Es noticia
La política espectáculo y el ascenso de los tertulianos más 'frikis'
  1. Sociedad
EL NEGOCIO DE LO EXTRAVAGANTE

La política espectáculo y el ascenso de los tertulianos más 'frikis'

“Hay tertulias políticas de un salvajismo opinativo tremendo. Pero son un espectáculo. No porque se pueda disfrutar de sus opiniones sino por ver cómo se zurran.

Foto: La política espectáculo y el ascenso de los tertulianos más 'frikis'
La política espectáculo y el ascenso de los tertulianos más 'frikis'

“Hay tertulias políticas de un salvajismo opinativo tremendo. Pero son un espectáculo. No porque se pueda disfrutar de sus opiniones sino por ver cómo se zurran. Es como un combate de boxeo. Ayer mismo estuve viendo una muy escorada hacia un lado político, donde a los del otro lado se los comían vivos”.  Fermín Bouza, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, describe así la habitual distorsión comunicativa en que estamos inmersos, que lleva a que las tertulias, sean del corazón, de deportes o de política, sigan esquemas similares, con los participantes quitándose la palabra, elevando la voz más que el oponente o argumentando desde actitudes claramente hostiles. Como señala Daniel Ureña, director de Mas-Consulting España, “a veces esto parece que los del Madrid se enfrentan a los del Barça”. Y aunque entienda que la televisión es espectáculo, “cuando se superan en estos debates las barreras que impone la educación y su ingrediente principal es la falta de respeto al rival, entramos en un terreno muy negativo. Si se transmite crispación, la gente se aleja de la política y acaban pagando justos por pecadores. La política es demasiado seria como para caer en las formas de las tertulias deportivas o  del corazón”.

Sin embargo, como señala Bouza, las televisiones parecen haber encontrado un medio de llamar la atención con esa clase de programas y por eso buscan tertulianos que den juego. Cada vez más, asegura, están contratando a frikis, personajes peculiares, “que han elaborado un modo particular de comunicarse con la gente y que aseguran cierto nivel de enfrentamiento”. De este modo, “es tal la multiplicación de temas trascendentes que tratan de ser resueltos por gente poco preparada, que se hace imposible llegar a conclusiones que informen o que convenzan al espectador”.

En realidad, dice Bouza, estamos en un instante en que los medios de comunicación han llevado al extremo “esa educación sentimental del periodista, según la cual la noticia es que el hombre muerda al perro y no al revés. Pero esta continua búsqueda de lo extraordinario también ha llevado a que se termine deformando la realidad”. Alude Bouza a la gran cantidad de noticias que aparecen en los medios de personajes extravagantes que logran las hazañas más absurdas. El problema, así, es que esas cosas poco comunes a las que los medios prestan su atención no son más que vulgaridades amplificadas: “puedes hacer gansadas de todas clases buscando aparecer en la agenda mediática, y terminas consiguiéndolo”.  

Este tipo de actitudes son aceptadas, pues, porque se dice que resultan muy provechosas para quien las utiliza. Así lo asegura Alfredo Rodríguez Sedano, profesor de Sociología de la Universidad de Navarra, para quien “la vulgaridad se ha difundido en la publicidad, en la moda, en la televisión y en Internet disfrazada de espontaneidad. Y ciertamente, resulta rentable. Hay un público vulgar que está dispuesto a pagar por consumirla”. Para Sedano, esta situación no es privativa de un determinado entorno social o de una clase concreta, sino que se ha convertido en el núcleo de una época.

Instrumento en manos de los políticos

No hablamos de un simple enfoque periodístico, sino de una tendencia general de nuestros tiempos. Que también ha arraigado en lo político, subvirtiendo algunas de sus creencias más comunes. Así, mientras los candidatos del pasado debían ofrecer una imagen de buena preparación para gestionar los asuntos públicos, los actuales tratan de mostrarse más cercanos a la gente, más espontáneos y accesibles; mientras en otros tiempos lo esencial era ofrecer un mensaje sólido y bien elaborado, hoy cada vez se busca más lo llamativo.

En este nuevo contexto, asegura Ureña, se intenta innovar en la comunicación y en la puesta en escena. “Ha ocurrido esta misma semana, con el candidato socialista en Castilla y León, Óscar López, convocando a la prensa a través de un vídeo en Internet a un acto a las 7h30 de la mañana  en la ermita de su pueblo, en Riaza (Segovia)”. Como hoy existe mucha competencia para salir en los medios, añade Ureña, “si eres capaz de ofrecer a los periodistas algo diferente, podrás transmitir mejor tu mensaje. Los medios agradecen que el político sea capaz de salir de la sala de prensa y que haga algo innovador”.

En este sentido, quien mejor sabe manejar a la prensa es la presidenta de la Comunidad de Madrid, quien tiene muy asimilados los resortes que debe emplear. “Cuando se organiza algún evento al que va a acudir Esperanza Aguirre, no sólo se piensa en cuál va a ser su discurso sino en cómo será la fotografía”. Así, en el caso de que Aguirre acuda a una residencia de ancianos, no tiene ningún inconveniente en fotografiarse haciendo gimnasia con ellos, o tocando la batería con unos músicos, o posando vestida con el gorro de los bomberos”. Así, Aguirre se adapta a las exigencias de la prensa sabiendo que tales comportamientos tienen premio mediático.

Pero este tipo de actitudes no se quedan sólo en una utilización funcional de lo llamativo. Al contrario, hablamos de una sociedad en la que ha penetrado por completo lo extravagante. Algo especialmente apreciable, asegura Bouza, “en el pueblo muy llano, que ha tomado como ídolos a frikis totales, a los que adora desde hace tiempo”. Quizá por ello, ya nadie quiere ser como los demás, ni quiere parecer alguien normal,  algo que ha cobrado un matiz irremediablemente peyorativo. Para Rodríguez Sedano, la normalidad es desdeñada porque nuestra sociedad nos vende expectativas de una vida maravillosa que chocan permanentemente con una realidad limitada, más pequeña, menos “perfecta”, pero más acorde con lo normal, con lo real, con lo cotidiano”. Según Sedano, como esperamos demasiado de los objetos que aspiramos a tener, “caemos inevitablemente en la insatisfacción”. 

Debido a esto, en lugar de adaptarnos a la realidad cotidiana, preferimos refugiarnos en aquello que no frustra nuestras expectativas, como es lo emocional. Según Sedano, “estar juntos para sentir lo mismo caracteriza el nuevo modo tribal de ser sociales”. Por eso, lo que más se valora hoy, principalmente entre los jóvenes pero sin descartar edades más adultas, “es lo extravagante, lo llamativo o lo friki, en la medida en que hay una imperiosa necesidad de experimentar nuevas sensaciones, al margen de principios y compromisos. La movida o el botellón se presentan como algo que todo joven ha de experimentar como parte de su cultura y modo de vida. La cultura emocional actúa como principio rector de muchas conductas. Como si la verdad de uno residiera en los ruidos del intestino…”

Pero eso nos lleva, asegura Sedano, a ofrecer modelos sociales muy perniciosos, al tratarse de “figuras vacuas que conllevan una gran carga de sinsentido. En cambio, lo que la juventud demanda son referentes, testimonios de vida a partir de los cuales puedan diseñar su propia biografía”. Pero eso es justo lo que la sociedad no les ofrece. Sus modelos no tienen que ver con ideales de excelencia, sino con “monstruos de vulgaridad”.  Para cambiar la situación, concluye Sedano, “sería preciso al menos cuestionar ese espontaneísmo, esa impostura de la autenticidad”.

“Hay tertulias políticas de un salvajismo opinativo tremendo. Pero son un espectáculo. No porque se pueda disfrutar de sus opiniones sino por ver cómo se zurran. Es como un combate de boxeo. Ayer mismo estuve viendo una muy escorada hacia un lado político, donde a los del otro lado se los comían vivos”.  Fermín Bouza, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, describe así la habitual distorsión comunicativa en que estamos inmersos, que lleva a que las tertulias, sean del corazón, de deportes o de política, sigan esquemas similares, con los participantes quitándose la palabra, elevando la voz más que el oponente o argumentando desde actitudes claramente hostiles. Como señala Daniel Ureña, director de Mas-Consulting España, “a veces esto parece que los del Madrid se enfrentan a los del Barça”. Y aunque entienda que la televisión es espectáculo, “cuando se superan en estos debates las barreras que impone la educación y su ingrediente principal es la falta de respeto al rival, entramos en un terreno muy negativo. Si se transmite crispación, la gente se aleja de la política y acaban pagando justos por pecadores. La política es demasiado seria como para caer en las formas de las tertulias deportivas o  del corazón”.

Banco de España