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La crisis del pepino acaba con otro mito: la eficiencia alemana
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DESCONOCEN EL ORIGEN DE LA EPIDEMIA TRES SEMANAS DESPUÉS

La crisis del pepino acaba con otro mito: la eficiencia alemana

Berlín va a recibir una buena lección de humildad. Y le hace mucha falta, porque la gestión de la crisis bacteriana ha sido un desastre que

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La crisis del pepino acaba con otro mito: la eficiencia alemana

Berlín va a recibir una buena lección de humildad. Y le hace mucha falta, porque la gestión de la crisis bacteriana ha sido un desastre que denuncian ya la oposición y los medios de comunicación de la República Federal. El primer caso de infección por la bacteria E-coli 104 se produjo en Hamburgo el día 1 de mayo. Pasaron dos semanas y media hasta que intervinieron los expertos del Instituto Robert Koch, especializado en infecciones y enfermedades poco conocidas.

En el ministerio de Sanidad estaban recibiendo en esos días a un nuevo titular del departamento, el inexperto político liberal Daniel Bahr, sin ninguna formación científica. La ministra federal de Agricultura, Ilse Aigner, tampoco se dio por aludida tras las primeras acusaciones desde la consejería de Sanidad de la ciudad-estado de Hamburgo contra los pepinos españoles y sólo después de una conversación telefónica entre Merkel y Zapatero, se vio forzada a realizar unas breves declaraciones este viernes a dos medios españoles hablando de la calidad de los productos agrícolas de nuestro país

Empezaron a llenarse los hospitales y a subir el número de fallecidos. Los científicos daban sus versiones, a veces contradictorias, sobre las posibles causas de la epidemia. Incluso se reprochaban unos a otros su lentitud en hallar las causas de estas infecciones. Los políticos regionales, en Hamburgo, en Schleswig Holstein, en Baja Sajonia, también hacían sus declaraciones en una cacofonía a la que desde Berlín nadie ponía freno.

Científicos desbordados; controles deficitarios y tardíos

A día de hoy, después de tres semanas de crisis, en Alemania nadie sabe qué ha causado esta epidemia. No son los pepinos españoles, tampoco los brotes de alfalfa o de soja de una granja ecológica en un pueblo de Baja Sajonia. Los científicos germanos piden comprensión porque “las pruebas necesitan su tiempo para poder llegar a conclusiones definitivas”. Pero lo cierto es que, por no tomar medidas desde la aparición de los primeros casos, se han perdido esas pruebas o sustancias que podrían haber servido para hallar la clave del problema.

A muchos de los enfermos ingresados no se les ha hecho un cuestionario desde el primer momento acerca de lo que habían comido, los médicos están desbordados y en los Institutos que centralizan los datos a nivel nacional falta gente para estudiarlos y compararlos. Para mas inri, en estos institutos no se trabaja precisamente con rapidez y las oficinas de salud a nivel regional mandan sus datos al organismo central o federal no diaria, sino semanalmente.

Esta es la situación en una Alemania que se permite dar lecciones a otros países europeos y cuya ministra de Agricultura tiene que echar mano de Bruselas tras admitir que “se trata de un problema europeo que debe ser solucionado a nivel europeo”. Hoy, en Luxemburgo los ministros de Agricultura estudiarán indemnizaciones para los campesinos alemanes, españoles y holandeses que se ven arruinados por la alerta sanitaria contra sus productos. Estamos hablando de pérdidas semanales de 200 millones de euros en cada país afectado.

No es este el único, ni tal vez el último, escándalo en torno a la seguridad alimentaria en este país, donde el consumidor medio se gasta lo menos posible en comida y donde los supermercados cada día presentan ofertas en productos de alimentación cuyos bajos precios deberían mover más a la sospecha que a la compra. Sí puede ser la oportunidad para que Alemania reconsidere su actual estructura en materia de identificación y combate de infecciones y síndromes poco comunes y para que aumente los controles sobre todo lo relacionado con la comida. Lo que hay se ha demostrado insuficiente y los alemanes se preguntan cómo puede ser que su gobierno a estas alturas de la película todavía no tenga  respuestas. Las chapuzas, como se ve, no son una exclusiva de los países del Sur.

Berlín va a recibir una buena lección de humildad. Y le hace mucha falta, porque la gestión de la crisis bacteriana ha sido un desastre que denuncian ya la oposición y los medios de comunicación de la República Federal. El primer caso de infección por la bacteria E-coli 104 se produjo en Hamburgo el día 1 de mayo. Pasaron dos semanas y media hasta que intervinieron los expertos del Instituto Robert Koch, especializado en infecciones y enfermedades poco conocidas.

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