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Sociocracia en España: la aventura de Arterra
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la primera comunidad en españa

Sociocracia en España: la aventura de Arterra

Un antiguo seminario de los Padres Agustinos situado a 30 kilómetros de Pamplona es el escenario del primer experimento sociocrático de España

Tras desarrollar para la empresa tecnológica Philips el altavoz plano que actualmente se utiliza en los teléfonos móviles, Gerard Endenburg parecía preparado para asumir la dirección de la empresa familiar. Pero cuando este joven ingeniero holandés heredó Endenburg Elektrotechniek, quedó impactado por los conflictos que surgían continuamente entre sus trabajadores. Decidió entonces enfocar todos sus esfuerzos en mejorar las relaciones personales entre los empleados, lo que creía revertiría en un mejor funcionamiento de la empresa.

Tras años de investigación en sistemas de auto-organización electromecánica, e influido por la educación recibida en una escuela dirigida por el pacifista holandés Kees Boeke, donde las decisiones escolares se tomaban en consenso entre profesores y estudiantes, Endenburg decide entonces aunar estos conocimientos y aplicarlos a sus asalariados con el fin de llevar la armonía a la empresa. Había descubierto la sociocracia, y sus más de 100 empleados eran los primeros en adaptar a una sociedad empresarial este sistema de organización y toma de decisiones basado en los valores de equivalencia, transparencia y eficacia.

La palabra “Sociocracia” fue inventada a principios del siglo XIX por Auguste Comte, un filósofo francés considerado el padre de la sociología. Sus raíces provienen del latín societas (sociedad) y del griego krátos (autoridad), y se traduce como gobierno de socios. Aunque pudiera parecerlo, la sociocracia no es una teoría política. Es un método de auto-organización y una herramienta para la gestión de organizaciones sociales con un sistema incorporado de gobernanza dinámica y toma de decisiones que permite a la entidad, cualquiera sea su tamaño, desde una familia a un país, comportarse como un organismo vivo. El objetivo principal es el de desarrollar la coparticipación y corresponsabilidad de los actores, otorgando poder a la inteligencia colectiva al servicio del éxito de la organización.

Entrevista a Gill Charest, experto en sociocracia

Un método con cuatro reglas básicas

"El método sociocrático reposa en cuatro reglas básicas: toma de decisiones por consenso, estructura por círculos especializados e interconectados, flujo bidireccional de información entre estos grupos y elecciones abiertas sin candidato previo”, explica Gill Charest, consultor empresarial con más de 20 años de experiencia en sociocracia.

Este gurú, director del área de educación en el Centro Mundial de la Sociocracia imparte desde hace más de dos décadas talleres especializados en el empleo del método. La asimilación de la sociocracia en una empresa pasa por la formación de un grupo piloto que asistirá a varios seminarios formativos con el fin de comprender las reglas básicas, para después aplicarlas bajo la tutela de un experto sociocrático. Charest anima a la prueba del método: “Una gobernanza eficaz ayudará a la empresa a prosperar y proteger los intereses de todos los departamentos involucrados, inversores incluidos, garantizando el alcance de sus objetivos”.

Aunque en la actualidad aún se considere un experimento de ingeniería social, el método ha terminado su fase beta y lleva aplicándose con éxito desde los años 70, tanto en la esfera económica como en la educativa o la política. Algunos ejemplos son: un departamento municipal de policía, un monasterio budista, una guardería, una cadena de peluquerías o una red local de escuelas públicas. “El método funciona particularmente bien en organizaciones de hasta 1500 personas y algunas empresas de mayor tamaño están en fase de experimentación” anuncia Charest. Empresas, escuelas, comunidades y organizaciones políticas ya la aplican en países como Francia, Bélgica, Alemania, Inglaterra, EEUU, Canadá, y ahora, España.

El modo de vida de Arterra

Mauge cuida del huerto, Nadia y Charity preparan hoy la comida para 30 personas, otro compañero calienta la sala de reuniones, mientras que Alex se ocupa del generador de Biogás. Todos ellos viven en Arterra Bizimodu, una de las primeras comunidades en España que se organiza por sociocracia.

Arterra Bizimodu, que en euskera significa “modo de vida”, está situada en Artieda, un pequeño pueblo navarro a 30 km de Pamplona con poco más de cien habitantes, una panadería tradicional, un convento y una asociación cultural. La comunidad de Arterra habita un imponente edificio con más de 200 habitaciones. Un antiguo seminario de Padres Agustinos que una vez abandonado se convirtió en hospedería y por el que ahora sus nuevos moradores pagan un alquiler. Las habitaciones que se deslizan por los interminables pasillos de esta pequeña ciudad laberinto se han convertido en acogedores apartamentos que albergan a unas 50 personas, entre las que se encuentran varias familias.

La comunidad se siente un experimento. Llevan poco más de un año en el lugar, fieles a su voluntad de formar parte del concepto de Transition Towns: "Hemos pasado de ser un producto residual y alternativo a ser laboratorios válidos para nuevos modelos de vida", comenta Mauge Cañada. La idea de estas "ciudades en transición" es desarrollar proyectos ciudadanos comunitarios que creen resistencia y resiliencia ante un futuro colapso social que provocarían el cambio climático y la inestabilidad económica. A esto Arterra suma el objetivo de ser un centro formativo referente de oficios y herramientas sociocráticas que posibiliten “colaborar a la transición de este mundo y aportar un nuevo punto de vista en la esfera económica, ecológica, social, cultural”. Aunque muchos conservan su puesto de trabajo fuera de la comunidad, las metas que persiguen son la autofinanciación y la autosuficiencia, animados por la recompensa de “construir la vida que quieren vivir."

Tras desarrollar para la empresa tecnológica Philips el altavoz plano que actualmente se utiliza en los teléfonos móviles, Gerard Endenburg parecía preparado para asumir la dirección de la empresa familiar. Pero cuando este joven ingeniero holandés heredó Endenburg Elektrotechniek, quedó impactado por los conflictos que surgían continuamente entre sus trabajadores. Decidió entonces enfocar todos sus esfuerzos en mejorar las relaciones personales entre los empleados, lo que creía revertiría en un mejor funcionamiento de la empresa.

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