Ni la enfermedad detiene a Francisco: miedo entre los más integristas a la nueva 'sala de máquinas' en el Gemelli
En esta fase de la hospitalización en el Gemelli, los sectores más integristas empiezan a emitir señales de nerviosismo. Hay miedo a esa determinación de Francisco en consolidar reformas
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A regañadientes y una semana más tarde de lo que le habían aconsejado los médicos. Así llegó el mediodía del pasado 14 de febrero el papa Francisco al Policlínico Agostino Gemelli, de Roma -tras presidir previamente cuatro audiencias-, para su ingreso hospitalario más complicado y donde su salud sigue muy comprometida tras un broncoespamo en un cuerpo de 88 años zarandeado por una neumonía bilateral.
No sospechaba entonces Jorge Mario Bergoglio el trance que se le venía encima, pero tampoco puede decirse que le pillaba de nuevas. Durante al menos dos semanas antes, arrastraba una bronquitis que le hizo desistir de leer varios de sus discursos y homilías. El invierno empezaba a hacérsele largo y, aislado en las dependencias vaticanas, rodeado de intrigas e intrigantes, los corticoides no acababan de surtir los efectos desinflamatorios, por más que los secundarios asomasen a su rostro, visiblemente más hinchado y con un hilo de voz ronco y desdibujado.
Sin embargo, algo venía barruntando en las semanas previas y, reconocido mal paciente, tuvo que acceder ante los médicos a recluirse más tiempo en su estancia de la Residencia Santa Marta -una austera habitación con una pequeña salita adosada- y evitar el contacto con los fieles, los traslados al Aula Pablo VI, a la basílica de San Pedro o a la famosa plaza para evitar los fríos y humedad romana. De hecho, la primera semana de febrero se vio obligado a cancelar dos días las audiencias previstas. Era eso o ir al hospital. Y convenció a los médicos de quedarse en Santa Marta bajo supervisión. No quería parar de trabajar.
Consciente de su situación (tampoco hizo caso y en septiembre se había embarcado en el viaje más largo y exigente de sus 12 años de pontificado), empezó a tomar medidas de cara a un futuro cónclave y dispuso la prórroga en su mandato quinquenal del decano del Colegio Cardenalicio en vísperas de las elecciones previstas para sustituir al vigente, el veterano cardenal Giovanni Battista Re, de 91 años.
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Una medida que, aunque prevista en el decreto con el que él mismo había eliminado cinco años antes la condición vitalicia de ese cargo -previa renuncia de quien lo venía ostentado, el cardenal Angelo Sodano, nuncio en el Chile de Pinochet y sombra todopoderosa bajo el pontificado de Juan Pablo II- no dejaba de ser sorprendente, porque esa prórroga sine die recaía en un anciano de 91 años, sólo uno menos que los que tenía Sodano cuando presentó su dimisión, en principio por razones de edad. No todos los entendieron así. La sombra del intrigante purpurado italiano, número dos del Papa polaco como Secretario de Estado, seguía siendo alargada.
Pero parecía que había otras razones para que, en caso de fallecer Francisco, fuese Re -de quien valora que no se esconda cuando manifiesta sus críticas a algunas cuestiones de su gobierno- quien, llegado el caso, convocase a todos los cardenales a Roma para participar en el cónclave en caso de su muerte, presidir las congregaciones generales, es decir, las reuniones previas al cónclave, así como la importante misa pro eligendo pontifice.
Desenfocar a Parolin
Al ser mayor de 80 años, Re no podría figurar entre los cardenales electores del nuevo pontífice y, por tanto, tampoco presidir las sesiones del cónclave, algo que sí podría suceder en el caso de quien sonaba como probable candidato a sucederle como cardenal decano si Bergoglio no se hubiese saltado las elecciones que estaban a punto de celebrarse: el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin. Un papable del ala conservadora, del gusto de la Curia vaticana, decepcionado con el Papa, que le relegó frente al cardenal Matteo Zuppi (papable por el bando de los francisquistas) en la mediación con Rusia y Ucrania, y que ahora ya no tendrá la baza de una sobreexposición ante los cardenales electores como la tuvo en su día el cardenal Joseph Ratzinger, decano en el cónclave que le elegiría a él como sustituto de Juan Pablo II y autor de una homilía en la misa pro eligendo pontifice, previa al encierro en la Capilla Sixtina, que marcó las deliberaciones entre los cardenales electores en su búsqueda de la fumata blanca.
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Una semana después de hacerse pública esa prórroga para Re, que desenfocaba a Parolin, Francisco era hospitalizado en la décima planta del Gemelli, el Vaticano 3, como se le conoce. Los primeros días mantiene un cierto ritmo de trabajo e incluso recibe a la primera ministra italiana Giorgia Meloni en la llamada Cámara de los Papas. Bromean. Lo habitual entre ellos. Ella lo encuentra "alerta y despierto". Él le dice que sabe que los hay que rezan para que vaya pronto "al Paraíso". Algunos, a pocos kilómetros de donde convalece. Ninguna novedad para él.
Baja a la fuerza su ritmo de trabajo. La crisis de salud acecha. Sólo tienen acceso a él sus tres secretarios, que le mantienen conectado con las labores de gobierno y los distintos dicasterios (ministerios) de la Curia vaticana. Se producen algunos nombramientos episcopales, llama como cada día desde hace año y medio, a las siete de la tarde, a la parroquia católica de Gaza que acoge entre sus muros a fieles y refugiados de la ofensiva israelí, y lee informes y diarios. Hace tiempo que es consciente del deterioro de su salud. Le mantiene el espíritu de entrega jesuítico del ‘para mayor gloria de Dios’ y su máxima de que no se gobierna con las rodillas, sino con la cabeza, pero sabe que le queda poco tiempo y mucha tarea.
Consolidar las reformas
A partir de ahora, el tiempo que reste, ha de ser para consolidar lo avanzado con las reformas en las que se ha embarcado. Ha llegado vivo al Jubileo de 2025, un acontecimiento eclesial extraordinario con Roma como epicentro para la acogida de más de 30 millones de peregrinos. El año también en donde deberá ratificar las deliberaciones de los diez grupos de trabajo sobre las cuestiones más controvertidas surgidas durante los sínodos de 2023 y 2024, que marcaron un hito en la apuesta por la sinodalidad como forma -con límites- de gobierno en la Iglesia, lo más parecido hasta ahora a democracia en la institución milenaria. Y habrá de aprobarlas, llegado el caso, antes de junio. Le queda mucha tarea, sí. Pero la crisis se desencadena y la salud del Papa mantiene en vilo al mundo.
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El segundo fin de semana de su ingreso resulta angustioso. Se hace circular la posibilidad de una renuncia. Él mismo lo tiene contemplado. Pero aún no parece el momento. Se filtra que Parolin y el cardenal Gianfranco Ghirlanda, también jesuita y experto en Derecho Canónico, han ido a verle. Se habla de preparar el cónclave. Lo desmienten fuentes oficiales. Será el lunes 24 cuando se produzca la visita de Parolin. En cuanto aparecen los primeros síntomas de “leve” mejoría. Sigue en estado “crítico”, pero se mantiene al timón ‘de la barca de Pedro’, en el gobierno de la Iglesia. Esa es la imagen que quiere mostrar. Desde una habitación en la que suceden doctores y enfermeros y el aporte de oxígeno “en alto flujo” a sus pulmones se hará imprescindible. Y con sus tres secretarios. Parolin, acompañado ese día por el llamado ‘Sustituto’ de la Secretaría de Estado, número 3 en el escalafón vaticano, el venezolano Edgar Peña Parra, abandona el Gemelli con nombramientos y disposiciones del Papa bajo el brazo.
El consistorio y la gobernadora
Inmediatamente se hacen públicas las designaciones de varios obispos, los nombres de los próximos santos y santas y un par de cuestiones que señalan la determinación del Papa de seguir adelante. Por un lado, la celebración -sin fecha aún- de un consistorio de cardenales en el Vaticano para fijar el momento de las canonizaciones aprobadas. Eso sugiere que Francisco cuenta en ese momento con salir por su propio pie del Gemelli, y enseguida la prensa italiana recuerda que fue precisamente en un consistorio similar donde Benedicto XVI presentó su renuncia justo hace 13 años.
Por otro lado, Bergoglio ha aprobado la modificación de la Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano y otras normas con las que asentar plenamente el nombramiento efectivo, a partir de este 1 de marzo, de la primera ‘gobernadora’ del minúsculo país, la monja Raffaella Petrini. Al igual que sucedió hace unas semanas cuando nombró a otra religiosa, Simona Brambilla, como la primera mujer prefecta (equivalente a ministra) de un dicasterio vaticano, han surgido voces sobre la legalidad de la designación de Petrini para un cargo para el que se requería la condición de cardenal. La modificación de la norma que lleva firmada Parolin desde del Gemelli despeja las dudas, aunque no los recelos ni el descontento de los críticos con la concesión al mayor papel de la mujer en la estructura de una institución que las ha relegado desde hace siglos. Y puede que no sea el último gesto que, si le quedan fuerzas, haga el Papa sobre esta cuestión. Queda pendiente el tema de las mujeres diaconisas, que salió repetidamente a debate en los sínodos de 2023 y 2024 y que el propio Bergoglio aparcó para evitar que pudiese acabar descarrilando todo el experimento sinodal.
"En esta fase de la hospitalización en el Gemelli, los sectores más integristas empiezan a emitir señales de nerviosismo"
Por eso, en esta fase de la hospitalización en el Gemelli, los sectores más integristas empiezan a emitir señales de nerviosismo. Hay miedo a esa determinación de Francisco en consolidar reformas. A querer mostrar desde la décima planta del hospital de los papas que sigue al mando. Desde hace meses se esperan decretos con su firma para la disolución efectiva de grupos como el peruano Sodalicio de Vida Cristiana, una organización que resultó un nido de pederastas con un poderoso entramado político y económico con ramificaciones en paraísos fiscales. Y la cautela es máxima también en el Opus Dei, pendiente de la aprobación papal de unos estatutos que se demoran tras el recorte en sus prerrogativas en lo que algunos califican de “ofensiva” iniciada en 2022 de Francisco contra la Obra de Josemaría Escrivá de Balaguer.
Como la salud del pontífice argentino, todos estos asuntos tienen a día de hoy un “pronóstico reservado” a la espera de lo que suceda en estas próximas horas y ver de verdad los efectos del repentino empeoramiento producido por el broncoespamo. Casi coincidiendo con la hora en la que la Sala Stampa vaticana emite los partes médicos vespertinos, cientos de fieles se reúnen en la plaza de San Pedro a rezar el rosario por la salud de Francisco. Otros rezan para asistir al punto y final del 266º papa de la Iglesia católica, el primer latinoamericano en 2.000 años de historia.
A regañadientes y una semana más tarde de lo que le habían aconsejado los médicos. Así llegó el mediodía del pasado 14 de febrero el papa Francisco al Policlínico Agostino Gemelli, de Roma -tras presidir previamente cuatro audiencias-, para su ingreso hospitalario más complicado y donde su salud sigue muy comprometida tras un broncoespamo en un cuerpo de 88 años zarandeado por una neumonía bilateral.