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Ser fotógrafo en Las Ventas: “No te acostumbras, cada cornada duele”
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25 AÑOS FOTOGRAFIANDO EL ROSTRO DEL ARTE Y LA MUERTE

Ser fotógrafo en Las Ventas: “No te acostumbras, cada cornada duele”

Aún tienen el polvo de Las Ventas impregnado en los zapatos. Terminó la feria y este San Isidro les dejó con más tardes de dolor que

Foto: Ser fotógrafo en Las Ventas: “No te acostumbras, cada cornada duele”
Ser fotógrafo en Las Ventas: “No te acostumbras, cada cornada duele”

Aún tienen el polvo de Las Ventas impregnado en los zapatos. Terminó la feria y este San Isidro les dejó con más tardes de dolor que de gloria. Son los fotógrafos de Las Ventas. En su poder quedan las más de 14.000 instantáneas tiradas -cada uno llega a hacer entre 500 y 1.000 fotografías por corrida-. Los habituales suelen ser hasta veinte y entre ellos se ven de temporada en temporada.

 

Son los ojos de la Monumental, los notarios de la actualidad y el arte taurino a pie de burladero. Toman asiento junto al tendido 8. Allí todos se conocen, los de El Mundo, EFE, El País, burladero.com… y con sus 'réflex', sus objetivos, sus manías y sus trucos, se enfrentan cada tarde a su particular faena. El preludio del paseíllo y el agudo sonido del clarín les alerta, es hora de clavar el objetivo como espada entre el torero y el toro. Sus pupilas bailan por el coso y el tendido en busca de la ansiada imagen. La suerte está echada.

 

"La tensión es máxima, llega a ser agotador, durante más de dos horas estás mirando, tienes un ojo en el objetivo y otro buscando cualquier incidente que pueda producirse en la plaza”. Cualquier despiste puede pagarse caro porque “todos fotografiamos el mismo instante, pero todos tenemos diferentes instantáneas”. Juan Miguel Sánchez Vigil es uno de los fotógrafos decano de las Ventas. Lleva 25 años tras el objetivo. La foto que más le duele “es la foto perdida. Con que se escape una ya es suficiente. Te marca toda la vida. Si te pierdes la estocada de Juan Bautista o la salida a hombros de Esplá es algo que lo llevas siempre. Además, te castigas porque sabes que si la has perdido es porque no estabas atento”. 

 

Aparicio, una imagen para la historia

 

Miguel Ángel Moncholi pone con sus comentarios poesía a cada una de las tardes en la plaza madrileña. Está convencido de que uno de los momentos más duros es el que llega tras una cogida. “Te sigue doliendo mucho, no te acostumbras. La plaza enmudece, se queda callada, expectante. A veces la relación con los toreros y hasta con sus familias acaba siendo muy íntima  si ya te cuesta ponerles mal en una crónica cuando no ha sido una tarde buena, imagina el dolor, es inevitable cuando llega la cornada”.

 

La última embestida que pasará a los anales de la tauromaquia lleva por nombres el del diestro, Julio Aparicio, y el del toro, “Opíparo”, el jabonero de 530 kilos, que le metió el cuerno taladrándole la boca como quien cuelga un abrigo en su testuz. Iván de Andrés, fotógrafo de burladero.com, aún recuerda ese momento “en el instante de producirse no lo ves, no se aprecia, pero cuando coges la cámara y empiezas a ser consciente de lo que acabas de fotografiar… No hay palabras para describirlo, yo sentí una sensación extraña en el estómago. Al ver el pitón atravesando su boca me llegué a preguntar: pero ¿qué he fotografiado? La única palabra que se me ocurre para traducir lo que sentí es la de espeluznante. 'Espeluznante', esa es la palabra”.

 

“Yo creo que ninguno de los fotógrafos vemos la tragedia. Haces muchos disparos en ráfaga y la réflex dispara y levanta el espejo”. Sánchez Vigil tiene claro la máxima en fotografía periodística: "Si con tus ojos la estás viendo, esa foto no sale”. Al ver la imagen de Aparicio “la entendí de dos formas, una informativa y otra documental. Para mí viene a significar mucho. Cuando se pone en cuestión la tauromaquia como arte, esta imagen demuestra el auténtico duelo entre el torero y el toro”.

 

La muerte no se ve, se intuye

 

"Tienes una extraña sensación cuando va a pasar algo. Yo vi que Aparicio resbalaba y en ese momento empecé a disparar -nos cuenta  Gustavo Cuevas, el fotógrafo de la agencia EFE. "El toro arremetía y la verdad es que en un principio pensamos que había sido un revolcón. Al observarlo en la pantalla el pitón le salía por la boca. La secuencia dura más de 20 fotos pero la verdadera cogida, en la que le clava el pitón, se lleva unas cinco fotos”.

 

Las imágenes taurinas les dejan huella pero no tanto como otras. El torero sabe a lo que se expone. Cuevas luce la coraza de la experiencia. Algunas de sus instantáneas las lleva marcadas a fuego. "Llevamos muchos años trabajando y hemos vivido accidentes de motos, aéreos, incendios… No estamos inmunizados, pero sí bastante acostumbrados a ver este tipo de circunstancias. A mí en particular me impacta más la imagen de un accidente de tráfico o las quemaduras que tuve que presenciar en el incendio del camping de los Alfaques, con 200 víctimas, que una cornada. En el mundo del toro el torero sabe el riesgo que corre, sin embargo fuera del coso taurino esa gente, esos rostros se enfrentan a lo inesperado”.

 

Todos y cada uno de los fotógrafos de Las Ventas son conscientes de la belleza de su trabajo. "Es muy difícil encontrar un espectáculo con ritmo, color, baile, arte y elegancia”.

 

Si les preguntas qué es más difícil fotografiar, el torero o el toro, todos coinciden en señalar que la persona. "El toro es más previsible, miran sin ver al objetivo", dice Sánchez Vigil. " Yo muchas veces digo: "¡Mira ese toro está posando!", porque se para y te deja sacarle como si estuviera coqueteando con la cámara”. "El complicado es el torero, porque él sí que es imprevisible, gira la muñeca, cambia el capote,… ”.

 

Dependiendo del torero así será también la imagen. "Hay toreros, es el caso de Julio Aparicio, que saben componer la figura, tienen sentido del ballet. Morante sabe bajar las manos, va señalando con el índice. Otros toreros más sobrios como José Tomás transmiten sensaciones totalmente diferentes. Unos arte, otros sobriedad, o un reflejo de lo dura que puede ser la tauromaquia”.

 

Los toreros más elegantes

 

¿Hay toreros más fotogénicos que otros? La respuesta es sí. El vestido ya marca una línea, la elegancia con la que visten en la plaza puede cambiar una fotografía. "Los hay muy elegantes como Finito de Córdoba, Curro Díaz, Esplá, Javier Conde y otros a los que sin ser quizás tan agraciados  sí se les ve que les gusta modificar continuamente su vestuario, como es el caso de Padilla”.

 

La montera, los bordados y alamares, la chaquetilla con lentejuelas en oro y plata, el baile de manoletinas, los colores grana, blanco, nazareno, oliva, el capote, el estoque, la lidia, los tendidos, el público, el arenero… ser fotógrafo en la plaza es meterse en una especie de paraíso fotográfico. Su sintonía es el flash y a ritmo de pasodoble son notarios de Las Ventas.

 

Entre las 14.000 instantáneas que puede llegar a tirar cada uno en una Feria como la de San Isidro, este año escogen solo una, la estampa de Aparicio, un fotograma que nunca olvidarán. Si bien, ahora añaden otro, el del 4 de junio cuando vieron al torero mirando al cielo a las puertas del Hospital Doce de Octubre. "Me alegré mucho porque es duro y valiente, afronta la realidad, se defiende ante situaciones difíciles. Pensé: "Es increíble, ni si quiera tiene el rostro hinchado", recuerda uno de los fotógrafos.

 

Aún tienen el polvo de Las Ventas impregnado en los zapatos. Terminó la feria y este San Isidro les dejó con más tardes de dolor que de gloria. Son los fotógrafos de Las Ventas. En su poder quedan las más de 14.000 instantáneas tiradas -cada uno llega a hacer entre 500 y 1.000 fotografías por corrida-. Los habituales suelen ser hasta veinte y entre ellos se ven de temporada en temporada.

Fotografía Las Ventas Noadex