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“Soy muy chulo, pero os conduciré al éxito”
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EL TRIUNFO DEL MODELO 'MOURINHO'

“Soy muy chulo, pero os conduciré al éxito”

Esos líderes vanidosos y engreídos, a los que les encanta situarse bajo los focos y centrar todas las miradas, están de moda. Puede que sean altivos

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“Soy muy chulo, pero os conduciré al éxito”

Esos líderes vanidosos y engreídos, a los que les encanta situarse bajo los focos y centrar todas las miradas, están de moda. Puede que sean altivos y arrogantes, pero dicen que garantizan el éxito y que, por tanto, tienen derecho a ser prepotentes. El caso de José Mourinho es ejemplar en la medida en que, gracias a su carácter, ha conseguido suscitar más atención mediática que cualquiera de sus compañeros de profesión y ha obtenido más poder en el vestuario que cualquiera de los anteriores entrenadores de la era Florentino Pérez. Probablemente porque esa mezcla de personalidad marcada, actitud altiva y mano dura a la hora de dirigir los equipos está de regreso, y no sólo en el deporte. Muchas empresas prefieren para puestos relevantes a aquellos líderes que se alejan de la empatía y del diálogo: lo que importa es ganar, y si ellos lo aseguran, pueden ser todo lo chulos que quieran.

 

Para Gerardo Aguado, profesor de psicología de la Universidad de Navarra, este tipo de líder que apuesta por ejercer la autoridad de modo firme resulta especialmente conveniente en nuestros tiempos, demasiado permisivos. “Un líder tiene que poner orden en su equipo. Y si diriges al Madrid, tendrás que exigir a los futbolistas que trabajen, les guste o no, porque para eso cobran un pastón. En un club así, la meta del entrenador no es educar a los jugadores, sino que metan goles. Y si tiene que gritarles para que cumplan, pues tendrán que aguantarse”.

 

Según Aguado, el líder debe saber el nivel de presión que el grupo requiere, “y si le toca dirigir colectivos cuyo nivel de desarrollo afectivo emotivo es bajo, pues tendrá que tratarlos como lo que son”. En el sentido positivo, este profesor encuentra una referencia de liderazgo en Toni Nadal, un entrenador rígido e insistente, cuya exigencia acabó por convertir a su sobrino en uno de los mejores de los tenistas de la historia. “Cuando Rafa Nadal ganó su primer torneo, su tío le enseñó una lista de tenistas y le preguntó si conocía a alguno de ellos. Rafa contestó que no, y su tío  le dijo que todos estos habían ganado el torneo como él. Así conseguía rebajar la vanidad. Esas actitudes son muy positivas: los deportistas tienen que ser duros, aguantar las frustraciones y moderar el ego”. Por eso, el tipo de liderazgo empático que está de moda, le parece “inútil”, ya que sólo sirve en algunos casos: “Un líder empático y tolerante sólo es válido para aquellos grupos en los que todos están centrados, saben lo que tienen que hacer y cumplen con su parte”.

 

Para Pilar Rojo, directora del executive master Dirección de RRHH de IE Business School, tanto el liderazgo fuerte como el empático pueden funcionar, en tanto la clave del éxito no reside en las formas, sino en la aceptación de la persona. “El liderazgo tiene una característica imprescindible y es que los seguidores acaten al líder, que no haya una brecha entre lo que éste propone y lo que los seguidores hacen”. Si ese objetivo se alcanza, pueden desarrollarse diferentes modos válidos de dirigir al grupo, que dependerán ante todo de los mecanismos con los que el líder trate de adaptarse a la situación.

 

Según Rojo, lo esencial es que "la persona que va desempeñar el liderazgo “sea alguien respaldable. Si se trata de alguien respetado y con experiencia, puede ser más o menos mediático, como le ocurre al presidente de General Electric o preferir la empatía, como esos líderes que prefieren estar en la planta con sus trabajadores, y ambas cosas funcionarán bien”.  Sin embargo, también entiende que los líderes muy carismáticos que pueden funcionar bien en el deporte o en la política no son convenientes para el mundo de los negocios, ya que “en las organizaciones prima la consecución de resultados en un entorno de gran de competencia. Que un líder dé visibilidad a su equipo y a su compañía, puede ser positivo, pero las tareas que debe cumplir son otras”.

 

Bombardeo de la falsa felicidad

 

Más allá de su eficacia real, que estos líderes narcisistas y prepotentes estén de moda es una dato relevante a la hora de entender nuestras sociedades. Cuando alguien dice de sí mismo que es un ganador y que tiene la fórmula del éxito y consigue con ese discurso que la gente le siga, también nos está mostrando, como asegura Toni Talarn, psicoterapeuta y profesor de psicopatología en la Universidad de Barcelona, que “nuestra sociedad está ávida de triunfos y de personajes ganadores. Sólo hay que ver lo que ocurrió con el mundial o cómo se recibe al ganador de cualquier prueba deportiva. Las masas enloquecen, esperan horas, lloran, ponen el nombre del ganador a los bebés…” Según Talarn, esta clase de actitudes nos señala de forma inequívoca el vacío en que viven muchas personas, “para quienes la anodina cotidianeidad es difícil de soportar. Piensan que la vida ha de ser excitante, cambiante y satisfactoria”, por lo necesitan constantes héroes con los que identificarse. “Así pueden satisfacer anhelos un tanto pueriles, como ganar siempre, aplastar al contrario o tenerlo todo. Y con la crisis, la falta de empleo, la poca esperanza en la política para que el mundo mejore y la infame televisión, no es extraño que las masas, siempre poco cultivadas, se apunten a un bombardeo de ilusión y falsa felicidad, léase Belén Esteban, el fútbol o lo que sea”.

 

Tampoco ayuda, señala Talarn, que vivamos en un contexto de valores débiles en el que “la mayoría de la gente sólo aspira a tener dinero. Antes, en la universidad, compartíamos apuntes, ahora no se los dejan para que el otro no saque buena nota. Se compite en todo. Y se busca la fama a cualquier precio, matándose por salir en la tele. Ideales quedan y hay muchas personas (y muchos jóvenes) que son currantes, idealistas y esforzados. Pero si hablamos de mayorías sociales, el asunto está claro”. Y en este tipo de sociedades  resulta muy sencillo que los líderes que prometen éxito y dinero tengan mucho más predicamento que aquellos que sólo prometen esfuerzo y sentido común.

 

Esos líderes vanidosos y engreídos, a los que les encanta situarse bajo los focos y centrar todas las miradas, están de moda. Puede que sean altivos y arrogantes, pero dicen que garantizan el éxito y que, por tanto, tienen derecho a ser prepotentes. El caso de José Mourinho es ejemplar en la medida en que, gracias a su carácter, ha conseguido suscitar más atención mediática que cualquiera de sus compañeros de profesión y ha obtenido más poder en el vestuario que cualquiera de los anteriores entrenadores de la era Florentino Pérez. Probablemente porque esa mezcla de personalidad marcada, actitud altiva y mano dura a la hora de dirigir los equipos está de regreso, y no sólo en el deporte. Muchas empresas prefieren para puestos relevantes a aquellos líderes que se alejan de la empatía y del diálogo: lo que importa es ganar, y si ellos lo aseguran, pueden ser todo lo chulos que quieran.

José Mourinho