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El regreso de la familia Kashoggi
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ENTREVISTA A LA MUJER DEL EMPRESARIO SAUDÍ

El regreso de la familia Kashoggi

En Marbella pintan bastos en vez de oros. Adnan Khashoggi, el orgulloso dueño de la finca Al Baraka y el yate Nabila, el artífice de los

Foto: El regreso de la familia Kashoggi
El regreso de la familia Kashoggi

En Marbella pintan bastos en vez de oros. Adnan Khashoggi, el orgulloso dueño de la finca Al Baraka y el yate Nabila, el artífice de los grifos de oro, vuelve al pueblecito de pescadores que dejó hace veinte años. Después de mucho tiempo alejado de los focos, regresa al cielo marbellí.

 

Lamia Khashoggi, mujer de Adnan, ha concedido una entrevista a El Confidencial en la que nos habla de la vuelta  de la saga a la ciudad costasoleña: “Vamos a comprarnos unas casita en la playa. No queremos nada ostentoso. Ahora las playas de Marbella están más bonitas que antes, cuando nosotros vivíamos en la montaña. Queremos la paz y la relajación que da este lugar en el que pasamos tan buenos momentos de nuestras vidas”.

Es el precio de los tiempos: a la vieja religión del placer y el esparcimiento ha sucedido el encanto de la discreción y la intimidad. El multimillonario Adnan, junto a su esposa, participarán en la gala de la ONG que dirige Lamia, Children for Peace, en Incosol, una de sus antiguas residencias. Nada que ver con las fiestas de antaño en una Marbella en la que se podía ganar más dinero en menos tiempo y los beneficiarios de ese paraíso especulativo se gastaban los excedentes en grandes fiestas.

Adnan Khashoggi llegó a Marbella hace treinta años. Por entonces, su finca era muy frecuentada por actores, multimillonarios, jeques y presidentes. Todos con el denominador comun de la  estética del relumbrón, brillos y cadenas de oro. El saudita había sido el punto de union  entre EEUU y la liga árabe. Desayunaba con Richard Nixon, al que se dice que un día le dejó un maletín lleno de dólares en nombre de la aristocracia saudita, y todo era prestigio y fama. Nombre y apellidos esculpían su sello personal: el del despilfarro, prestigio y exclusividad.

Esto le pasó factura en el nuevo siglo. Hace unos años, un casino londinense colocó en Internet un particular “se busca” del magnate saudí. Más de 158.000 euros de recompensa ofrecía la empresa London Clubs Internacional a cualquiera que le ayudase a cobrarse la deuda de más de cinco millones de euros que éste le había dejado a deber.

Siempre entre la espada y la pared, a Khashoggi lo implicaron en el proceso abierto contra el ex dictador filipino Ferdinand Marcos y su esposa Imelda, acusado de actuar de intermediario en la venta de cuatro inmuebles situados en Manhattan y valiosos cuadros desaparecidos del Museo de Arte Contemporáneo de Manila, cuya propiedad reclama el Estado de Filipinas. Jueces, políticos y fiscales convivieron en el proceso.

 

Cóctel de comadreos y ostras

Atrás quedó la época de bulas de la Al Baraka, en que medio Hollywood consumía comadreos y ostras mientras los jeques se bañaban en oro en fiestas que duraban varias semanas. Lamia dice que no tienen nostalgia de aquello tiempos. “Es pasado. Perteneció a otra época. Nuestra vida ahora es más auténtica. Rodeados de nuestra familia, vivimos entre Italia, Alemania, Oriente Medio y EEUU, donde reside nuestra hija Nabila. Estoy feliz de contribuir a un mundo más estable”.

Su esposo Adnan también la ayuda. Hay quien afirma que cuando Bin Laden estuvo en Marbella pasó por la casa de Al Baraka. Lamia sonríe irónica cuando se le habla de las leyendas que han corrido sobre su familia. “Es el precio que tenemos que pagar. Todo tipo de comentarios. Lo único autentico es que mi marido está contribuyendo a llevar a cabo el sueño de lograr la paz y el entendimiento en el mundo. En la década de los ochenta participó en el programa de los campamentos de verano de los EEUU para los niños israelíes y palestinos juntos”.

Lamia es experta en limpiar la biografía de su esposo. Se dice que en aquella época el matrimonio se sostenía en más de un millón de euros por semana. Hablar de Khashoggi en Marbella era otro mundo. El que estaba en su lista poseía un rango superior a  jefe de estado. Nadie de la época olvida el yate Nabila, el más grande del mundo en esos momentos, anclado en Puerto Banus.

Fue utilizado para una película de James Bond y fuente de inspiración para uno de los temas de Freddy Mercury. Los paparazzi de la época inmortalizaron en su cubierta los cuerpos más cool del momento como el de Liz Taylor. Nabila es ahora solo el nombre de su hija. “Solo eso, nos dice sonriendo Lamia, todo tiene un momento y un porque en la vida”.

En Marbella pintan bastos en vez de oros. Adnan Khashoggi, el orgulloso dueño de la finca Al Baraka y el yate Nabila, el artífice de los grifos de oro, vuelve al pueblecito de pescadores que dejó hace veinte años. Después de mucho tiempo alejado de los focos, regresa al cielo marbellí.

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