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Cómo destruir una monarquía de 1.000 años en cinco horas (con algo de razón)
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Cómo destruir una monarquía de 1.000 años en cinco horas (con algo de razón)

El libro del príncipe Harry es un negocio, una explicación y un ataque a la realeza, pero sobre todo muestra que la relación entre medios y 'royals' ha cambiado y que el modelo de monarquía glamurosa fundado por Lady Di está en barrena

Foto: Harry y Meghan, amor y dinamita. (Netflix)
Harry y Meghan, amor y dinamita. (Netflix)

La foto de Lady Di que simboliza su soledad dentro de la familia real británica se tomó durante un viaje oficial a la India. 1992: Diana sentada sola en un banco, con la mirada vacía y la inmensidad del Taj Mahal de fondo.

Ahora que uno de los hijos de Diana —el exiliado príncipe Harry— ha dinamitado la casa real con unas memorias en las que cuenta, entre otras cosas punkis, que su hermano (el heredero al trono Guillermo) le atizó en una discusión sobre su mujer (Meghan Markle), conviene detenerse en esa fotografía de Lady Di en el Taj Mahal, porque nos dice algo importante sobre la relación entre los royals y los medios que el libro de Harry (En la sombra) ha reventado ahora con consecuencias impredecibles.

Aunque debido a su trágica muerte, accidente de coche mientras era perseguida por paparazis, tendemos a ver a Diana como una víctima pasiva de los medios, nunca lo fue. La foto en el Taj Mahal no fue espontánea, Lady Di sabía el mensaje que iba a enviar con esa imagen, como reconoció el fotógrafo años después: “Lady Dy parecía triste y sabía hacia dónde iría la historia”.

Pero si la mano de Diana Spencer sobre esa foto fue invisible, Harry y Meghan, con luz y taquígrafos, han sacado ahora su propio fotorrelato (contra la familia real) en el que son, al mismo tiempo, modelos, fotógrafos, productores y principales beneficiarios económicos. Podría decirse que Lady Di y Harry actuaron en defensa propia para defenderse de los ataques y contar su relato, pero la diferencia entre épocas y actitudes no es baladí, y quizás esté acelerando la decadencia de la institución monárquica en la era de las celebrities.

El libro bomba

Dado el volumen de negocio que mueven Meghan y Harry (se habla de 17 millones de euros de adelanto por las memorias y de un contrato de 100 millones con Netflix), es difícil no caer en el cinismo total a la hora de valorar el libro del príncipe. No obstante, el texto es mucho más que una serie de ataques cruentos a la familia real, que es lo que han ido adelantando los medios. Firmado (y narrado) por Harry, pero escrito por J. R. Moehringer, célebre biógrafo de Agassi, el libro busca conmover, que empaticemos con la historia triste de un niño en shock por la trágica muerte de su renegada madre, incapaz de tener una relación emocional con su padre y su hermano, obsesionado e indignado por el acoso de la prensa a su mujer y que rompe con su familia cuando no puede más.

Foto: El príncipe Harry. (Getty)

He aquí algunos extractos.

Sobre la incapacidad de su hermano y su padre para entender sus motivos para cortar con la familia: “Si no conocían los motivos por los que me había marchado, quizá lo que pasaba era que no me conocían a mí. En absoluto. Quizá no me hubieran conocido nunca, en realidad. La idea me hizo sentir frío, y una espantosa soledad… Mi querido hermano, mi archienemigo, ¿cómo habíamos llegado a eso?”.

Sobre el día que murió su madre, salió a la calle y se encontró a un montón de fotógrafos: “Yo no veía más que una matriz de puntos de colores. Flores. Y más flores. No oía nada que no fueran los chasquidos rítmicos del otro lado de la calzada. La prensa. Busqué la mano de mi padre, para consolarme, y luego me maldije, porque ese gesto desencadenó una explosión de chasquidos. Les había dado exactamente lo que querían. Emoción. Drama. Dolor. Y dispararon y dispararon y dispararon”.

Sobre el funeral de su madre y la prensa: “Llevaba días oyendo la cantinela de la bandera, la bandera, la bandera. La gente no hablaba de otra cosa. Los ánimos estaban soliviantados porque en el palacio de Buckingham la bandera no ondeaba a media asta. Al parecer les daba igual que el estandarte real no se izara nunca a media asta, bajo ninguna circunstancia; ondeaba cuando la abuela estaba en palacio y se arriaba cuando estaba ausente, y punto. Lo único que les interesaba era ver alguna muestra oficial de duelo, y su ausencia los encolerizaba. Mejor dicho, los habían encolerizado los periódicos británicos, que así intentaban desviar la atención de su papel en la desaparición de mi madre. Recuerdo un titular que se dirigía directamente a la abuela: ‘Demuéstranos que te importa’. Mandaba narices, viniendo de los mismos desalmados a los que mi madre les había importado tanto que la habían perseguido hasta un túnel del que nunca salió”.

Sobre su condición de segundo plato en la familia: “Dos años mayor que yo, Willy era el Heredero, mientras que yo era el Repuesto. Esos calificativos no los usaba para referirse a nosotros solo la prensa, que desde luego los utilizaba. Era una jerga empleada a menudo por mi padre, mi madre y el abuelo... Lo decían sin ánimo de juicio, pero también sin ambages. Yo era la sombra, el actor secundario, el plan B. Me trajeron al mundo por si a Willy le pasaba algo. Mi cometido era ofrecer una fuente de distracción, entretenimiento y, en caso de necesidad, una pieza de recambio. Un riñón, tal vez...Tenía veinte años cuando oí por primera vez la historia de las supuestas palabras de mi padre a mi madre el día de mi nacimiento: ‘¡Maravilloso! Ya me has dado un heredero y un repuesto; he cumplido con mi trabajo’. Una broma; es de suponer... A los pocos minutos de soltar esa cumbre de la comedia, mi padre salió a reunirse con su novia conque… Entre broma y broma, la verdad asoma”.

Foto: Camila Parker, Carlos III, el príncipe Guillermo y Kate Middleton, princesa de Gales. (Getty/Chris Jackson)

Hay mucho estrés postraumático, muchas explicaciones, mucho abrirse en canal y mucho dolor en el libro. Tanto dolor que, contratos millonarios aparte, habría que ser una ameba para no entender que Harry tenía derecho a contar su historia, y que el libro, que se lee en cinco horas a todo gas, rellena muchos agujeros de una de las grandes historias de los últimos años.

El príncipe 'woke'

El bloque conservador británico está muy irritado con el matrimonio Harry/Meghan. Hay quien cree que Harry, en su guerra personal contra los medios y la casa real, ha sido abducido por los mundos wokes y del rojerío cultural. Una de las cosas que más ha irritado es que Harry y Meghan (de madre afroamericana) acusen a los ingleses de racistas y clasistas, sin ser los ingleses, ejem, nada de eso. Harry recuerda en el libro que, cuando se conoció su noviazgo con Meghan, se publicaron titulares del tipo: “La novia de Harry ha salido (casi) directamente de Compton” [suburbio conflictivo de Los Ángeles, cuna del hip hop]. “Descubrimos la casa de la madre de Meghan, es un barrio tomado por las luchas entre bandas. ¿Irá el novio a tomar el té?”. “¿Se casará Harry con la realeza pandillera?”. Que Meghan no hubiera vivido nunca en Compton, no evitó que la prensa recordara los muchos asesinatos que se cometían allí cada semana. Escribe Harry sobre la cobertura de su noviazgo: “No daba crédito. Se me heló la sangre. Estaba furioso, aunque sentía algo peor: vergüenza”.

Foto: El príncipe Harry, junto a su hermano Guillermo en el funeral de su abuela. (Reuters/Tom Nicholson)

Solo fue el principio de una serie de artículos sobre la sombra amenazante de la negritud sobre la pálida sangre azul de los Windsor, de historias (falsas) sobre tórridos romances de Meghan, de choques entre Harry y el abogado de la casa real sobre si demandar a los tabloides frenaría o escalaría el delirio, de acoso de los paparazis a Meghan y de broncas entre Harry y su familia, partidarios de guardar silencio publicaran lo que publicaran los tabloides. Ahí se empezó a jorobar todo y no hizo más que empeorar.

Resumiendo: Harry no había superado la muerte de su madre perseguida por la prensa y, al ver que se repetía la historia con su novia, se sulfuró y decidió mandarlo todo a tomar por saco. Su padre y su hermano, en su rígido papel de herederos de la monarquía, nunca entendieron que Harry no aguantara el chaparrón de la prensa sin más. El barco familiar se ha ido a pique y no tiene solución.

"Eran los mismos desalmados a los que mi madre les había importado tanto que la habían perseguido hasta un túnel del que nunca salió"

Dicho lo cual: nadie encarna mejor las contradicciones de esta historia que Harry y Meghan. Tras abandonar Inglaterra denunciando acoso mediático por royals, Harry y Meghan se han convertido en un tabloide en sí mismo, en el medio de comunicación más dañino jamás publicado contra la familia real británica.

Llegados a este nivel de enfrentamiento, el ejemplo más claro de que no estamos ante un asunto de buenos y malos, sino uno en el que, como en Falcon Crest, todos son bastantes desalmados, es la polarización en torno a Meghan Markle. Fabulosa en su papel mediático de villana arribista que, como Yoko Ono, tiene la culpa de todo, la narrativa sobre su personaje dice así:

Los enemigos de Meghan: siempre fue una trepa cuya carrera de actriz no despegaba y montó todo este tinglado (casarse con un príncipe, envenenar las relaciones familiares y separarse) para vender la voladura de la monarquía británica a Netflix por entregas.

Foto: El príncipe Guillermo junto a Harry. (Reuters/Tom Nicholson)

Los amigos de Meghan: La prensa le hostigó, la familia real británica le trató con la misma empatía que a un trapo, y Meghan no tuvo más remedio que defenderse.

El error es pensar que esas visiones sean antagónicas, pudiendo ser complementarias. Es fácil decir que Harry y Meghan son dos celebrities cínicas y oportunistas, maestros del victimismo, vendidas al dólar estadounidense, pero eso no quita para que las relaciones en la familia real británica sean venenosas desde mucho antes de que ellos rompieran amarras (de la tormentosa vida privada de Carlos y Diana, a los escándalos sexuales del príncipe Andrés). El problema de los Windsor (y de los Borbones) es que una familia crecida en el reactor 4 de Chernóbil sería menos tóxica que ellos.

Cuando hace pocas semanas se estrenó en Netflix el sonrojante docureality en el que Harry y Meghan nos contaban los felices que eran en California fuera de las garras de los odiosos royals y medios británicos, algunos periodistas se apresuraron a decir que el producto Meghan/Harry estaba agotado porque contaban siempre lo mismo. Pero, ¡ay!, pocos días después, estalló la bomba nuclear del libro de Harry (terremoto de nueve grados en Buckingham Palace).

placeholder La muy esperada y controvertida biografía del príncipe Enrique de Inglaterra. (EFE/Andy Rain)
La muy esperada y controvertida biografía del príncipe Enrique de Inglaterra. (EFE/Andy Rain)

Vayámonos haciéndonos a la idea: esta guerra va para largo. El relato del príncipe británico despechado, que se lía con ambiciosa actriz estadounidense y lleva el caos a palacio milenario, no solo daría para 2.300 capítulos nuevos de Dinastía, sino que los medios y el público difícilmente se van a cansar de ello, igual que nadie se cansa de ver los desbarres de Juan Carlos I por más manidos que estén.

La leyenda de Lady Di

Es probable que Harry crea, en sus fantasías psicológicas más torturadas, que la voladura monárquica haga justicia poética a su madre cuatro décadas después. Pero si Harry rompió con Inglaterra con premeditación y alevosía (y montó un modo de vida de ello), Lady Di lo hizo con más sutileza, aunque el fondo del asunto sea parecido (colocar su relato sobre unas relaciones de poder humillantes en la familia real).

Personaje más trágico que su hijo (de momento), Lady Di también tenía más aristas, pues dio más que quitó a la monarquía británica. En efecto, aunque su muerte generó una tremenda crisis a palacio y a los medios, Diana Spencer sentó las bases de una nueva era mediática real, de un nuevo contrato glamouroso entre las monarquías y el pueblo. Esto hay que explicarlo bien.

Foto: El príncipe, junto a su padre y su hermano. (EFE/Facundo Arrizabalaga)

Ahora que si un royal tropieza por la calle, en diez minutos tenemos 70 artículos sobre el suceso, hay que recordar que, antes de la irrupción de Lady Di en 1981, los tabloides no tenían apenas contenidos propios sobre la realeza, se limitaban a transcribir las notas oficiales.

“Antiguamente, los corresponsales cubrían solo lo ordenado por Palacio, como cacerías de tigres indios durante algún viaje oficial por el antiguo Imperio británico, que la prensa recogía sin tocar una coma de lo dictado oficialmente. Incluso cuando la prensa se enteraba de alguna interioridad palaciega, como el affaire entre el rey Eduardo VIII y la [celebritie estadounidense] Wallis Simpson [que llevó a la abdicación del monarca], raramente rompían filas con la monarquía”, en palabras de Chris Horrie, especialista en tabloides y autor de una historia del periódico The Sun: Stick It Up Your Punter!.

"Una gran operación de 'marketing' se activó con la llegada de Lady Di. La princesa de cuento de hadas convirtió a los 'royals' en una industria"

Todo empezó a finales de los setenta, cuando los rumores de que el príncipe Carlos tenía una relación con una dama lánguida y misteriosa despertó la curiosidad de la prensa amarilla. The Sun liberó a varios periodistas para que siguieran el cuchicheo durante meses, hasta que el periódico confirmó la noticia con un beso robado de Carlos y Diana. La audiencia respondió a lo grande. Era el inicio de una era.

Sigue Horrie: “Los royals no se convirtieron en obsesión mediática nacional hasta la llegada de Lady Diana Spencer, que inyectó nuevas dosis de glamour a un espectáculo real cada vez más quemado… Una gran operación de marketing se activó con la llegada de Lady Di. Los periódicos y las revistas para mujeres empezaron a cubrir todos y cada uno de sus movimientos. La nueva princesa de cuento de hadas convirtió a los royals en toda una industria, complementaria a la fiebre de entonces por la telenovela estadounidense Dallas, con la que compartía las mismas fantasías de riqueza y glamour”.

Los tabloides se dieron cuenta de que el cuore real no solo era la gallina de los huevos de oro, sino una mucho menos engorrosa que la política, y mucho más flexible (como género periodístico), pues los chismorreos funcionaban por sí mismos sin necesidad de matarse a comprobar su veracidad. Escribiendo sobre los royals uno se podía permitir muchas más licencias que escribiendo sobre Thatcher. Como los lunes era el día más flojo de ventas de periódicos tras la falta de noticias del fin de semana, The Sun abría impepinablemente TODOS los lunes con alguna historia sobre Carlos y Diana más o menos infundada.

placeholder Los herederos y los suplentes. (Reuters)
Los herederos y los suplentes. (Reuters)

Aunque toda la prensa mundial se hizo eco de la boda entre Carlos y Diana como un cuento de hadas, la relación sentimental ya estaba entonces bien jodida. Según se fue agriando la cosa, Lady Di dio un paso al frente en su relación con los tabloides, se trabajó a varios periodistas de confianza y activó el ventilador de mierda contra Carlos.

Diana fue una vez fotografiada en un coche con Richard Kay, reportero del Daily Mail. Entonces no se sabía, pero como cuenta Horrie en su libro, Lady Di llevaba filtrando información sobre sus ruinas matrimoniales desde 1987, sobre todo al Daily Mail y al Daily Star, que publicaron que, bajo la fachada real, Carlos y Diana llevaban vidas separadas. Atrapada en palacio, Diana aireó el trampantojo sentimental para hacer oír su voz e intentar controlar el relato.

Cacería y voladura

El fenómeno Lady Di convirtió a los royals en figuras que solo tenían sentido como personajes costumbristas de los medios de comunicación. Vaciadas las monarquías de poder, obsoletas como instituciones hereditarias en el contexto democrático, el nuevo famoseo real, encarnado por Lady Di, otorgó a la institución la legitimidad cultural que necesitaba para sobrevivir como anacronismo kitsch y sentimental (el actual triunfo global de una serie blanquita como The Crown se explica también por ahí). Hablamos de un proceso exitoso, pero repleto de fricciones: convertida la cobertura de los royals en industria, la lucha por las exclusivas se caldeó.

Foto: Guillermo y Harry, en una imagen de archivo.(Getty)

En efecto, el ecosistema mediático británico es macarra, los tabloides lo mismo ensalzan a la monarquía que le meten unos repasos terribles, todo vale si vende periódicos. The Sun fue pionero en las coberturas agresivas sobre los royals, estrategia populista aprobada por el el omnipresente dueño del periódico, Rupert Murdoch. Lo cuenta Horrie en su libro: para el tabloide, los royals "representaban la cúspide del sistema de clases británico, la riqueza no ganada e improductiva. A su manera, eran tan malos como los sindicatos... Los trataban como a perdices bobas a las que había que mantener saludables para poder derribarlas cuando conviniera, criaturas utilizables por el bien del periódico, importantes solo porque vendían muchos ejemplares".

Lo siguiente ya lo conocemos: Tras surfear un tiempo con brío la ola mediática, la ola se hizo tan monstruosa que Lady Di acabó engullida por la marea.

Lady Di dinamizó el tráfico de información entre los tabloides, Harry y Meghan, hijos de su tiempo, son ahora su propio medio de comunicación. Es un punto de inflexión importante, la fase churrigueresca de un sistema (los royals como objeto mediático de consumo 24/7) originado por el fenómeno Lady Di en 1981.

Foto: El príncipe Harry, durante el funeral de su abuelo. (Getty)

A Meghan y Harry, sin duda, se les puede acusar de celebrities sin escrúpulos, pero uno se pregunta si, muerta la pompa y circunstancia de Isabel II, la existencia de una monarquía en 2022 tiene sentido más allá de eso, de rellenar papel cuché con culebrones familiares y monetarios retorcidos. ¿Acaso no están alimentando Meghan y Harry la maquinaria posmoderna de relatos reales, aunque sea a costa de reventar el palacio por dentro?

Harry y Meghan, en definitiva, están jugando al juego de siempre, pero si Lady Di iba en bicicleta, ellos van en un bólido a 280 por hora y directos contra palacio. Ya veremos si la fase mediática manierista de los royals acaba con Harry y Meghan como juguetes rotos o con la casa real sufriendo su propia decadencia como institución socialmente relevante. Cuando uno ya solo funciona como reality familiar televisivo, autónomo de cualquier anclaje político, quizá esté más muerto de lo que nos imaginamos.

En otras palabras: llegará un momento en el que las vidas y manejos de los royals ya no sean aptas para el papel cuché por demasiado pavorosas (no busque usted hoy portadas de revistas celebrando la campechanía de Juan Carlos I, porque no las va a encontrar) y al pueblo se le agotara la paciencia.

Resumiendo: Lady Di salvó a la monarquía británica dejándose la vida en ello. Su hijo ha decidido ahora volarlo todo por los aires.

La foto de Lady Di que simboliza su soledad dentro de la familia real británica se tomó durante un viaje oficial a la India. 1992: Diana sentada sola en un banco, con la mirada vacía y la inmensidad del Taj Mahal de fondo.

Casa Real Príncipe Harry
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