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En tiempos de crisis, mejor tener la boca cerrada
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LAS EMPRESAS PUEDEN DESPEDIR A SUS EMPLEADOS POR HABLAR MAL EN INTERNET

En tiempos de crisis, mejor tener la boca cerrada

Imagínese que su jefe puede escuchar las conversaciones con sus amigos. Piense en esos momentos de reposo en los que usted, en un arrebato implacable de

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En tiempos de crisis, mejor tener la boca cerrada

Imagínese que su jefe puede escuchar las conversaciones con sus amigos. Piense en esos momentos de reposo en los que usted, en un arrebato implacable de estrés deja que por su boca fluyan sapos y culebras. ¿Se sentiría cohibido? ¿Ha pensado que puede pasarle lo mismo en Internet? ¿Ha pensado qué pasaría si su jefe ve en Facebook una foto comprometida de usted?

“Ambiguo”  o “complicado” son adjetivos que suelen emerger de las bocas de los letrados consultados sobre este tema por El Confidencial. Y es que un fenómeno tan reciente sigue sorprendiendo en algunos despachos de abogados, que reclaman jurisprudencia sobre estos casos.

Sin embargo, a pesar de la falta de leyes sobre las nuevas tecnologías de la información, los viejos métodos prevalecen, tanto a favor como en contra de lo que dicen las empresas. Según el letrado Daniel Cano, consultado por este medio, “la falta de una jurisprudencia consolidada” sobre esta cuestión resulta “ambigua”. Actualmente, con la crisis económica, según Cano, el empresario no se complica la vida y “se agarra a la contabilidad” para poder despedir a un trabajador sin necesidad de complicarse en vericuetos de la Red.

Sin embargo, si las condiciones económicas no son propicias para rescindir el contrato de alguien, las empresas pueden intentar enredarse en procesos por lo que se ha dicho de ellos en Internet. Para el letrado David Ayuso, del bufete AGM abogados, “es complicado probar que eres tú el que ha hablado mal de tu jefe por Internet”.

A pesar de esta problema, si finalmente se descubre que el que se encuentra detrás de la IP es el empleado “se le puede sancionar por violación de la buena fe contractual”, siempre que lo escrito traspase los límites de la libertad de expresión. Dicho límite encuentra sus fronteras “en la intención de hacer daño a la imagen de la empresa o a una persona”.

Asimismo, este mismo letrado opina que teóricamente no tenemos que tener miedo de nuestras fotos comprometidas en la red social Facebook “mientras no sean cosas feas en el trabajo”, algo que también cree su compañero de profesión David Bravo, ya que estas se encuentran dentro del “ámbito privado”..

Deslealtad profesional

Sin embargo, aún teniendo en cuenta que el despido supondría “una negación de los derechos fundamentales”, según Ayuso, hay que permanecer en guardia. Recientemente, en Bélgica, la Corte de Trabajo de Lieja juzgó si era procedente el despido de un trabajador de una inmobiliaria que firmó una petición pública en Internet contra uno de los proyectos de su empresa. Un asunto más espinoso que criticar al jefe.

Según David Ayuso, en este caso entraría en juego la “deslealtad profesional”, ya que se produciría una “violación de la relación contractual” entre empresario y trabajador, por lo que el despido sería procedente. Pero en este caso, las opiniones entre letrados difieren y David Bravo opina que este caso, trasladado a la legislación española, debería ser considerado “despido improcedente”, ya que el implicado estaba en “ejercicio de su libertad de expresión”.

Un caso que ha servido de aviso para navegantes en cuanto a los problemas que puede dar meterse con el jefe en Internet es el del periodista Carlos Otto, en cuya defensa participó David Bravo. Este ex reportero del diario El Día de Ciudad Real fue despedido tras publicar un artículo en su blog un artículo sobre Juan Antonio León Triviño, promotor del aeropuerto de la región manchega, y sobre Domingo Díaz de Mera, propietario del periódico.

Otto, además de ser despedido, llegó a ser demandado por los empresarios afectados, que le reclamaban 18.000 euros por algunos comentarios injuriosos aparecidos en el blog a raíz de este artículo. Finalmente, a pesar de haberse librado de la demanda por los comentarios, el despido del periodista fue declarado procedente.

Imagínese que su jefe puede escuchar las conversaciones con sus amigos. Piense en esos momentos de reposo en los que usted, en un arrebato implacable de estrés deja que por su boca fluyan sapos y culebras. ¿Se sentiría cohibido? ¿Ha pensado que puede pasarle lo mismo en Internet? ¿Ha pensado qué pasaría si su jefe ve en Facebook una foto comprometida de usted?

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