Sobrios en el continente borracho: los jóvenes europeos no beben como sus padres
El alcohol sigue siendo la principal sustancia psicoactiva más consumida por los jóvenes de 14 a 18 años, pero la prevalencia es cada vez menor
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Francisco Zambrana recuerda el alcohol con el entrecejo arrugado. Ha probado algún que otro chupito y hasta la cerveza, pero nunca ha sido de su agrado. Tiene 25 años, y la decisión de no beber marcó su proceso de socialización adolescente. De hecho, sigue acompañándolo a día de hoy en su etapa adulta. “Era algo que me daba miedo y no me gustaba el hecho de perder la conciencia de mis actos. Al final, tomé la decisión porque veía que no me aportaba nada, pero aún hay mucha gente que se sorprende”, apunta.
Y no es de extrañar. En España, según la última encuesta EDADES publicada por el Ministerio de Sanidad, un 64,5% de las personas de entre 15 y 64 años asegura haber consumido en el último mes. Por su parte, un 9% de las personas de 15 a 64 años reconoce que bebió a diario en el último mes. Esta cifra muestra una tendencia descendente en los últimos años.
El contexto internacional no trae cifras mejores. Pese a que el consumo de alcohol en la Unión Europea ha disminuido en medio litro por persona entre 2010 y 2020, según los últimos datos de la OMS, los países europeos siguen estando muy por encima de los niveles de otros continentes.
Países como Lituania, Letonia o República Checa se encuentran a la cabeza de consumo de acuerdo a las cifras sobre las ventas anuales publicadas por la OCDE en 2021. Mientras, otros como Estados Unidos, Canadá, o Japón quedan por debajo de la media europea.
En 2019, según los últimos datos de Eurostat, el 8,4% de la población adulta de la UE (15 años o más) consumían todos los días, el 28,8% bebía semanalmente y el 22,8% mensualmente. Por su parte, el 26,2% afirmaba que nunca consumía bebidas alcohólicas o no había consumido ninguna en el último año.
Ahora bien, en un mundo de ebrios, las cifras correspondientes a los jóvenes de entre 15 y 25 años hablan de un cambio en el consumo en Europa. Según la última Encuesta Escolar Europea sobre Alcohol y Otras Drogas (ESPAD), se ha producido un descenso del consumo entre menores de 15 y 16 años del 22% desde 2003.
La Gen Z, el oasis generacional del alcohol
“La tendencia es estable o a la baja, aún así sigue sin ser para estar orgullosos”, aclara Beatriz Martín Padura, directora general de FAD Juventud. Desde el repunte en 2012, y tras los efectos de la pandemia, en 2023, tres de cada cuatro estudiantes de 14 a 18 años reconocían haber tomado alcohol al menos una vez en el último año, y más de la mitad declaraba un consumo reciente (en el último mes), según el informe Monografía sobre alcohol 2024, publicado por el Ministerio de Sanidad.
El cambio en las dinámicas de socialización y la labor de prevención ejercida por las instituciones públicas han contribuido a este nuevo comportamiento. La juventud cada vez es más consciente de que hasta el consumo moderado repercute de manera negativa en su salud.
En este sentido, las redes sociales han jugado un papel clave. Los jóvenes cuentan con personas o perfiles que sirven como puerta, no solo para nuevas fuentes de información sino también para sentirse acompañados o verse reflejados en comportamientos como el de no abusar.
“La conciencia sobre los hábitos de vida saludables, reforzada por los referentes positivos, ayuda”, confirma Beatriz Martín. Destaca la influencia de personajes públicos en redes sociales que promueven estilos de vida sanos o que directamente “desmitifican los beneficios del alcohol”. La experta pone de ejemplo el brindis con champín en las campanadas de TVE entre Broncano y Lalachus y expresa su conformidad con este tipo de iniciativas.
Esta tendencia es aún mayor en países como Dinamarca, donde, de acuerdo a los datos publicados por la Autoridad Sanitaria Danesa, el porcentaje de jóvenes de 16 a 24 años que consumían más de 10 unidades semanalmente han pasado de representar en 2010 el 47,4% al 21% en 2023.
Aún así, esta sustancia sigue teniendo mucha fuerza como agente de socialización. Los datos oficiales de una encuesta sobre los hábitos de consumo en ese país confirman que la mitad de los jóvenes de entre 15 y 25 años se han negado a asistir a un acto social porque no querían beber alcohol.
Beber ya no es mindful
“Se debió sobre todo a mis problemas de salud mental, que empeoraban con el alcohol. Me provocaba pánico por no tener control sobre mi cuerpo, por marearme la cabeza”, confirma Tereza, una joven checa de 21 años. Ella empezó a beber a los 14, pero al año siguiente se dio cuenta de que no necesitaba consumir y a lo único que le ayudaba era a “borrar los recuerdos”.
La joven reflexiona sobre este comportamiento y mantiene que en su país sigue bastante normalizado el consumo. “Siento que la generación Z está muy herida en términos de salud mental”, explica sobre su percepción de que para muchos el alcohol supone una vía de escape ante estos problemas de salud.
Precisamente, uno de los principales factores para limitar el consumo es priorizar la salud mental. Tendencias como el wellness o conceptos como mindful o demure han contribuido a normalizar las conductas enfocadas a una vida saludable, consciente y que se convierta en “la prioridad en tu propia vida”. Un balance entre humor y concienciación que ha conseguido que las redes sociales lleguen donde muchas campañas institucionales no.
La cerveza pierde atractivo en la República Checa
Precisamente el país de Tereza es un buen ejemplo de cómo la visión del alcohol ha cambiado. Desde hace más de 30 años, la República Checa es el mayor consumidor mundial de cerveza per cápita. De media, los checos beben más de una lata de cerveza al día, según informa el medio checho Denik Referendum.
Alrededor del 78% de los adultos beben cerveza con regularidad. Está normalizado tomar una cerveza con la comida a mediodía, así como ir a un pub varias veces por semana desde una edad temprana.
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Sin embargo, los estudios demuestran que la generación Z bebe mucho menos la cerveza clásica: prefieren las opciones sin alcohol o algunas más ligeras y con menos graduación, que no son tan amargas o hinchan menos. Mientras que en 2015 el 56% de los consumidores de entre 18 y 30 años bebía cerveza al menos una vez a la semana, en 2023 la cifra bajó al 42%. Tanto es así que el mercado de la cerveza está reinventando las fórmulas para hacerlas más ligeras o afrutadas.
Sólo el 12% de las personas de entre 18 y 29 años va a un pub al menos una vez a la semana. En su lugar, la mayoría prefiere ir a galerías, cines o conciertos. Los informes gubernamentales anuales sobre drogas también confirman que el consumo de alcohol entre los menores ha ido disminuyendo. El descenso más significativo del consumo de alcohol en esas edades se produjo entre 2010 y 2015. Desde entonces sigue disminuyendo, pero a un ritmo más lento.
La República Checa se convierte así en uno de los países a la cabeza en consumo de alcohol con uno de los porcentajes más bajos de consumo juvenil.
Francia y las nuevas formas de consumo
“Personalmente, me enorgullece no beber alcohol y tiene muchas ventajas: no tengo resaca, puedo conducir después de las fiestas y ahorro mucho dinero”, confiesa Juliette, una parisina de 23 años que nunca ha consumido esta sustancia. En su proceso de socialización asegura haber recibido apoyo de su entorno, pero sigue sintiéndose como una excepción.
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En Francia, según la última encuesta de Sowine y Dynata, el 25% de los jóvenes de 18 a 25 años no beben. De hecho, debido a esta tendencia decreciente de consumo en el país, se han popularizado las “No Lows”: bebidas que contienen o muy poco o nada de alcohol. En 2023, el 29% de los franceses declararon ser consumidores de este tipo de bebidas, de los cuales el 45% tenían entre 18 y 35 años. El 80% de ellos declaró beber “No Lows” para disminuir su consumo de alcohol y cuidar su salud, más que para probar una nueva bebida.
Para María Melchior, directora de investigación del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica de Usbek & Rika, “la pandemia y el mayor uso de la comunicación virtual han disminuido las oportunidades de consumo de alcohol”. En declaraciones a VoxEurop, la experta valora que los jóvenes vieron limitadas sus opciones de salir de noche o quedar para beber.
Los que sí empinan el codo en Europa
Casi la mitad de los estudiantes búlgaros de entre 10 y 19 años han probado el alcohol (cerveza, vino y bebidas alcohólicas fuertes), y la edad media de inicio en el consumo es de 14 años. Pero el frente que más preocupa a las autoridades es el consumo excesivo que practica el 32,2% de los estudiantes, según informa el Centro Nacional de Salud Pública.
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“Los jóvenes no beben menos que las generaciones anteriores y experimentan con distintos tipos de alcohol. Sobre todo cócteles fuertes”, cuenta Dessi, de 25 años y residente en Sofía a Mediapool.bg. Sin embargo, la joven también ve cómo las tendencias de reducción de consumo han llegado a su generación. “Últimamente mi generación intenta llevar una vida más sana”, dice, aunque reconoce que al mismo tiempo es habitual ver imágenes de gente de su edad con una copa en la mano en redes sociales.
Lo mismo sucede en Grecia. Según una encuesta reciente del EKKE (Centro Nacional de Investigación Social), que registra los malos hábitos de los griegos, el país ocupa el segundo lugar, después de Irlanda, en “binge drinking”, es decir, un consumo elevado de alcohol en poco tiempo o “atracón”. En España, el 28,2% de los estudiantes de 14 a 18 años admitió haber consumido de esta manera en el último mes.
"La gente bebe porque los demás lo hacen"
“Tomé entre 12 y 13 copas, pero repartidas en muchas horas”, confiesa Freja Scheufens Bøgedal, una danesa de 23 años que lleva cinco años “evitando activamente el alcohol”. Es consciente de los problemas derivados y trata de no recurrir al alcohol de forma pasiva. Sin embargo, sí que consume esta sustancia asociada a momentos de disfrute.
En este sentido, tendencias como el “Dry January”, una apuesta por un mes de abstinencia para empezar el año, dejan en evidencia las intenciones de reducción de consumo. Desde la FAD Juventud apuntan que este tipo de iniciativas pueden ser beneficiosas para “identificar conductas”, pero que si son consecuencia de un exceso previo pueden resultar menos positivas o aptas para “mantenerlas en el tiempo”.
“Hace falta un cambio cultural. No creo que castigar a los jóvenes por una cultura que hemos heredado dé mejores resultados”, matiza Freja. Un pensamiento que comparte Francisco, el joven español: “La gente bebe porque los demás lo hacen, si dejara de ser algo tan determinante en lo social no se bebería”.
Francisco Zambrana recuerda el alcohol con el entrecejo arrugado. Ha probado algún que otro chupito y hasta la cerveza, pero nunca ha sido de su agrado. Tiene 25 años, y la decisión de no beber marcó su proceso de socialización adolescente. De hecho, sigue acompañándolo a día de hoy en su etapa adulta. “Era algo que me daba miedo y no me gustaba el hecho de perder la conciencia de mis actos. Al final, tomé la decisión porque veía que no me aportaba nada, pero aún hay mucha gente que se sorprende”, apunta.