Es noticia
Carlos gana la batalla a la discapacidad intelectual: así se sacó unas oposiciones
  1. Sociedad
no hay imposibles

Carlos gana la batalla a la discapacidad intelectual: así se sacó unas oposiciones

Tiene 53 años, padece una grave discapacidad y no hay barrera que se le ponga por delante. Así consiguió plaza como ordenanza en Zaragoza después de toda una vida dedicada a la formación

Nada puede con ellos. Ni siquiera un 38% de discapacidad intelectual. Carlos cumplió el sueño de sacarse unas oposiciones -destinadas a este colectivo- gracias a su perseverancia, sus años de estudio y al apoyo que recibió por parte de asociaciones como Envera, que acompaña a las personas con este tipo de discapacidad en todas las fases de su vida. Ahora está “contentísimo” al comprobar que todo esfuerzo tiene su recompensa.

Es difícil imaginar “la satisfacción de una persona que encuentra trabajo cuando pensaba que nunca podría hacerlo” por culpa de su discapacidad, explica la directora de comunicación de Envera, Virginia Ródenas. Satisfacción como la que siente Adán, recién elegido concejal de Deportes, Festejos y Juventudes de su pueblo, Valdeaveruelo (Guadalajara).

Llevo una vida muy activa. Trabajo por la tarde como recepcionista de Envera desde hace 23 años y en septiembre he estado organizando las fiestas de mi pueblo”, relata a este periódico con una sonrisa en la cara. Adán sufre una minusvalía motora del 55%. La mayoría de sus compañeros padecen una discapacidad intelectual superior al 33% y desempeñan trabajos de manipulado, transporte logístico y lavandería en una unidad especial.

Un trabajo que da la vida

¿Cómo es el día a día de una persona con mentalidad de cinco años en un cuerpo adulto? Es el caso de algunos de los 99 trabajadores que se dedican estuchar cubiertos para compañías aéreas como Iberia o preparar neceseres de ayuda humanitaria para Cruz Roja. La mayoría de ellos padece retraso mental por daño adquirido en el nacimiento. “Hacen tareas adaptadas a su discapacidad”, explica Alfredo Sánchez, director de Operaciones de Envera.

Para ello cuentan con asistentes sociales y psicólogos encargados de mediar en los conflictos que puedan surgir entre los trabajadores. “Son frecuentes”, admite Sánchez. Los preparadores laborales identifican las cualidades de cada trabajador para repartir las funciones.

Pueden ser muy buenos en tareas como la observación o la memoria fotográfica. Su capacidad es extraordinaria, mucho mejor que la nuestra

Jesús es uno de los más veteranos. Llegó a Envera en 1989, con 21 años recién cumplidos. “Estoy muy a gusto”, asegura mientras prepara cuidadosamente unos neceseres con azúcar, sal, cubiertos y colonia. No hay nada que pueda desconcentrarle, ni siquiera las cámaras. Tampoco a Carmen, orgullosa de las amistades que ha forjado en el trabajo. “¡Salimos por ahí!”

“¿Qué ocurrirá con él cuando ya no estemos?”

“Esto es su vida. Aquí se relacionan con otras personas, obtienen recursos económicos y pueden integrarse en una empresa”, una posibilidad muy remota fuera de asociaciones como ésta. La función de Envera es proporcionarles un plan de futuro, continuidad y autonomía. “Si les das una responsabilidad, les haces importantes”, argumenta Ródenas.

El objetivo es asistir a la persona desde que nace, hasta que muere. Así lo explica el director general de Envera, Pedro Sobrino: “Les acompañamos en todas las fases de la vida, damos una respuesta social a esa inquietud de tantos familiares”. ¿Qué ocurrirá con él o ella cuando ya no estemos nosotros?

Envera ofrece una tutela ante el desamparo económico o el hecho de no tener a nadie, pero no sin dificultades. Los recortes han hecho daño a una asociación que atiende a unas 480 personas, el 70% con discapacidad intelectual. También cuenta con 32 plazas para adultos, 13 para gravemente afectados y 13 para mayores en residencias especializadas, un número insuficiente. “Las administraciones parecen sensibilizadas pero esperamos que esto se traduzca en más plazas”, confía Sobrino.

Manual para padres en situación límite

Nadie está a salvo de sufrir un grave traumatismo craneoencefálico en un accidente, padecer un trastorno mental, adquirir una discapacidad tras una caída, sufrir alguna patología asociada a la vejez o tener un hijo con daño cerebral adquirido en el parto. Es la historia de muchos padres que pasan por el centro de atención temprana, coordinado por Laura Rico. Logopedia, fisioterapia, estimulación o psicomotricidad son algunas de las actividades con las que los profesionales ayudan a los niños y a sus familias a salir adelante.

La unidad está a cargo de unos noventa pequeños escolarizados en colegios ordinarios pero con certificado de necesidades educativas especiales. En Envera aprenden a desarrollar sus habilidades sociales y estrategias de defensa. “Hay historias terribles de acoso escolar que sobre todo afectan a niños más mayores en institutos especiales de integración”, relata Rico a este periódico. En este tipo de centros “hay un descontrol importante” ante la falta de personal.

No hay recursos suficientes para asistir a uno de los colectivos más vulnerables de la sociedad

Son niños como Daniel, al que operaron a los diez meses por un quiste en el plexo coroideo. “En el postoperatorio sufrió un ictus que le dejó una lesión cerebral. Los médicos no sabían cómo iba a quedar y sólo nos dijeron que hay que trabajar muy duro con este niño”, cuenta su madre. Ahora Envera es su segunda familia y también la de Pablo, cuya malformación en el cerebro afecta a su sistema motor. “Me inquieta su integración social. Aquí recibe mucho cariño y apoyo”, dice su progenitora.

Ya soy adolescente, ¿ahora qué?

Sonsoles tiene 25 años y está a punto de sacarse la ESO. “Lo llevo bien aunque no soy amiga de las matemáticas”, comenta con desparpajo delante de la cámara. Está convencida de que podrá con ello, al igual que Guille. A sus 22 años, este joven se prepara para opositar y seguir así la estela de Carlos. Ya lleva un curso de Jardinería y una FP de Administración de Empresas a sus espaldas. “¡A ver si así empezamos a trabajar, eso es lo que importa!”

Lorena sueña con estudiar medicina. Esta joven con síndrome de Down ha trabajado como modelo en una gala solidaria, pero lo que de verdad le gustaría es curar a los demás. Su compañero Sergio, el más pillo de la clase, se decanta por la informática a sus 18 años recién cumplidos. “Somos una gran familia. Todos son muy amables aquí”, confiesa ante la atenta mirada de sus profesoras. Son ellas las que ayudan a estos chavales de entre 16 y 25 años a sacarse el graduado escolar y prepararse para encontrar trabajo.

La sombra del estigma

“Las empresas no quieren ni oír hablar de la enfermedad mental por la carga negativa que conlleva”, asegura Ródenas. A veces se nos olvida que todos somos susceptibles de pasar por una situación así, y más en una época en la que “cada vez hay más enfermedades mentales producto del estrés y la vida que llevamos”. Por suerte, ahora la sociedad empieza a entender unas patologías que hace no mucho tiempo se ocultaban en lugar de tratarlas.

Todas las empresas de más de 50 empleados están obligadas a tener a más de un 2% de la plantilla con una discapacidad superior al 33%, pero la mayoría no cumple con la Ley General de Discapacidad. Por eso Envera puso en marcha la campaña de afloramiento, una iniciativa con la que ayudan a las compañías a detectar casos de discapacidad entre sus trabajadores para cumplir así con esta normativa.

Para algunas firmas de sectores tecnológicos o aeronáuticos es mucho más difícil alcanzar ese 2% porque no encuentran perfiles que se ajusten a lo que buscan, explica Ruben Ortiz, responsable de Asesoría y Formación de Envera. Es lo que ocurre en Neoris, una consultoría de 600 trabajadores que decidió dar a conocer esta campaña entre sus empleados a través de carteles y correos electrónicos. “Unas diez personas estaban interesadas, pero la gente en general tiene bastante respeto a contar sus enfermedades”, declaran fuentes de la firma.

¿Tienes una discapacidad y no lo sabes?

Cardiopatías, deficiencias visuales agudas o problemas de cadera fueron algunas de las patologías que salieron a la luz, pero hay muchos más: diabetes, depresión, problemas metabólicos, mala audición... “Hay muchas personas que tienen una discapacidad y no lo saben o no se lo han planteado”, señala Ortiz. Esta campaña les permitiría obtener un certificado oficial con infinitas ventajas fiscales, subvenciones en ámbitos como el transporte o la educación, fácil acceso a viviendas de protección oficial o más derechos laborales.

¿Cómo beneficia a las empresas? “Pone de relevancia su apuesta por la diversidad y la integración. Además les permite cumplir la ley y mejorar su imagen corporativa al tratar la discapacidad en positivo”, argumenta Ortiz. “Pero hay mucho miedo al estigma”, admiten desde Neoris.

Algunos no quieren el certificado porque existe una visión negativa en la sociedad. Tienen miedo a ser discriminados en otras empresas

Si las empresas no respetan el 2% por falta de perfiles en el mercado y tampoco quieren participar en esta campaña, les queda la alternativa de solicitar el certificado de excepcionalidad con una condición: deben destinar 9.000 euros en concepto de donaciones por cada trabajador con discapacidad que dejan de contratar, o bien comprar bienes y servicios valorados en 19.000 euros por empleado en un centro especial de empleo.

Nada puede con ellos. Ni siquiera un 38% de discapacidad intelectual. Carlos cumplió el sueño de sacarse unas oposiciones -destinadas a este colectivo- gracias a su perseverancia, sus años de estudio y al apoyo que recibió por parte de asociaciones como Envera, que acompaña a las personas con este tipo de discapacidad en todas las fases de su vida. Ahora está “contentísimo” al comprobar que todo esfuerzo tiene su recompensa.

Discapacidad Empresas Enfermedades mentales Trastornos mentales
El redactor recomienda