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El emprendedor que supo reinventarse a tiempo
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CAMBIÓ SU NEGOCIO DE DEPORTIVOS PARA FABRICAR COCHES ELÉCTRICOS

El emprendedor que supo reinventarse a tiempo

La necesidad de reinventarse se tiene en algunas ocasiones a lo largo de una vida profesional o empresarial. Atreverse salva carreras y empresas. Sobre todo cuando

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El emprendedor que supo reinventarse a tiempo

La necesidad de reinventarse se tiene en algunas ocasiones a lo largo de una vida profesional o empresarial. Atreverse salva carreras y empresas. Sobre todo cuando se hace a tiempo y manteniéndose fiel a una idea principal, a un leitmotiv. Es el caso de un pequeño empresario dedicado a la fabricación de automóviles deportivos que supo ver la demanda del mercado y cambió la velocidad y la mecánica sofisticada por la tranquilidad y sencillez de los vehículos eléctricos.

Antonio Martínez Marín –cristianado José Antonio– siempre había sentido los rugidos de motor en su corazón y la gasolina correr por sus venas. La mecánica era su pasión desde niño, desde que veía a su abuelo afanarse en un pequeño taller de la calle Cartagena, en Murcia. Su padre no pudo mantener el negocio y llevó a toda la familia a Francia. Pero él siguió con su afición inolvidable y estuvo trabajando algunos años en un concesionario de Ford en Orly, al sur de París.

No tenía que mancharse demasiado en el trabajo, pues estaba en el servicio postventa, aunque continuaba cultivando su pasión. La mantuvo y por eso hizo la maleta en 1999 para volver a España con 37 años. Ahora, cuando acaba de abrir una sucursal de su empresa de fabricación de vehículos eléctricos Comarth a escasos metros de su antiguo lugar de trabajo cerca de la capital francesa, recuerda las primeras dificultades de hace doce años cuando se decidió a dar el salto e iniciar su propio negocio en el mismo sitio donde nació, Beniaján, una pedanía de Murcia. 

“En 2002 puse en el mercado los primeros coches deportivos fabricados aquí”. No tenía sueños de grandeza. Simplemente, aspiraba a sacar 40 o 50 coches al año de su fábrica destinados a apasionados del motor como él. Solo hacía dos modelos, el S-1 y el Xtamya. Creía que ese nicho pequeño de mercado podía ser para él. Muchos le dijeron que estaba loco. “¿Para qué vas a trabajar en eso?, me decían. Compra el terreno de al lado del taller y al día siguiente te haces millonario”, cuenta Antonio que le aconsejaban.

“Este país está acostumbrado al dinero fácil. Por eso tantos empresarios se metieron en la construcción y descapitalizaron sus propias empresas”, opina sobre el asunto. Pero aunque no pretendiera edificar un emporio automovilístico, las dificultades para entrar en un mercado de élite y la falta de financiación bancaria hicieron tambalearse la ilusión de su vida. “Teníamos clientes, pero no podíamos fabricar por falta de crédito y tampoco podíamos exigir el pago por adelantado”, puesto que no eran deportivos con prestigio ya adquirido o respaldados por una gran marca.

Así que no le quedó más remedio que redirigir su interés a otro nicho de mercado, sin sacarlo del mundo del motor, pero esta vez con propulsores eléctricos, no de combustible fósil. Cuando la burbuja inmobiliaria se hinchaba y se hinchaba sin aparente límite, en 2005, “le di la vuelta a la tortilla con mi pequeño equipo y empezamos con los vehículos industriales eléctricos”.

Destinados a tareas de vigilancia, mantenimiento, pequeños recorridos, reparto postal o, incluso, recreativos, los siete modelos que ahora fabrica Comarth Engineering S.L. están teniendo éxito. La empresa triplicará en 2012 la facturación que tuvo en 2011 y, si mantiene su ritmo, la cifra será pronto de dos dígitos en millones de euros. Pero para llegar a esos 1.400 vehículos que ha vendido en Francia, Noruega o España, entre otros países, también tuvieron que superar dificultades en los siete años transcurridos del giro empresarial.

“Al principio, íbamos a ver proveedores para los componentes pero, como todos estaban trabajando para la construcción, ni miraban los planos”. Tuvieron que encargar la fabricación en China de muchas de las piezas que necesitaban para los primeros modelos de coches eléctricos, convencidos de la viabilidad de su producto, “un vehículo pequeño, de uso urbano o de pequeño recorrido, limpio y barato, ideal para reparto, por ejemplo”, explica Antonio.

En su segundo intento, tampoco la banca ni la autoridad regional murciana fueron receptivas, muy ocupadas como estaban ambas en dar facilidades e invertir en desarrollos urbanísticos que ahora se caen a pedazos. En Comarth no desfallecen, porque “España tiene futuro competitivo si se le tuerce la mano a la banca: la inversión no puede ser pública y los beneficios para ella”, asegura, dejando traslucir su profunda creencia en su propio país.

Siguieron como pudieron, con cabezonería, convencidos él y su equipo de que tenían futuro, mientras los espejismos de ladrillo empezaban a desvanecerse. Hasta que en el Salón del Automóvil de Ginebra (Suiza) de 2009 se cruzó en su camino un invesor francés que apreció los modelos que allí presentó y entró al 50% en Comarth.

Al final, el pinchazo de la burbuja inmobiliaria también les benefició, pues ahora sí tienen provedores locales, los que ya no pueden trabajar para la construcción, y han dejado de trabajar en China: “Podemos producir aquí, mejor hechas y al mismo precio, las piezas que nos hacían allí”. La empresa se asentó en el mercado tras la entrada francesa y, consecuentemente, las nóminas han pasado de ser ocho en 2009 a 58 el pasado mes de agosto. “Más los empleos indirectos, porque ahora producimos todo aquí”, insiste Antonio.

No se la guarda, por tanto, a quienes miraron para otro lado cuando les pidió que trabajaran para él. Solo le queda el resquemor con las financieras: “Si sólo el 30% de lo que la banca ha perdido con la construcción se hubiera invertido en proyectos innovadores, seríamos líderes mundiales”, mantiene. Y, desde luego, para muchos sería más fácil de lo que ha sido para Antonio redirigir su actividad en tiempos de crisis.

La necesidad de reinventarse se tiene en algunas ocasiones a lo largo de una vida profesional o empresarial. Atreverse salva carreras y empresas. Sobre todo cuando se hace a tiempo y manteniéndose fiel a una idea principal, a un leitmotiv. Es el caso de un pequeño empresario dedicado a la fabricación de automóviles deportivos que supo ver la demanda del mercado y cambió la velocidad y la mecánica sofisticada por la tranquilidad y sencillez de los vehículos eléctricos.