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"Nunca comprendí el mundo del hombre"
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'EL CONFIDENCIAL' HABLA CON MARCOS RODRÍGUEZ, AUTÉNTICO PROTAGONISTA DE 'ENTRE LOBOS'

"Nunca comprendí el mundo del hombre"

Había cumplido siete años cuando el destino lo puso encima de una ladera de Sierra Morena, al lado de un pastor que sería para él, lo más parecido a la imagen paterna

Foto: "Nunca comprendí el mundo del hombre"
"Nunca comprendí el mundo del hombre"

Cuando el Nobel de Literatura Rudyard Kipling escribió El Libro de la selva, nunca pudo sospechar que en otro lugar en el mundo, muy distinto al de su fantasía, sucedería una historia similar a la que él creó, pero en tiempo y en espacio diferentes. Sucedería en el Valle del Silencio, allá por 1953 y lo único distinto en la trama seria que el diminuto Mowgli en cuestión, esta vez sería de carne y hueso. Se llama Marco Rodríguez, y su padre, se lo quitó de en medio como el que deshecha unos zapatos que no le sirven. El niño había cumplido siete años cuando el destino lo puso encima de una ladera de Sierra Morena, al lado de un pastor que sería para él, lo más parecido a la imagen paterna: “No se muera usted nunca -le decía Marco temeroso por las noches en la cueva en la que habitaban- que con usted estoy aquí muy a gustito. Mi madrastra me molía a palos”. El calor de aquella cueva ha quedado prendida en su pupila, igual que las ascuas del carbón.

Con Damián él aprendió a cuidar las cabras, a cazar, a dar de comer a los lobos, a buscar comida, y a besar su soledad. Cuando un día el pastor cerró sus ojos, él se quedó solo con la luz de la luna y los aullidos de lobos, Y como un augurio de esperanza un amanecer, al igual que se acercaron a Mowgli Ramma y Raksha, así llegaron los lobeznos hasta Marco, al niño que nunca le habían contado un cuento. Y sin más lo incorporaron a su familia de lobos, esa familia imaginaria que le sirvió para combatir la soledad.

De esta manera nos lo cuenta, el hombre que sobrevivió al Valle del Silencio en una entrevista concedida a El Confidencial “Un día oí ruido detrás de unas rocas. Me acerqué y había unos lobeznos. Les fui a dar comida, como me enseñó Damián y me revolqué con ellos… Vino la loba y lanzó un mordisco… Me fui… Un día estaba en la cueva y entró la loba. Yo me fui al fondo… Creía que me iba a comer… ¡Cómo antes me había atacado! Pero me dejó un trozo de carne… Me lo iba acercando… Y al final se acercó y la abracé… Y fueron confiando en mí. Yo les daba comida y jugaba con los lobeznos y poco a poco, así, fue como me fui convirtiendo en el jefe de la manada". Hasta los 19 años permaneció solo con la única compañía de los lobos.

Marco es tímido. Huidizo y humilde. Tiene el porte de los que la Naturaleza les ha dado todo al precio de nada. Ahora su historia narrada magistralmente en la película de Gerardo Olivares es la más taquillera nada mas estrenada, después de la del arrogante Harry Potter. Marco ignora quien es Harry Potter, no sabe leer ni escribir pero si sabe entusiasmar a la gente. Cuando le hablamos de la transcendencia que está teniendo su film no comprende la curiosidad que ha despertado “Comencé a ser consciente de que algo pasaba desde que los medios de comunicación empezaron a interesarse por mí. Lo que nunca imaginé es la gran aceptación que está teniendo entre el público. Gerardo me ha dicho que ya la han visto 150.000 personas, ¡y pensar que a nadie le ha interesado mi historia durante 45 años! Realmente estoy sorprendido”.

Acariciando a su gato

A Marcos lo halló Gerardo Olivares en Galicia. “Su historia la descubrí por casualidad. Fue a partir de una noticia que publicaron varios diarios nacionales. En la foto de portada aparecía una chica camboyana que había sido encontrada después de haber estado 20 años perdida en la selva. Me picó la curiosidad y comencé a buscar más información en internet, y lo que descubrí es que hubo un caso muy parecido en mi tierra, Sierra Morena. El protagonista se llamaba Marcos Rodríguez Pantoja”.

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Desde entonces no paró hasta dar con este hombre del que ahora es su amigo. “El día que me tropecé con él me puse a llorar. En principio, no tenía mucha esperanza de encontrarlo. El antropólogo que hizo su tesis doctoral sobre el caso de Marcos me dijo que estaba muerto. Nadie sabía nada de él, hasta que conocí a un detective privado que consiguió localizarlo. Me dijo que estaba vivo y que su residencia estaba en una aldea de Orense. Mi primer encuentro fue impactante. Era de noche, él estaba en una esquina del patio acariciando un gato y me miró receloso, pero pronto nos hicimos muy buenos amigos”.Gerardo no ha olvidado esa noche, en la que tenía delante de él la historia que tanto había soñado. “Marcos siempre quiso contar su vida, nos dice, pero casi nadie le creía. Con mi proposición, al principio estuvo muy reacio, pero cuando nos fuimos conociendo, le pareció bien porque de alguna manera es devolverle la dignidad ante esa gente que no creyó su historia con los lobos. Nos hicimos inseparables y desde entonces tenemos una relación muy buena. Él me ayudó mucho en la peli”.

Los lobos son más nobles que las personas

Cuando Marco sonríe los ojos se le empequeñecen y una se lo imagina campando libre, a sus anchas con los lobos. En la entrevista concedida a nuestro periódico reconoce que “es más fácil ser líder de una manada de lobos que lidiar el día en nuestra sociedad. A mí me han engañado mucho desde que salí del monte. Mucha gente se aprovechó de mí. Los lobos son más nobles que las personas, y a pesar de la fama que tienen, a mí siempre me respetaron. Nunca he comprendido el mundo de los hombres. Los mejores años de mi vida fueron los que pasé en el monte con los animales, ellos nunca me engañaron”. Y es que sus particulares Ramma y Raksha fueron sus auténticos ángeles de la guarda en una sierra donde nadie pensó que él pudiera sobrevivir. Cuando Marco retornó a esta tierra para rodar las escenas finales de la película después de cuarenta años, se reencontró con su pasado y desde lo alto de una cumbre como si fuera el primer día, volvió aullar como ellos.

Allí recordó cuando lo sacó la Guardia Civil del monte cuando cumplió 19 años. Un guarda de una finca próxima lo delató y lo prendieron. Lo mandaron para Madrid, con unas monjas, después el servicio militar. Y cuando se licenció trabajó en Mallorca con gente que lo maltrató, y lo menospreció riéndose de él por criarse con lobos. Cuenta que “desde que me cazó la Guardia Civil, nadie se ha preocupado por mí hasta que conocí a Manuel, el hombre con el que vivo ahora en Galicia. Estoy muy agradecido”.

Una mira embobaba a Marco y le preguntó: ¿Qué tiene usted para atraer a los lobos? Y casi sin sonreír, sólo mirando al infinito y con un poco de sonrojo, contesta: “Será que soy medio lobo”.

Nadie lo pone en duda porque en el rodaje de la película las escenas de los lobos con Marcos era pura magia. La perfecta simbiosis de hombre y animal. Como si en otras vidas hubieran sido una misma cosa y cuando se sube a una roca, aúlla y los lobos lo sienten, lo oyen, y lo rodean, te embarga la certeza de lo que habita en su alma.

Aplausos en los créditos

La película esta barriendo taquilla. Con un presupuesto de 4,5 millones de euros acaricia de cerca al temido Harry Potter. “Harry Potter ha costado mucho más que el triple de Entrelobos, alrededor de 250 millones de euros. Un buen presupuesto sin duda que ayuda, pero si no hay una buena historia, es difícil hacer una buena película. Entre mis 10 films preferidos, la mayoría no ha costado más de tres millones”, nos cuenta Gerardo Olivares. Él ha conseguido emocionar con esta historia, sabiendo que el factor emocional es casi todo en el cine :“Eso me dicen, que hay mucha gente que sale del cine emocionada, con los ojos llorosos. Y en varias salas han aplaudido durante los créditos, eso no suele ser normal”.

Ahora ya sólo resta que lleguen los Goyas a las estanterías de este mago de la naturaleza. Vestir a Marco de smoking para recibir el galardón va a ser difícil “prefiero no pensar en ello, mi mayor satisfacción es la respuesta del público y eso vale más que cien Goyas. Pero si por mí dependiera, se lo daba mañana mismo”.

Y si Kipling despertara en este siglo y se encontrara con esta nueva adaptación de El Libro de la Selva, seguro que inmortalizaba a Marcos y a Gerardo. ¿Es un reclamo para que los niños amen la naturaleza? “Si eso es lo que conseguimos después de que vean la peli entonces me sentiré el hombre más feliz del mundo”.

Cuando el Nobel de Literatura Rudyard Kipling escribió El Libro de la selva, nunca pudo sospechar que en otro lugar en el mundo, muy distinto al de su fantasía, sucedería una historia similar a la que él creó, pero en tiempo y en espacio diferentes. Sucedería en el Valle del Silencio, allá por 1953 y lo único distinto en la trama seria que el diminuto Mowgli en cuestión, esta vez sería de carne y hueso. Se llama Marco Rodríguez, y su padre, se lo quitó de en medio como el que deshecha unos zapatos que no le sirven. El niño había cumplido siete años cuando el destino lo puso encima de una ladera de Sierra Morena, al lado de un pastor que sería para él, lo más parecido a la imagen paterna: “No se muera usted nunca -le decía Marco temeroso por las noches en la cueva en la que habitaban- que con usted estoy aquí muy a gustito. Mi madrastra me molía a palos”. El calor de aquella cueva ha quedado prendida en su pupila, igual que las ascuas del carbón.

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