Jabalíes y otros vecinos exóticos: el resultado de urbanizar a costa de los bosques
Desde osos pardos en el norte de España hasta zorros en Italia, las administraciones intentan dar respuesta a esta incursión de la fauna salvaje en las ciudades pero, ¿cuál es la forma más eficiente?
Jabalíes en Mijas, Málaga, esperando a cruzar por el paso de cebra (EFE/Esther Gómez)
Son las 7.30 de la mañana. Despertador, agua, bolsas, correa. El perro espera pacientemente su paseo matutino. Lo llevas todo. Saludas a tus vecinos y, de pronto, un movimiento extraño entre los matorrales. No es tu perro. No es otro perro: es un jabalí.
Esta estampa que parece exótica se da en varias ciudades europeas, incluido nuestro país. Uno de los casos más recientes, por ejemplo, es el del municipio malagueño de Fuengirola. Desde la administración pública municipal han instalado carteles en la proximidad de los parques, donde han sido avistados estos vecinos peludos, con protocolos de actuación. No es nuevo: ya en 2024 se intentó atajar la situación desplegando arqueros "para el control de la plaga", iniciativa a la que la Junta de Andalucía dio luz verde.
Un año después, el problema sigue ahí. Sucede en otras zonas, como en el norte, donde también hay presencia de corzos, osos pardos y hasta buitres. Los avistamientos se han viralizado en las redes sociales y hacen saltar las alarmas de seguridad y biodiversidad tanto en la ciudadanía como en las instituciones públicas, que acaban por preguntarse si existe realmente una solución y por qué, en lugar de controlarse, cada vez parece que hay más casos.
El mapa europeo de la fauna salvaje
En Italia, la presencia de jabalíes, gaviotas o zorros en ciudades es relativamente común y no suele generar grandes conflictos. Más complejo es el caso de los osos pardos en la región alpina de Trentino, donde su reintroducción ha sido tan exitosa que hoy la población supera la capacidad del territorio disponible. Aunque no entran en ciudades, los osos atraviesan pueblos o áreas habitadas y en ocasiones provocan incidentes, desde ataques a ovejas o colmenas hasta situaciones con personas, incluido un caso mortal en 2023 ocurrido en un sendero de montaña.
Rumanía sabe algo más sobre estos encuentros catastróficos. Allí, en los últimos 20 años el oso pardo ha causado 26 muertes y más de 270 personas heridas, incluidos incidentes recientes como la muerte de un turista italiano que intentó hacerse una foto tras tratar de alimentar a uno.
Aunque estos encuentros son los más peligrosos, no son tan frecuentes. De hecho, en la capital, Bucarest, los zorros están siendo más problemáticos y agresivos. Cada vez es más común ver zorros urbanoscruzando avenidas o buscando comida en garajes y patios. Su presencia, favorecida por la desaparición de perros callejeros y la abundancia de basura y comida ha dado lugar a casos de atención a mordeduras en hospitales y los expertos insisten en que nunca deben ser alimentados ni tratados como espectáculo.
Mientras, la Europa central contempla la situación desde una postura algo más ajena. En República Checa las incursiones más habituales son las de jabalíes, que aparecen cada dos años aproximadamente, cuando hay sobrepoblación, y se controlan mediante cacerías organizadas por guardabosques oficiales. Otro tema recurrente, añaden, son los daños causados por zorros, martas o aves rapaces a aves de corral en los suburbios, que se resuelven con medidas caseras como trampas, sistemas de protección o espantapájaros.
¿Invasión o convivencia?
El zoólogo Richard Zink, de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena y responsable del proyecto Stadt Wildtiere, explica al diario austriaco Der Standard que los animales salvajes "siempre han convivido con los humanos en espacios urbanos". De hecho, desde las propias urbes se tiene la imagen de que "visitan la ciudad de noche y regresan al bosque por la mañana", aunque no refleja la realidad, ya que asegura que "muchos viven permanentemente en las ciudades".
"Los animales urbanos como corzos, zorros, perros o mapaches se adaptan muy bien a convivir con humanos"
"Los animales urbanos como corzos, zorros, perros o mapaches se adaptan muy bien a convivir con humanos. Algunos viven permanentemente en la ciudad, solo que saben esconderse. Por el contrario, especies como osos o alces no están adaptadas y, cuando aparecen en áreas urbanas, intentan regresar a su hábitat natural lo antes posible", confirma por su parte Rokas Matevičius, veterinario del Centro de Cuidado de Vida Silvestre de la Universidad Lituana de Ciencias de la Salud.
"Es importante entender que estos encuentros son inevitables: las ciudades se expanden mientras los bosques y praderas se reducen, así que nos acercamos cada vez más a la naturaleza", confiesa el investigador. A raíz de la expansión urbana y la agricultura intensiva, varias especies se han visto aún más obligadas —como zorros, jabalíes o liebres— a adaptarse a entornos urbanos, donde además encuentran ventajas como "temperaturas más suaves en invierno o menor presión de caza". Y es precisamente esta pérdida de hábitats agrícolas la que los empuja hacia entornos más estables, generando conflictos por la peligrosidad y el daño del propio encuentro animal-humano.
Una hembra de jabalí pasea en busca de comida con sus crías de Torrenueva (Málaga). (Esther Gómez)
En cuestión de dos décadas, el sistema urbano español ha sumado 7,3 millones de habitantes y un 22% más de densidad, según la última versión del Atlas Estadístico de las Áreas Urbanas elaborado por el Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana. La presión que se ejerce sobre la naturaleza para dar cabida al aumento de la población y turistas hace que se reduzca el espacio para los ecosistemas. Así, si las ciudades crecen y ellos se desplazan, el encuentro acaba siendo inevitable. De hecho, lo vimos durante la pandemia, aunque entonces el confinamiento impedía la interacción.
Zink subraya que los problemas "suelen originarse por condiciones creadas por los humanos". En Viena existen servicios municipales, ONG y asociaciones que atienden casos de animales heridos o en conflicto. Desde el proyecto Stadt Wildtiere se promueve la "buena convivencia" ofreciendo información y recomendaciones a la ciudadanía: no alimentar a los jabalíes o respetar las zonas de cría. "Hay que aprender a entender mejor la situación para saber cómo gestionar esta relaciónentre fauna y vida urbana", sentencia el investigador.
Javier CorbachoRubén RodríguezVídeo: Patricia Seijas
Esta idea de convivencia es apoyada por organismos supranacionales. Así lo refleja el informe de WWF(2021) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que defiende que "estos conflictos implican una de las principales amenazas para la supervivencia a largo plazo de especies representativas de nuestro planeta". Al final, en la carrera por dejar de compartir el espacio, los animales no son los únicos afectados, y "es deseable alcanzar formas de coexistencia para reducir, incluso, la vulnerabilidad de la supervivencia humana", añade el documento.
Más allá de la ocupación de espacios
Esta seguridad de la ciudadanía ante encuentros fortuitos con animales salvajes resulta un asunto complejo de abordar. Protocolos difundidos, consejos para evitar dejar basura o comida en la calle o hasta teléfonos de contacto con dispositivos especializados más allá del Seprona, son cada vez más útiles.
Ahora bien, lo que sucede en la carretera es otra cosa. En zonas de nuestro país como Castilla y León, los siniestros viales con animales ya representan el 61% de la accidentalidad en las carreteras de Castilla y León, según informa el Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática.
Tanto es así que en la última actualización de señales por parte de la DGT en 2025 se introdujo, por ejemplo, la figura del jabalí, cuando hasta ahora solo existía la de un ciervo o una vaca... El cambio responde a cuestiones estadísticas, ya que la mayoría de accidentes causados por animales están relacionados con el jabalí (40% de los siniestros con implicación animal, según el último informe de la DGT).
Si no puedes, únete
En varias ciudades y entornos rurales de Europa se han instalado hasta túneles para salamandras y otros anfibios, una solución sencilla pero muy efectiva para reducir la alta mortalidad que sufren estos animales al cruzar carreteras en época de migración. En algunos lugares, como en Alemania, Suiza o Austria, este tipo de infraestructura ya forma parte de los programas regulares de conservación de la biodiversidad, entre los que se incluyen otras medidas como los cierres temporales de carreteras durante las noches de migración o la instalación de pasos elevados en zonas de humedales.
"Conocer a los animales de la zona y ser conscientes de cuáles son las áreas de transición o paso ayuda a la hora de la planificación urbana", aclara Carlos Cuéllar, especialista en biodiversidad urbana del Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autónoma y su Hábitat (GREFA). Explica que las zonas ajardinadas como parques, rotondas o proximidades de carreteras son un acabado "muy apetecible" para aquellos animales que en épocas de escasez buscan al otro lado de la carretera.
Así, el pilar fundamental es "evitar la implantación de este tipo de áreas en zonas periurbanas o cercanas al campo". Su experiencia en Madrid le ha llevado a valorar la colaboración entre instituciones como un garante de eficiencia y recalca la necesidad de incluir a la población: "Insistimos en que las personas conozcan los animales de la zona por medio de la instalación de paneles informativos y el conocimiento de cómo proceder: desde la gestión de basuras hasta la conciencia sobre alimentar algunas especies".
Parte de la solución de las instituciones pasa por integrar en los entornos vías para su correcta convivencia. Así, más allá de las políticas concretas por especie y hábitat, los expertos insisten en que debe entenderse en conjunto. Por ejemplo, en el caso de los osos pardos en Italia, las autoridades han puesto en marcha desde campañas de información ciudadana, sistemas de monitoreo con radio a individuos problemáticos, pasando por compensaciones económicas a pastores y agricultores afectados. Para complementar, se ha procedido a la instalación de infraestructura como cercas eléctricas o la instalación de "contenedores anti-oso" en primavera de 2025, diseñados para impedir que accedan a los residuos urbanos.
Oso pardo en los Pirineos. (EFE/Generalitat de Catalunya)
Otra de las estrategias más efectivas para minimizar los conflictos entre humanos y fauna salvaje es proporcionarles espacios seguros dentro o en los márgenes de la ciudad, en lugar de expulsarlos, ya que los animales tienden a regresar a zonas conocidas. Bucarest ofrece varios ejemplos de convivencia positiva: el Parque Natural Văcărești, conocido como la "delta entre bloques", es un área de 190 hectáreas recuperada por la naturaleza que alberga más de 180 especies de aves, nutrias, murciélagos y zorros, funcionando como un refugio de biodiversidad y salud en plena metrópoli.
Al norte, el Bosque de Băneasa sigue siendo hogar de ciervos, jabalíes y zorros, aunque la presión inmobiliaria amenaza su continuidad. Por su parte, la Pradera de Petricani, recientemente declarada área protegida, demuestra cómo la combinación de conservación y voluntariado puede rescatar ecosistemas frágiles y ofrecer a la fauna un lugar seguro, reduciendo así la probabilidad de encuentros peligrosos dentro de la ciudad.
"Al final, la diversidad de la vegetación atrae más vida animal, está todo conectado", asegura Corina Basnou, investigadora del CREAF. Argumenta que la creación de espacios verdes en las ciudades hace inevitable el atraer a especies, por ejemplo, aves u otros pequeños mamíferos. Así, las medidas verdes de biodiversidad tienen cierta relación entre sí. Eso sí, la experta insiste en que una de las claves cuando se habla de sostenibilidad o biodiversidad es la educación: "Es esencial involucrar a la ciudadanía".
Así que recuerda, el Oso Yogui, Bambi o Pumba no son solo parte de la ficción, sino que están más cerca de nuestra jungla de cemento de lo que creemos. Para cuando los veamos, no servirá con saber las bandas sonoras de Disney, sino que hay que estar concienciados de los protocolos y riesgos.
Son las 7.30 de la mañana. Despertador, agua, bolsas, correa. El perro espera pacientemente su paseo matutino. Lo llevas todo. Saludas a tus vecinos y, de pronto, un movimiento extraño entre los matorrales. No es tu perro. No es otro perro: es un jabalí.