Cómo la clase obrera se hizo de extrema derecha
Cada vez más, los partidos radicales han conseguido captar el voto obrero. Por primera vez en décadas, "clase trabajadora" e "izquierda" ya no son sinónimos
Pocos temas han generado tanta controversia en la politología moderna como la creciente vinculación entre clase trabajadora y voto a partidos de extrema derecha. Una relación sutil que ha sido analizada desde distintas perspectivas, desde la crítica a la izquierda brahmán, que sugiere que los partidos progresistas han abandonado a su electorado tradicional y otra que apunta a la apropiación del concepto por la extrema derecha aprovechando el desencanto hacia los partidos tradicionales.
Alemania es un buen ejemplo, donde Alternativa por Alemania (AfD) ganó el pasado mes de septiembre las elecciones en Turingia con un 32,8% de los votos. La primera vez que lo hacía un partido de extrema derecha desde el final de la segunda guerra mundial. Es el país que analizan en una nueva investigación Linus Westheuser y Thomas Lux, sociólogos políticos de la Universidad de Humboldt Berlín, con un interesante matiz: los que se identifican como obreros tienen más probabilidades de votar a la extrema derecha que en el pasado, pero las personas con conciencia de clase, a la izquierda.
"Sorprendentemente, la identidad de clase obrera va de la mano con el voto a la derecha radical, mientras que la 'conciencia de los intereses de clase' (según E.O. Wright), se relaciona con el voto a la izquierda", explicaba Westheuser. Los autores recuerdan que históricamente, los elementos propios de la extrema derecha eran "una minoría entre la clase trabajadora". Algo que está cambiando en países como Suiza y Austria, donde el Partido de la Libertad se impuso en las elecciones del pasado septiembre con un 29,2% de los votos. Lugares donde "vemos cómo una crisis de la representación política de la izquierda entre la clase obrera puede conducir a una hegemonía consolidada de la derecha radical".
Los autores señalan que este trasvase de votos a la extrema derecha se produce por la desconfianza de esta autodenominada clase obrera hacia los partidos tradicionales: un 33% de los que se consideraban parte de ella votaron a Alternativa por Alemania, mientras que entre los trabajadores, el voto al SPD, los Verdes, Die Linke y la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) tan solo llegaba en su conjunto al 27% de los votos.
Partidos como AfD diferencian entre "productores" y "aprovechados"
Partidos como Alternativa por Alemania, señalan los autores, tienden a caracterizar la clase trabajadora como makers ("creadores", pero también, "productores") frente a los takers ("tomadores", pero también "aprovechados"), una clase social inferior que no produce nada, no trabaja, y que se aprovecha de los subsidios del gobierno: vagos e inmigrantes. Por eso, esa identificación suele apuntar al voto a la derecha, mientras que la conciencia de clase (profesionales liberales y creativos) suelen identificarse ante los grupos sociales superiores y, aunque puedan estar más cerca socioeconómicamente de la clase media, votar a la izquierda.
La nueva extrema derecha ha conseguido "imponer una falsa solidaridad de clase que afirma que a los trabajadores les irá mejor si algunos grupos externos reciben un peor trato", señalan los autores. Algo que, añade, no es cierto, pero "puede sonar que sí lo es si la única oferta que se dirige directamente a los trabajadores que promete mejorar su posición en la sociedad".
Como recuerda Westheuser, no se trata de algo nuevo. Marx ya detallaba en su obra cómo los empresarios del siglo XIX solían utilizar los prejuicios ingleses contra los trabajadores irlandeses para dinamitar la solidaridad de clase. "Lo mismo ocurre hoy con los inmigrantes, que en realidad no son takers, sino una parte sobreexplotada de la clase obrera", explica. La diferencia durante los últimos años es que esa solidaridad de clase ha perdido fuerza, lo que permitido que la derecha imponga su visión de lo que significa ser clase obrera.
Objetivo: la antigua izquierda
Una de las sorpresas para los investigadores fueron los rápidos avances que Alternativa para Alemania, un partido relativamente joven que fundado en 2013, calase tan rápidamente entre la clase trabajadora. "Durante mucho tiempo, era clave para los partidos de izquierda representar la identidad, intereses y preocupaciones de los trabajadores y otros asalariados, que eran capaz de canalizar en una política solidaria para la sociedad en su conjunto". Ya no es así.
Tradicionalmente, recuerdan los autores, la clase obrera y el voto a la izquierda eran equivalentes. Esto ha dejado de ser necesariamente así a medida que la extrema derecha europea ha intentado cooptar la identidad de clase obrera. Un proceso que, para Westheuser, lleva produciéndose años, "incluso décadas" en algunos lugares. "Pero no es inevitable", añade. “La conclusión política es que si la izquierda fracasa en constituir la clase trabajadora como su base, la derecha se impondrá".
"Si la izquierda fracasa con la clase trabajadora, la derecha se impondrá"
La idea de clase trabajadora está siempre abierta a disputa. "En la mente de la población, qué grupos sociales existen, quién pertenece a ellos, cuáles son sus intereses y quién puede hacer legítimamente reivindicaciones en su nombre son preguntas políticamente muy importantes", añade Westheuser. Bourdieu lo denominaba 'lucha de clasificaciones'. Determinan qué fuerza política es dueña de un grupo en la mente de los votantes".
El correlato es lo que ocurre con aquellas personas que manifiestan una mayor conciencia de clase, aunque no se consideren clase trabajadora, y cuyo voto sigue estando dirigido a la izquierda. Un equivalente a Sumar o Más Madrid, formado por clases medias culturales. "La conciencia de clase implica los intereses de los asalariados frente a los de las empresas y otras grandes compañías", recuerda el autor. "Se trata del poder organizado de los asalariados, y de todos aquellos que no obtienen la mayor parte de sus ingresos de acciones o rentas".
Un interés que conecta a la clase trabajadora con la clase media cultural, que suele depender de su sueldo para su subsistencia y que suele vivir de alquiler. "Muchos miembros de esta clase media cultural también votan a la izquierda por valores liberales e igualitarios que no están necesariamente ligados con los intereses de clase", añade. "Pero también comparten su interés en mejorar la vida de los empleados y sus organizaciones".
Algo semejante, incluso de forma más acentuada, ocurre en España, como explica Luis Cornago, doctorando en ciencias políticas en la Universidad de Oxford, que ha tratado esta cuestión. "Es cierto que una parte de este fenómeno puede estar asociado al hecho de que los partidos de izquierda en España sean más exitosos a la hora de activar esta conciencia de clase, incluso entre personas que no necesariamente pertenecen en términos ocupacionales o de renta a esa clase social", explica. "Sin embargo, más allá de eso, hay también razones más estructurales que llevan a la clase media sociocultural, mayoritariamente urbana, a apoyar a partidos de izquierdas que ofrecen mayor inversión pública, mejorar las guarderías y los permisos de paternidad o atajar el cambio climático".
¿Y en España?
La tendencia es semejante aunque un poco más tardía en nuestro país que en el resto de Europa, donde, como explica Cornago, "el cambio en la oferta partidista y el realineamiento electoral empezó hace décadas y ha sido más intenso". Como añade el investigador, "la dimensión económica está todavía bastante solapada con las cuestiones más de corte sociocultural, como la inmigración". Por eso, hace unos años, él mismo explicaba que la desafección de la clase trabajadora pasaba antes por la abstención que por el voto a Vox.
"El Vox de 2024 captura más voto de votantes desfavorecidos que el de 2019"
Es previsible que la tendencia se aproxime a la de Alemania durante los próximos años. Es lo que ha ocurrido durante el último lustro, cuando Vox, el partido de extrema derecha español, ha mejorado sus resultados entre las clases más bajas. Sin embargo, como matiza Cornago, "aunque es cierto que el Vox de 2024 seguramente captura más voto de votantes desfavorecidos que en 2019, quienes se identifican como 'clase obrera' en España tienden a votar más a la izquierda".
Vox ha decidido imitar las tácticas discursivas y programáticas de los partidos centroeuropeos anteriormente citados en su propio beneficio, vistos los resultados logrados. "En el discurso de Abascal o de otros políticos de Vox se hace referencia en muchas ocasiones a esa dicotomía entre la gente corriente y una heterogénea coalición que está 'en contra de España' (comunistas, inmigrantes, etc.)., explica Cornago matizando esa división entre takers y makers que aparecía en el trabajo de los alemanes. Conceptos como "la España que madruga" son la traducción más clara de ese intento de establecer una frontera que ya no es entre élites y clase trabajadora, sino entre takers y makers.
El politólogo pone de ejemplo el caso de Reino Unido y de Alemania, analizados en diversas investigaciones, como casos en los que esta apelación estratégica a la clase trabajadora se ha traducido en un crecimiento en las urnas. "En el caso de Vox (sobre todo en el primer Vox), creo que era más difícil comunicar esto de forma creíble entre ciertos sectores sociales más desfavorecidos, sobre todo por el entorno social del que provenían muchos de sus líderes, pero quizás con el paso de los años y con la atracción de nuevos cuadros puedan conseguirlo", añade.
El voto obrero está mucho más fragmentado hoy que hace décadas. Pero no se trata tan solo de la influencia de los partidos de extrema derecha, sino también, como insiste Cornago, de "las transformaciones sociales y económicas estructurales, incluidos cambios importantísimos en el mundo del trabajo". Los distintos ritmos a los que esto ocurre influyen en el tipo de extremas derechas que emergen en cada país. Lo hace porque también las características de la clase obrera han cambiado y evolucionado desde el canon de la clase obrera industrial hasta una nueva clase trabajadora de origen migrante y vinculada al sector servicios, lo que dificulta su identificación, definición y la posibilidad de su absorción, como ocurre con el esencialismo obrero de formaciones como Frente Obrero. La clase obrera sigue siendo rentable.
Pocos temas han generado tanta controversia en la politología moderna como la creciente vinculación entre clase trabajadora y voto a partidos de extrema derecha. Una relación sutil que ha sido analizada desde distintas perspectivas, desde la crítica a la izquierda brahmán, que sugiere que los partidos progresistas han abandonado a su electorado tradicional y otra que apunta a la apropiación del concepto por la extrema derecha aprovechando el desencanto hacia los partidos tradicionales.
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