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¿Necesita España un contrato de identidad nacional como el de Francia?
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DERECHOS Y OBLIGACIONES DE LOS CIUDADANOS

¿Necesita España un contrato de identidad nacional como el de Francia?

Nicolas Sarzoky quiere que los franceses sean más franceses todavía, por eso ha dado a conocer esta semana sus propuestas para “reforzar la identidad nacional”. Bajo

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¿Necesita España un contrato de identidad nacional como el de Francia?

Nicolas Sarzoky quiere que los franceses sean más franceses todavía, por eso ha dado a conocer esta semana sus propuestas para “reforzar la identidad nacional”. Bajo el epígrafe Cultivar el orgullo de ser francés, el Ejecutivo galo propone la obligatoriedad de cantar (al menos una vez al año) La Marsellesa; la firma de un contrato ciudadano que recoja sus derechos y obligaciones; y la presencia de la bandera tricolor y la Declaración de los Derechos del Hombre en todas las escuelas.

Un buen conocedor de la sensibilidad de los franceses que prefiere no desvelar su nombre asegura desde París que el presidente galo busca cumplir así con su promesa electoral de 2007 y dotar de contenido al ministerio que él mismo creó, el de Inmigración e Identidad. El debate de la identidad francesa, dice esta fuente, ha sido muy recurrente durante los últimos veinte años para la intelectualidad nacional, pero nunca ha sido abordado por los políticos… hasta el ascenso de Le Pen, cuando en 2002 estuvo a punto de dar un susto a Jacques Chirac y a media Europa con la disputa de la segunda vuelta de las presidenciales.

Desde aquella fecha, el orgullo nacional dejó de ser un monopolio exclusivo del Frente Nacional para empezar a ser cortejado a partes iguales por la derecha y por la izquierda política. “La identidad francesa une más que divide, y es una cuestión que no hay que dejar en manos de los extremistas”, dice la fuente anónima.

¿Sería posible algo así en España? Rubén Sánchez, miembro del Colegio Oficial de Politólogos y Sociólogos de Madrid lo ve difícil. “La derecha española tiene secuestrada la idea de nación y la izquierda la ha adjetivado negativamente. Y ninguno de los dos está dispuesto a que esto deje de ser así. Es más, lo fomentan”, dice Sánchez, que llama la atención sobre el hecho de que el PP no dude en sacar a la calle la bandera de España durante sus manifestaciones (aunque no tenga nada que ver con el objetivo de las reivindicaciones) y el PSOE ni se lo plantea, precisamente, para evitar que se les vincule con la derecha.

Bernarda Jiménez, secretaria ejecutiva de Integración y Convivencia del PSOE, cree que el uso simbólico que la dictadura hizo de la bandera y del himno, así como la negación de las particularidades del los territorios históricos, es lo que ha hecho que la izquierda se defina tradicionalmente en oposición a ellos. “Todavía no ha pasado el suficiente tiempo para normalizar eso”, concluye.

Según la última encuesta de TNS-Sofres de este mes de febrero, el 85% de los franceses considera que “existe la identidad francesa”, y el 77% se siente “muy orgulloso” o “bastante orgulloso” de ser francés. Unos datos que ni por asomo pueden ser extrapolables a España donde, según Sánchez, la configuración autonómica hace casi imposible conceptuar una idea común compartida de la españolidad, a menos que sea como exclusión.

De los datos resulta especialmente reveladora la respuesta que dan los galos a la pregunta ¿cómo se define usted? El 47% se considera “únicamente francés”, el 26% “francés y ciudadano de la UE”, y el 12% “ciudadano del mundo”.

Frente a la opinión de Jiménez, que considera que la de José Luis Rodríguez Zapatero “es la política más integradora que nunca hemos tenido”, Sánchez señala que la identidad de lo nacional es una cuestión muy vinculada a la inmigración. “Es posible que la población española estuviera preparada para plantearse medidas como las francesas, pero quien desde luego no lo está es la clase política. No hay nada más que ver los últimos sucesos en Vic y Torrejón, donde las propuestas, pese a contar con un fuerte respaldo popular, no contaron con el visto bueno de los partidos, que no se atrevieron a entrar en el debate”.

Reacción en Europa

Desde Bruselas, Georgina Siklossy, portavoz de la Red Europea contra el Racismo (ENAR, por sus siglas en inglés), lamenta el debate de la identidad nacional francesa porque considera que incrementa las tensiones entre las diversas comunidades y estigmatiza a las minorías. Siklossy teme que la propuesta de Sarkozy pueda ser un mal ejemplo para el resto de países de la Unión y despierte un mensaje que empieza a calar ya en Bélgica y Dinamarca.

De hecho, la Red Musulmana Europea ha advertido a través de su portavoz, Rahni Ali, de la fuerza que está cobrando la cuestión de la identidad nacional como consecuencia de la cada vez mayor presencia de la extrema derecha en la esfera política. Ali cree que “la verdadera cuestión que hay detrás de este debate, es la crisis social, no la crisis de identidad”.

Robert Schuman, uno de los padres de la UE, dijo en 1963: “La política europea no se contradice en absoluto con el ideal patriótico de cada uno de  nosotros. La organización supranacional, supera a la nación, no para disminuirla o absorberla, sino para darle un alcance más amplio y elevado”. Si no fuera porque la construcción de Europa se está llevando a cabo en oposición precisamente a esa premisa (potenciando el sentimiento europeísta en detrimento del nacionalista), cabría pensar que Schuman estaba en lo cierto.

Nicolas Sarzoky quiere que los franceses sean más franceses todavía, por eso ha dado a conocer esta semana sus propuestas para “reforzar la identidad nacional”. Bajo el epígrafe Cultivar el orgullo de ser francés, el Ejecutivo galo propone la obligatoriedad de cantar (al menos una vez al año) La Marsellesa; la firma de un contrato ciudadano que recoja sus derechos y obligaciones; y la presencia de la bandera tricolor y la Declaración de los Derechos del Hombre en todas las escuelas.