La escasez crítica de medicamentos se ha convertido en una amenaza frecuente para la salud pública en toda la Unión Europea, según alerta un nuevo informe del Tribunal de Cuentas Europeo.
Desde el organismo advierten de que los desabastecimientos alcanzaron niveles récord en 2023 y 2024, con 136 fármacos críticos afectados, entre ellos antibióticos, tratamientos cardíacos, anticoagulantes y antídotos.
Los medicamentos que escasean se repiten en casi todos los países: antidepresivos, antibióticos, antidiabéticos, fármacos para el TDAH y analgésicos básicos.
Pero cada país tiene su propio punto de rotura de stock: Francia y España comparten faltas de antidepresivos, Austria y Bulgaria sufren por los antidiabéticos y la amoxicilina, mientras Lituania y otros países del Este dependen de importaciones de emergencia.
En Francia, la agencia del medicamento (ANSM) detectó que “ninguna clase terapéutica se libró de la ola de desabastecimientos que siguió a 2021”. El 30% de los casos corresponde a fármacos cardiovasculares, el 20% al sistema nervioso —incluido el paracetamol— y el 14% a antibióticos.
El invierno de 2022 al 2023 fue el peor para los galos: 800 presentaciones de medicamentos de interés terapéutico mayor (MITM) estuvieron simultáneamente agotadas. Más tarde, en abril de 2025, un grupo de psiquiatras publicó una carta abierta en Le Monde alertando de la falta de antidepresivos esenciales como sertralina, venlafaxina o litio, y del retraso en la reposición de olanzapina, utilizada en casos graves de bipolaridad. “Hoy la lista de fármacos en falta crece y las autoridades miran hacia otro lado”, denunciaban.
En España, los problemas han cambiado de cara. Si en 2024 las alertas las protagonizaban Ozempic, para la diabetes y la pérdida de peso, y Concerta, para el TDAH infantil, en 2025 los antidepresivos son el epicentro del problema, como ocurre con nuestros vecinos del norte.
Según un último informe de LUDA Partners, los antidepresivos concentran la mayor parte de las incidencias en nuestras fronteras. Anafranil (clomipramina), usado contra la depresión severa, acapara el 73% de los casos, seguido de Ludiomil (maprotilina) y Norebox (reboxetina).
Luis, un vecino de Murcia, lleva meses intentando conseguir la medicación para su hermana: “Al principio faltaba la dosis de 75 mg, luego la de 25 mg… y cuando todo el mundo empezó a comprar la de 10 mg, también desapareció. Ahora no queda ninguna”.
La AEMPS recogió la escasez en abril y fijó como fecha de normalización octubre de 2025, pero a comienzos de este mes la falta persistía. Mientras tanto, las farmacias activaron un sistema de emergencia. “Se ha establecido un procedimiento para solicitar el medicamento como fármaco extranjero y mantener la continuidad del tratamiento cuando sea necesario”, explica el Consejo General de Colegios Farmacéuticos.
También se puso en marcha Farmahelp, una red de mensajería instantánea entre farmacéuticos que permite localizar medicamentos agotados en otras farmacias cercanas. Aun así, la ansiedad de los pacientes no disminuye.
Los pequeños países del Este, los primeros en caer
El impacto de la falta de presentaciones es especialmente duro en países pequeños como Lituania y Bulgaria, donde los mercados son menos rentables para las farmacéuticas.
Desde el Ministerio de Sanidad lituano reconocen que “los fabricantes deciden libremente en qué países registrar un medicamento y pueden interrumpir su suministro por razones comerciales”. Para paliarlo, el país permite importar medicamentos en envases extranjeros y firmó con Letonia y Estonia un acuerdo de compras conjuntas de vacunas.
En Bulgaria, la situación es más crónica. El país sufre “una escasez endémica de medicamentos en farmacias desde hace años”. A los precios bajos se suma la exportación paralela: los distribuidores compran barato en Sofía y revenden en París o Berlín.
Las autoridades se han visto obligadas a adoptar medidas extremas. Desde noviembre de 2023, el Ministerio de Sanidad búlgaro prohibió la exportación de insulina y antibióticos infantiles, y desde septiembre de 2025 amplió el veto a los fármacos del grupo de la amoxicilina, un antibiótico esencial en tratamientos de infecciones respiratorias y urinarias. Además, la autoridad búlgara reconoce dificultades de suministro en un 14% para Jardiance y en un 11% para Forxiga, ambos usados contra la diabetes tipo 2.
Más allá de las diferencias nacionales, las causas de falta de presentaciones se repiten: dependencia de la producción asiática, mercados pequeños que dejan de ser rentables y burocracias nacionales que fragmentan la respuesta. Antibióticos, antidepresivos y medicamentos para enfermedades crónicas forman el trío común de la escasez. El patrón es claro: cuanto más básico, más vulnerable.
El informe del Tribunal de Cuentas Europeo enumera varios motivos de la escasez en la UE, que no son fruto del azar, sino de una tormenta de errores estructurales. El principal: una dependencia excesiva de fábricas situadas fuera de Europa, especialmente en Asia, donde se producen la mayoría de los principios activos. A eso se suma una política de compras centrada únicamente en el precio, que empuja a los fabricantes a concentrar la producción en unos pocos centros y desincentiva mantener reservas o diversificar proveedores.
A esta fragilidad industrial se añaden fallos administrativos y regulatorios: los países europeos notifican las carencias con criterios distintos, los sistemas de alerta no están coordinados y la información llega tarde o incompleta. La fragmentación del mercado único complica aún más la respuesta: envases, etiquetas o normas diferentes hacen costoso trasladar medicamentos de un país a otro justo cuando más se necesitan.
El informe también señala a la falta de poder de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), que carece de instrumentos legales para exigir a las farmacéuticas que garanticen el suministro. En paralelo, muchos Estados miembros actúan por su cuenta con vetos a la exportación o acopios nacionales, medidas que “pueden aliviar tensiones locales, pero agravan el problema en los países vecinos”. El resultado, concluye el Tribunal, es un sistema vulnerable, en el que “pacientes y sistemas sanitarios pagan el precio de una coordinación insuficiente”.
La escasez crítica de medicamentos se ha convertido en una amenaza frecuente para la salud pública en toda la Unión Europea, según alerta un nuevo informe del Tribunal de Cuentas Europeo.