Cómo controlar la microbiota intestinal pese a los cambios de ritmo y el calor
Las personas con enfermedades autoinmunes pueden ver agravados sus síntomas por culpa del calor y la humedad. Para evitarlo, el cuidado de la microbiota es esencial
Turistas en una terraza en las Islas Cíes. (Pedro Pascual)
Que las altas temperaturas influyen directa o indirectamente en nuestro estado de salud es un hecho que roza la obviedad. Ejemplo de ello lo podemos encontrar en los cambios más o menos sutiles que hacemos en la dieta al cambiar el cocido montañés por un gazpacho andaluz o un estofado de carne por una ensalada de pasta.
Estos cambios, que bien podríamos llamar, adaptaciones, lejos de ser un problema, son todo un acierto y una conducta recomendable para nuestra salud y bienestar. Sin embargo, otros efectos relacionados con las altas temperaturas no son tan positivos. Nos referimos a cómo el calor (y también la humedad) empeora los síntomas de las enfermedades inflamatorias y autoinmunes. Y es que, son muchas las personas con que padecen este tipo de enfermedades que cada verano ven cómo sus síntomas empeoran sin saber muy bien la razón.
La clave: mantener el equilibrio intestinal
El origen de este empeoramiento lo encontramos en el calor. El cual, junto con la humedad, altera la microbiota intestinal y eleva la inflamación sistémica, según el estudio de Guo, y et al. (2025). “Esto puede agravar los síntomas en personas con enfermedades autoinmunes, reforzando la necesidad de estrategias preventivas que protejan la mucosa y el ecosistema intestinal”, señala Natalia Durán, dietista integrativa especializada en microbiota y enfermedades autoinmunes.
Por lo tanto, “en periodos como el verano, donde el cuerpo se enfrenta a comidas fuera de casa, cambios de ritmo y estrés térmico, mantener el equilibrio intestinal se vuelve clave para evitar brotes y recaídas”, remarca la experta.
Adelantarse al problema
Partiendo de esta idea, la dieta y, en concreto, ciertos probióticos, así como determinados alimentos son, según Durán, los mejores aliados para que “las personas con enfermedades autoinmunes puedan disfrutar del verano sin descuidar su salud intestinal ni agravar su inflamación”. Y añade: “No se trata de compensar excesos, sino de prevenir desequilibrios que, en esta época del año, son especialmente frecuentes en personas con la microbiota alterada o el sistema inmune hiperreactivo”.
Prevenir diarreas
En primer lugar, la experta recomienda el probiótico Saccharomyces boulardii, al que considera “una herramienta valiosa para prevenir diarreas y revertir la disbiosis intestinal, especialmente en verano, cuando los cambios de alimentación y los viajes afectan al equilibrio digestivo”.
Además, varios estudios muestran que S. boulardii ayuda significativamente a revertir la disbiosis intestinal y a prevenir diarreas: un ensayo en humanos y metaanálisis revelan una eficacia del 84% en la prevención de diarrea asociada a antibióticos, y otros demuestran que esta levadura restituye la microbiota tras desequilibrios agudos (McFarland, 2010).
Así, este probiótico sería recomendable “al viajar o comer fuera de casa, ya que esta cepa probiótica refuerza la barrera intestinal y modula la inflamación, evitando brotes, molestias digestivas o diarreas estacionales”, resume la experta.
Enzimas digestivas
Un clásico de las vacaciones para la mayoría de la gente son las comidas interminables en los chiringuitos de la playa. Empiezas con unas tapas, sigues con unas raciones, y lo juntas con la comida, momento que ocurre dos o tres horas más tarde de lo habitual. Esta conducta suele traducirse en digestiones pesadas, lentas o en gases. Nada grave, pero ciertamente incómodo.
En este sentido, “las enzimas digestivas pueden marcar la diferencia”, asegura la dietista-nutricionista, ya que “apoyan la digestión y reducen los síntomas relacionados con la inflamación intestinal”, asegura.
Encontramos abundante literatura científica sobre el asunto que ha confirmado las propiedades de las enzimas digestivas. Ejemplo de ello es un ensayo clínico realizado en pacientes con dispepsia (síndrome de digestión difícil). Sus autores confirmaron que un complemento de enzimas redujo significativamente la hinchazón y el dolor abdominal. Además, mejoró su calidad de vida y favoreció el descanso nocturno (Ullah et al., 2023).
Proteger la mucosa intestinal
Uno de los factores clave para controlar la inflamación es proteger la microbiota intestinal. Para ello, la experta recomienda la glutamina (aminoácido). “La glutamina actúa como un bálsamo para las mucosas intestinales, ayudando a reparar la barrera intestinal y a reducir la inflamación digestiva que muchas personas experimentan con el calor”, apunta Durán.
Numerosos estudios, como Achamrah et al., (2017) señalan que la glutamina mejora la expresión de proteínas clave de la barrera intestinal y disminuye la hiperpermeabilidad, restaurando la función de la mucosa.
Antiinflamatorio natural
Espolvorear un poco de cúrcuma sobre una pechuga de pollo o un arroz con verduras también puede ser una gran medida de prevención. Y es que, la curcumina, principio activo de la cúrcuma, es conocido por su potente acción antiinflamatoria. “En su forma biodisponible (es decir, bien absorbida), puede contribuir a reducir la inflamación tanto digestiva como sistémica, lo cual es especialmente útil en personas con enfermedades autoinmunes o con tendencia a sufrir brotes en verano”, subraya la experta.
Protección de la mucosa gástrica
Por último, la especialista en microbiota y enfermedades autoinmunes, destaca la eficacia de la combinación de zinc y carnosina, dos sustancias con efectos sinérgicos que protegen y reparan la mucosa digestiva: “Es especialmente útil en casos de ardor estomacal, reflujo, gastritis o sensación de acidez que pueden intensificarse en vacaciones, cuando se alteran las rutinas alimentarias. El zinc carnosina ayuda a regenerar el epitelio intestinal, reduciendo inflamación y favoreciendo una digestión más equilibrada”.
Que las altas temperaturas influyen directa o indirectamente en nuestro estado de salud es un hecho que roza la obviedad. Ejemplo de ello lo podemos encontrar en los cambios más o menos sutiles que hacemos en la dieta al cambiar el cocido montañés por un gazpacho andaluz o un estofado de carne por una ensalada de pasta.