

Ángela Sepúlveda

El casco de Ana Maiques y su marido excita o inhibe partes del cerebro para tratar de curar enfermedades como la epilepsia o el párkinson

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ay enfermedades que tienen su origen en el cerebro. Para algunas, los medicamentos son suficientes para mantenerlas a raya; para otras, se sigue trabajando para encontrar ‘su medicina’. Pero, ¿y si pudiéramos tratar el cerebro directamente aplicando electricidad? Ana Maiques y Giulio Ruffini, su marido, han inventado un gorro que actúa directamente en aquellas partes del cerebro que están implicadas en enfermedades como la epilepsia.

“Hemos sofisticado la tecnología para que sea externa, no invasiva y no duela. Aplicar la electricidad de manera inteligente”, explica Maiques a El Confidencial. “Una de las novedades de nuestro gorro con electrodos es que te permite taguear -etiquetar- diferentes áreas del cerebro y seleccionar qué zonas quieres excitar o inhibir según la patología cerebral”. En el caso del alzhéimer, por ejemplo, lo importante es excitar partes del cerebro que están funcionando “por debajo de sus posibilidades”; en el cerebro de niños con epilepsia, reducir la excitación de “circuitos que están hiperactivados y generan las crisis”.

Starstim, el gorro que se coloca en el cerebro, ya se están probando en Boston en niños con epilepsia que no responden al tratamiento y tienen crisis todos los días. Los menores se colocan el gorro -al que han añadido unas orejas de ratón- y tienen una sesión durante diez días seguidos en el hospital. “Los efectos les duran dos meses, que es cuando vuelven a la clínica. Nuestra idea es que puedan hacer el tratamiento desde casa”.

Porque esa es la segunda revolución que pretende introducir en nuestras vidas la empresa fundada por Ana y su marido -Neuroelectrics-: que los tratamientos se puedan hacer desde el sofá. “Lo que tratamos son enfermedades crónicas y nuestro modelo de negocio es que podamos ir a casa y el paciente reciba el tratamiento allí. Habrá pacientes que lo necesiten tres veces por semana o quién lo hará todos los días 20 minutos”. El estudio está en marcha y aún queda por determinar si pasado un año el paciente podrá recibir menos dosis o el tratamiento será continuado.

"Lo que tratamos son enfermedades crónicas y nuestro modelo de negocio es que podamos ir a casa y el paciente reciba el tratamiento allí"

La epilepsia es su principal objetivo, pero también trabajan con pacientes de párkinson. “Ya se sabe que cuando les implantan un electrodo en el cerebro paran de temblar. Nosotros queremos hacerlo desde fuera, sin entrar directamente en el cerebro”, explica la fundadora de Neuroelectrics. Pero su aplicación puede elevarse al alzhéimer, hiperactividad, desórdenes de aprendizaje, depresión... Sin embargo, Maiques advierte: “El potencial es grande pero creo que funcionará en unas mejor que en otras, no creo que sea la solución para todos los problemas”.

En Europa trabajan en estudios con este casco para tratar la hiperactividad y la neurofibromialgia. La NASA les ha comprado el gorro para medir la fatiga en pilotos que hacen vuelos de largo recorrido y un grupo de investigadores quiere saber si pueden controlar un brazo robótico o un ordenador desde el cerebro con el gorro puesto. O incluso saber qué respuesta genera el cerebro de un paciente en estado vegetativo cuando tiene estímulos desde fuera. “El cerebro es un órgano complejo y creo que es un área fascinante del siglo XXI, intentar entender cómo funciona y ver cómo vamos a vivir más años y mejor”, explica.

Desde Starlab trabajan en la neurociencia y el espacio. “Utilizamos la tecnología satélite para monitorizar la irradiación en las ciudades”

El reto es grande, pero Maiques nunca se conformó con poco. Neuroelectrics nació de otra empresa, Starlab. La pareja no la creó de cero, era la compañía donde trabajaban. Entró en suspensión de pagos y Ana y Giulio decidieron comprar su filial de Barcelona. Adquirieron sus deudas pero también todo el trabajo que ya había hecho. Y desde Starlab trabajan en dos áreas: la neurociencia -de donde salió la pata de Neuroelectrics- y el espacio. “Utilizamos la tecnología satélite para monitorizar la irradiación en las ciudades. En vez de poner, por ejemplo, sensores de riego, utilizamos satélites para gestionar el agua, los recursos naturales…". Con su tecnología pueden evaluar el terreno y aumentar el rendimiento de una cosecha, predecir la llegada de medusas o evaluar la calidad del agua de las playas.

La suya parece una historia de éxito con un ascenso meteórico. En 2014 fue galardonada con el tercer premio de mujeres innovadoras. Antes, en 2010, fue considerada una de las personas con menos de 40 años más influyentes del mundo empresarial. “Pero en cada historia de éxito hay un fracaso. Tengo fracasos cada mes. El éxito solo se construye a través de bofetadas”. Porque mientras en Europa era reconocida por su trabajo, en EEUU no la conocía nadie. Es allí donde vive ahora. “Tuve que empezar de cero, haciéndome un nombre y la marca de la compañía desde cero. Fue un acto de humildad”, reconoce.

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