Detroit: de la 'motown' a la 'ghost town' en solo sesenta años
En 1950, la ciudad de Detroit era considerada el epicentro de la pujante sociedad industrializada. Con 1,8 millones de personas y uno de los mayores ingresos
En 1950, la ciudad de Detroit era considerada el epicentro de la pujante sociedad industrializada. Con 1,8 millones de personas y uno de los mayores ingresos por familia del país, la 'Motor City' se convirtió en la panacea de miles de norteamericanos desempleados, que encontraban acomodo en las fábricas de gigantes de la automoción como General Motors, Ford o Packard. Trabajo para todos, suelo barato y tolerancia racial hicieron de Detroit la Tierra Prometida del capitalismo, la cuna de un nuevo sistema de producción llamado a imponerse en todo el mundo.
Hoy, en 2012, Detroit es una ciudad cuasi abandonada. De los cerca de dos millones de habitantes apenas quedan 700.000, la mayoría arremolinados en 'guettos' donde la pobreza y la criminalidad están a la orden del día. Del esplendor de los 50 solo quedan los esqueletos de las grandes factorías y centros de negocio, quemados en su mayoría con el fin de conseguir un último resuello de la aseguradora. El resto de las construcciones sucumben lánguidamente a la invasión de la naturaleza o sirven de refugio para ese tercio de su población que subsiste con menos de 9.800 dólares al año.
La historia de Detroit, fundada en 1701 por comerciantes de pieles franceses, no se comprende sin la de figuras como Henry Ford, los hermanos Dodge o Walter Chrysler. En 1903, Ford escogió un viejo taller en la Avenida Mack para fundar un negocio que a la postre cambiaría para siempre la ciudad. Las granjas, licorerías y pequeños comercios del extrarradio dejaron paso a grandes fábricas, autopistas y estaciones de servicio, símbolo de unos nuevos y motorizados tiempos.
Con los años 40 llegó el 'boom' económico, al tiempo que Detroit se fijó como metonimia de toda la industria automotriz americana. Mientras la ciudad exportaba productos sin cesar, también importaba trabajadores de todas partes, especialmente europeos y negros del Sur. Durante la Segunda Guerra Mundial Roosevelt rebautizó a la ciudad como el "arsenal de la democracia", dado que de sus fábricas salió el 35% de los proyectiles empleados por los aliados en el conflicto. En el 43, la factoría Ford era capaz de producir un bombardero B-24 a la hora.
Después de la guerra afloran una tensiones sindicales que en realidad encubren un problema racista. Y es que los trabajadores negros, que son empleados en jornadas de 18 horas, explotan contra sus patrones. En los altercados de 1943 mueren 23 hombres negros y 9 blancos en solo 36 horas. A resultas, las esquinas de la ciudad se llenan de agentes federales con la orden de disparar sin pensar antes de permitir nuevos tumultos.
Desde entonces Detroit es una de las ciudades con mayor conflicto racial de todo Estados Unidos. De ese sentimiento de opresión nace el célebre 'sonido Motown', abanderado por artistas de la talla de Marvin Gaye, Diana Ross o Michael Jackson. La revista Life, cuyas informaciones sobre la 'Motor City' han sido censuradas durante la guerra, advierte en su portada: "Detroit es pura dinamita. Si el motor de explosión se gripa, los negros pedirán cuentas a los blancos".
Los sucesivos aumentos del precio del combustible de la década de los 70, las deslocalizaciones de fábricas y la crisis económica de 1980 confirmaron una sospecha que venía tomando cuerpo: el modelo de desarrollo de Detroit es insostenible. Entre 1970 y 1989 se perdieron en la ciudad 860.000 puestos de trabajo solo en lo que al 'Big Three' del automóvil -Ford, Chrysler, GM- se refiere. Es entonces cuando comienza el éxodo masivo de trabajadores, que buscan en California y Chicago un futuro que su Michigan natal les niega.
Grandes áreas metropolitanas quedan absolutamente abandonadas. Factorías totalmente equipadas de 12.000 metros cuadrados se venden por menos de 20.000 dólares en los años 90. Una infinidad de tiendas cierra una noche para no volver a abrir jamás; los comerciantes prefieren huir sin informar al Gobierno, que les obligaría a traspasar el negocio o, en último caso, demoler el edificio. Ninguna de las opciones son viables.
Los tímidos avances conseguidos con el plan 'Renacimiento', auspiciado por los fondos de Washington y el estado de Michigan, se truncaron al inicio de la crisis actual. Ya no es cuestión de que los motores económicos se impliquen, sino de que funcionen al ritmo de antaño. Ford y General Motors han regresado a las ganancias este año después de un quinquenio de pérdidas... y de recortar de 32 a 14 dólares el precio de la hora de trabajo. Chrysler, que se ha desprendido del 54% de su plantilla, continúa con el balance en negativo. A diferencia de los años de posguerra, hoy el americano medio no siente vergüenza al conducir un Saab, un Hyundai o un Toyota. Como explicaba el alcalde David Bing a principios de año, "la era industrial tal y como la conocíamos, ha concluido. Es momento de afrontarlo y mirar al futuro".
Pero la sangría continua. Desde 1950, Detroit no ha visto engordar un censo de población y el volumen de desempleados reales flota en torno al 35%. Es el momento de que la ciudad haga bueno su lema ("Speramus Meliora; Resurget Cineribus") y evite convertirse en el mayor fantasma del capitalismo industrial.
En 1950, la ciudad de Detroit era considerada el epicentro de la pujante sociedad industrializada. Con 1,8 millones de personas y uno de los mayores ingresos por familia del país, la 'Motor City' se convirtió en la panacea de miles de norteamericanos desempleados, que encontraban acomodo en las fábricas de gigantes de la automoción como General Motors, Ford o Packard. Trabajo para todos, suelo barato y tolerancia racial hicieron de Detroit la Tierra Prometida del capitalismo, la cuna de un nuevo sistema de producción llamado a imponerse en todo el mundo.