Jonathan Powell: el verdadero arquitecto del acuerdo que busca la paz en Ucrania
La persona que realmente está moviendo las piezas en el tablero geopolítico es el asesor de seguridad nacional del Reino Unido. Con "paciencia extraordinaria" y una "serena preparación", entre sus logros está el acuerdo de paz en Irlanda del Norte
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Cuando se alcanzan acuerdos para poner fin a una guerra, son los políticos los que protagonizan las fotos y se ponen medallas. Si finalmente se consigue el alto al fuego definitivo en Ucrania, Donald Trump no tardará en postularse para el Nobel de la Paz. Pero los verdaderos arquitectos de los tratados son otros. Se trata de tipos de perfil bajo que no salen en los titulares y cuyo nombre no será recordado en efemérides y que, sin embargo, pasan horas de avión para reunirse personalmente con las partes involucradas, mediando y revisando cada punto y coma de textos hasta conseguir el punto de equilibrio aceptable para la deseada fumata blanca.
En el actual conflicto europeo la persona que realmente está moviendo las piezas en el tablero geopolítico es Jonathan Powell, el asesor de seguridad nacional del Reino Unido y principal lugarteniente del primer ministro británico en política exterior.
Como jefe de gabinete de Tony Blair de 1997 a 2007, ya desempeñó un papel clave en la elaboración del Acuerdo de Viernes Santo, que contribuyó a sellar la paz en Irlanda del Norte tras tres décadas de sangre.
A diferencia de Blair, cuando Powell conoció al que fuera líder republicano irlandés Martin McGuinness, se negó a estrecharle la mano. Su padre, el vicemariscal del aire John Frederick Powell, fue alcanzado por una bala del Ejército Republicano Irlandés (IRA) en una emboscada, y su hermano fue blanco del IRA cuando trabajaba como asesor de la primera ministra Margaret Thatcher. Pero con el tiempo, Powell se convenció de que era necesario hablar con terroristas, y cuanto antes mejor, para hacer todo lo posible por evitar la pérdida de más vidas.
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Richard English, director del Instituto Mitchell de la Queen's University de Belfast, donde Powell es profesor honorario, afirmó que su "disposición a forjar relaciones con los antiguos enemigos del gobierno fue vital". "Su experiencia le ha llevado a argumentar que el diálogo y la colaboración a menudo se dejan para demasiado tarde", apuntaba en Político.
El mediador tenía 38 años cuando empezó a trabajar para Tony Blair en la oposición aunque ya había ejercido previamente como diplomático en las negociaciones para la devolución de Hong Kong a China y en las conversaciones sobre control de armas con la Unión Soviética a mediados de la década de 1980.
Tras dejar el gobierno, fundó su propia ONG especializada en mediación de conflictos. Y ahora, a sus 68 años y con el respeto de los gobiernos de diferentes colores políticos, regresa para afrontar el periodo de máxima inestabilidad en Europa desde la Guerra Fría con el añadido de la brecha transatlántica impuesta por Donald Trump, que ve las relaciones con el Viejo Continente puramente en términos mercantilistas, no de seguridad.
"Paciencia extraordinaria"
Los que conocen al mediador destacan su "paciencia extraordinaria" y una "serena preparación". La semana pasada, ayudó a redactar una propuesta de alto el fuego presentada por Estados Unidos y Ucrania, cuya existencia representa un cambio notable tras la desastrosa reunión en el Despacho Oval entre el presidente estadounidense Donald Trump y su homólogo ucraniano Volodímir Zelenski.
Junto con Starmer, Powell se ha esforzado por garantizar que las líneas de comunicación se mantuvieran abiertas tras ese colapso público. El fin de semana pasado, y en vísperas de las conversaciones organizadas por Arabia Saudí entre Estados Unidos y Ucrania, Powell viajó a Kiev para redactar el acuerdo con el jefe de gabinete de Zelenski, Andriy Yermak.
Y regresará ahora a Washington para reunirse con el asesor de seguridad nacional de Trump, Mike Waltz, en un intento por mantener el impulso y convencer a Trump que está en su interés, no solo en el de Ucrania, evitar que Vladimir Putin tome la delantera. La reputación internacional del Reino Unido sufrió una grave crisis tras el Brexit. Pero Powell está demostrando que el país aún puede gestionar una diplomacia refinada.
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Powell ha escrito sobre la importancia de viajar físicamente para reunirse con interlocutores en su territorio como forma de generar confianza, un enfoque visible en sus propios viajes recientes, pero también en el esfuerzo más amplio del Reino Unido por mantener un ritmo constante de visitas de alto nivel a Estados Unidos.
Peter Ricketts, quien se desempeñó como asesor de seguridad nacional de David Cameron, describió a Powell como "ese enlace internacional crucial" entre Washington y Londres, quien, como agente de la NSA, tiene un teléfono de la Casa Blanca en su escritorio "para comunicaciones seguras con el asesor de seguridad nacional estadounidense a cualquier hora del día o de la noche".
Durante el ejecutivo conservador de David Cameron, fue enviado del Reino Unido a Libia tras el reinado de Muamar el Gadafi (1969-2011). Una experiencia conmovedora, en la que impulsar las negociaciones de paz resultó mucho más difícil ante la ausencia de un gobierno estable y la disminución de la atención internacional. “No ha mejorado mucho desde que empecé, así que me alegro de que no me paguen por resultados”, declaró sin rodeos a The Guardian en 2015.
"No ha mejorado mucho desde que empecé, así que me alegro de que no me paguen por resultados conseguidos"
Emily Thornberry, presidenta laborista de la comisión de asuntos exteriores de la Cámara de los Comunes, discrepa, sin embargo, con él. "Jonathan Powell se ha ganado su sueldo", declaró el pasado miércoles. "Que haya estado en Estados Unidos hablando con estadounidenses, alemanes y franceses, elaborando la oferta y luego viajando a Ucrania para elaborar la respuesta: es un logro", declaró en el programa Today de BBC Radio 4.
Morgan McSweeney, el poderoso jefe de gabinete de Starmer, fue clave en el regreso de Powell a Downing Street. Cuando le conoció, quedó tan impresionado que decidió que podría ser una fuente vital de sabiduría para el gobierno.
Starmer nombró a Powell como su asesor de seguridad nacional. Pero también se ha convertido 'de facto' en el asesor principal de política exterior del Número 10, llenando el vacío dejado por John Bew, quien ocupó el cargo bajo tres primeros ministros conservadores. Esto ha generado preocupación en sectores de Whitehall, donde se encuentran los ministerios.
"Que haya estado hablando con estadounidenses, alemanes y franceses, elaborando la oferta y luego viajando a Ucrania: es un logro"
"Tiene demasiadas responsabilidades y tiene que viajar constantemente, ya que es, en realidad, el enviado principal", declaró un experto en política exterior vinculado a Whitehall desde el anonimato a The Guardian.
Según el rotativo, la intención es nombrar a un asesor de política exterior para reforzar la operación del Número 10. El martes se informó que el puesto sería ocupado por Henna Shah, aliada de McSweeney, quien se ha desempeñado como directora de relaciones del Partido Laborista y será ahora un papel de apoyo a Powell.
La centralidad de Powell en las negociaciones ha suscitado dudas sobre si David Lammy, ministro de Exteriores, está siendo marginado como jefe de la diplomacia británica. El poder en política exterior tiende a oscilar en Downing Street. Boris Johnson, Liz Truss y Rishi Sunak dejaron la gestión en gran medida en manos del ministerio de Asuntos Exteriores, pero Starmer la ha devuelto firmemente al Número 10.
Cuando se alcanzan acuerdos para poner fin a una guerra, son los políticos los que protagonizan las fotos y se ponen medallas. Si finalmente se consigue el alto al fuego definitivo en Ucrania, Donald Trump no tardará en postularse para el Nobel de la Paz. Pero los verdaderos arquitectos de los tratados son otros. Se trata de tipos de perfil bajo que no salen en los titulares y cuyo nombre no será recordado en efemérides y que, sin embargo, pasan horas de avión para reunirse personalmente con las partes involucradas, mediando y revisando cada punto y coma de textos hasta conseguir el punto de equilibrio aceptable para la deseada fumata blanca.