Galicia despide a los muertos del Alvia

Galicia despidió en la tarde del lunes a sus víctimas en la Catedral de Santiago, en un acto religioso público y oficial pero dominado por el lamento impotente y anónimo de las preguntas que rodean desde el pasado miércoles a las familias de los fallecidos y heridos. Ellos fueron los protagonistas de las exequias, ocupando la nave central de la Catedral del Apóstol junto a los héroes de Angrois, los primeros en acudir al lugar del accidente, y los empleados de los servicios de emergencias que asumieron luego la atención de un desastre que tardará en desvanecerse del imaginario colectivo.

Ante la presencia de las autoridades eclesiásticas y civiles y en una ceremonia plagada de silencios y paréntesis de dolor sólo rotos por las notas de la Capilla de Música de la Catedral, el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, pidió la intercesión divina para la salvación “del alma de los fallecidos, la recuperación de los heridos y la serenidad para las familias de las víctimas”.

“En el atardecer de un día que se presentaba festivo, la noticia del accidente ferroviario sobrecogió nuestra alma”, recordó el arzobispo. “Nuestros hermanos han perdido sus vidas cuando tantos proyectos y tantas esperanzas llenaban sus quehaceres diarios. No es fácil comprender y aceptar esta realidad. Pero todo tiene sentido en nuestras vidas. No somos un grito en el vacío”, proclamó, antes de asegurar que “toda tristeza por la muerte de un ser querido es sagrada” y pedir “al Santo Apóstol Santiago y a nuesta Madre la Virgen María que hayan peregrinado” con los fallecidos “hasta el Pórtico de la Gloria Celestial”.

La representación institucional enfatizó la magnitud de la tragedia que conmociona a España desde la 20.41 horas del pasado miércoles. Las autoridades civiles estuvieron encabezadas por los Príncipes de Asturias y la infanta Elena, que en su entrada al templo fueron aplaudidos por los numerosas ciudadanos que se congregaron en la Plaza del Obradoiro para acompañar el desconsuelo de las víctimas desde el exterior de la Catedral.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, llegó acompañado de su esposa, Elvira Rodríguez, y ambos fueron recibidos en las puertas de la Catedral por el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. El Ejecutivo central también contó con la presencia de los ministros de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, de Interior, Jorge Fernández Díaz, y de Fomento, Ana Pastor. Además, asistieron el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba y la portavoz del grupo socialista en el Congreso, Soraya Rodríguez; así como la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, el Fiscal General del Estado, Eduardo Torres-Dulce, y el presidente del Senado, Pío García-Escudero, entre otras autoridades.

La delegación más nutrida fue la de los presidentes autonómicos que también quisieron estar presentes en las exequias: Ignacio González (Comunidad de Madrid), Juan Antonio Monago (Extremadura), Ramón Luis Valcárcel (Región de Murcia), Juan Vicente Herrera (Castilla y León), María Dolores de Cospedal (Castilla-La Mancha), Alberto Fabra (Comunidad Valenciana), Iñigo Urkullu (País Vasco), Pedro Sánz (La Rioja) y Paulino Rivero (Canarias).

La ceremonia religiosa, que recordó también a los fallecidos en el accidente de autobús de Italia que ha costado la vida al menos 39 personas, concluyó con un responso del Arzobispo en el que pidió, por última vez unidad en la “fe y en la esperanza”. “Que de esta forma vayamos caminando unidos hacia la casa del Señor”.

Después, los Príncipes de Asturias, la infanta Elena, Rajoy y su esposa, y Núñez Feijóo despidieron uno por uno a los numerosos familiares que acudieron a despedirse ante el Apóstol de sus víctimas. Lágrimas, rabia y miradas desconsoladas en los damnificados antes de volver a su casa para encontrarse consigo mismos y su pena.

La estampa para el recuerdo llegó después de que terminara la ceremonia, cuando los familiares de las víctimas y los vecinos de Angrois abandonaron la Catedral por el Pórtico de la Gloria para subirse en los autobuses que los habían llevado hasta allí. En ese instante, de forma espontánea, la multitud que esperaba en la Plaza del Obradoiro les dedicó una intensa y larga ovación que desprendió la autenticidad de los gestos que permanecen para siempre. El pueblo reconociendo la heroicidad del pueblo. Las víctimas y los vecinos encajaron esas palmas en silencio, con humildad. Y luego se marcharon.