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Los vecinos de Garoña se aferran a “la atómica”
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LA MAYORÍA DE HABITANTES DE PUEBLOS CERCANOS RECHAZA SU CIERRE POR RAZONES ECONÓMICAS

Los vecinos de Garoña se aferran a “la atómica”

El ronroneo del motor al apagarse rompe la quietud del Valle de Tobalina. Un coche y un desconocido… suficiente para despertar la curiosidad del anciano que

Foto: Los vecinos de Garoña se aferran a “la atómica”
Los vecinos de Garoña se aferran a “la atómica”

El ronroneo del motor al apagarse rompe la quietud del Valle de Tobalina. Un coche y un desconocido… suficiente para despertar la curiosidad del anciano que dormita en un banco bajo el sol del mediodía. Bastan cuatro palabras para que su mirada se llene de desprecio: “¿Periodista? Pues ya te puedes ir marchando por dónde has venido”. La reacción es comprensible. Esto es Santa María de Garoña, aquí faltan vecinos y sobran reporteros ávidos de historias. Sobre todo después de que el visto bueno del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) haya garantizado recientemente la continuidad de la planta burgalesa. La posterior confirmación del Gobierno para prorrogar al menos cinco años más su funcionamiento ha intensificado el debate sobre la central nuclear en activo más antigua de España, cuya clausura estaba prevista para 2013.

A cuenta de Garoña, los partidos se han enzarzado en el País Vasco. Mientras PP, cuyo secretario general Iñaki Oyarzábal estaba hasta ahora entre los contrarios a la continuidad, PNV y PSE discuten por la presión que debe ejercer Kutxabank, dueña de un 5%, sobre Iberdrola para cerrar la central, en los pueblos próximos a la planta no hay debate. Las preguntas molestan (“porque aquí -reconoce una mujer- hacia fuera nadie comenta nada”), pero cuando la gente de Santa María de Garoña, Barcina, Quintana o Frías responde lo hace de forma casi unánime: la atómica, como se la conoce en la zona, no debe cerrarse. Principalmente porque no hay otra opción. “Me parece maravilloso lo de la prórroga. Todo lo que dé trabajo aquí, que no hay nada, es bueno. Y no solo por los puestos fijos, también por las cosas temporales que salen, sustituciones y así. Porque en este valle no hay turismo, ni siquiera hay casas rurales para alquilar. Además, a los jóvenes les dan subvenciones y llega dinero a Quintana (el centro de poder en el valle)”, dice una vecina de Barcina.

Quienes se manifiestan a favor de la central ofrecen el mismo argumento: no hay ninguna alternativa económica. La agricultura cerealista del valle no demanda mucha mano de obra y el turismo en zonas de gran potencial como Frías o Herrán no acaba de explotar. Reconocen, no obstante, que muy pocas personas del Valle de Tobalina trabajan en la atómica. “De la zona hay cuatro que se manifiestan en contra de la central. Ahora mismo, nadie quiere que se cierre. La gente está a favor de la prórroga porque hay mucho trabajo temporal y Quintana recibe 400.000 euros anuales de la central vía impuestos”, comentan en un bar de este pueblo.

Los pocos que representan la nota discordante aseguran que la mayoría de sus vecinos está a favor de la planta "por la opacidad y la falta de información". "Cuando aquí hay manifestaciones los que protestan son de Álava, Vitoria o Bilbao. De los pueblos no va nadie, porque a quien está en contra le miran mal. Pero lo que más me jode es la falta de información entre la gente del valle porque de los pueblos no trabaja nadie en la central, trabajan los de Miranda y los de Trespaderne", argumentan. Con ellos, los grupos ecologistas. Desde Greenpeace afirman que "de los 325 trabajadores que tiene la central solo hay 22 del valle. Puestos de trabajo directos da poquísimos (...), las nucleares no generan gran demanda de trabajo salvo durante su construcción. No hay ni 5.000 empleos directos en el sector nuclear español, según datos de los propios sindicatos. Lo peor es que no permite la instalación de nuevos sectores, nadie invierte en una zona nuclear".

"(La prórroga) es absurda", dice Carlos Bravo, responsable de la campaña antinuclear, "es una central que se inhibió de hacer inversiones porque sabían que iban a cerrar. Tiene problemas de diseño y, ante una falta de suministro eléctrico, pierde su capacidad de refrigeración".       

En la arena política, las posiciones no podrían ser más dispares. Para el Partido Popular, UPyD y CiU ni la planta está obsoleta ni su producción es "prescindible": aporta el 6,5% de la energía nuclear nacional y el equivalente al consumo energético del 33% de Castilla y León. Los socialistas hablan de "serios riesgos para la seguridad", al tiempo que no ponen en duda la seguridad de las plantas españolas. Mientras, IU reitera que "según ha reconocido el CSN, sufre un proceso de agrietamiento múltiple por corrosión" que afecta a diversos componentes internos de la vasija del reactor. En Garoña, ajena a vasijas y reactores, una señora entrada en años sale a la ventana atraída por el sonido del coche que abandona el pueblo. Hay tiempo para una última pregunta. “¡Nada! -dice antes de desaparecer en el interior- De la atómica yo no quiero saber nada. Y del pueblo tampoco”.

El ronroneo del motor al apagarse rompe la quietud del Valle de Tobalina. Un coche y un desconocido… suficiente para despertar la curiosidad del anciano que dormita en un banco bajo el sol del mediodía. Bastan cuatro palabras para que su mirada se llene de desprecio: “¿Periodista? Pues ya te puedes ir marchando por dónde has venido”. La reacción es comprensible. Esto es Santa María de Garoña, aquí faltan vecinos y sobran reporteros ávidos de historias. Sobre todo después de que el visto bueno del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) haya garantizado recientemente la continuidad de la planta burgalesa. La posterior confirmación del Gobierno para prorrogar al menos cinco años más su funcionamiento ha intensificado el debate sobre la central nuclear en activo más antigua de España, cuya clausura estaba prevista para 2013.