Es noticia
El doble rasero bruselense: cuando el 'malo' es un proeuropeo
  1. Mundo
  2. Europa
La Capital

El doble rasero bruselense: cuando el 'malo' es un proeuropeo

Aunque la atención suele estar centrada en los casos de Polonia o Hungría la batalla por la democracia se extiende más allá. Lo demuestra el escándalo con el primer ministro griego

Foto: Mitsotakis durante el debate parlamentario sobre el escándalo de las escuchas. (EFE)
Mitsotakis durante el debate parlamentario sobre el escándalo de las escuchas. (EFE)

Hungría y Polonia, claramente los dos países en los que se está produciendo el más grave ejemplo de desmantelamiento del Estado de derecho en el club comunitario, son países que, en general, para el “núcleo duro” de la Unión Europea, así como para la mayoría de la rara maraña de analistas, opinadores, expertos y columnistas de la 'intelligentsia' comunitaria, son grises, alejados. Su deterioro democrático suele relacionarse también con rémoras de la época de dominio soviético, lo que le aleja todavía más de cualquier problema que pueda acabar afectando al resto de la Unión Europea.

Sin embargo el deterioro de nuestros sistemas democráticos está lejos de ser una cuestión limitada a un remoto y alejado este de Europa, por mucho que desde este núcleo duro de la Unión sea más sencillo lanzar críticas hacia el este. En parte porque la situación es más grave, pero también subyace la idea de que la ampliación de 2004 fue un error, y el argumento del estado de derecho ayuda a apuntalar esa idea.

Las críticas por el deterioro democrático se vuelven espinosas cuando deben ser dirigidas a países “hermanos”, propios de ese “núcleo duro” europeo, autoproclamado para todos los países al este y norte de Alemania, por mucho que siempre vaya a haber roces entre el norte y el sur que hunden sus raíces más en las cuestiones económicas que en el resto de asuntos. Esas críticas se vuelven todavía más raras y dolorosas cuando deben lanzarse contra un líder que se considera proeuropeo. Ese es el caso del primer ministro de Grecia, Kyriakos Mitsotakis.

placeholder Kyriakos Mitsotakis, primer ministro griego. (Reuters)
Kyriakos Mitsotakis, primer ministro griego. (Reuters)

Se trata de un ejemplo delicado y también crucial para Europa. Grecia es un país amigo de prácticamente todos. Está instalado en la mente de los europeos como una “madre” de la civilización europea, cuna de la democracia que en los últimos años ha sufrido enormemente, castigada por el cortoplacismo y el corsé mental en Berlín y Bruselas. Es, en general, un país que genera simpatías en muchos ámbitos distintos. Miles de europeos la visitan cada año y se sienten como en casa. Nadie puede dudar de que Grecia es un país magnífico, cercano a todos, que a pocos molesta. Y eso, en la política europea, ayuda más de lo que parece.

Por su parte Mitsotakis, como líder, es un primer ministro joven, proeuropeo, que alcanzó el poder con una agenda reformista y que despunta como uno de los principales activos del Partido Popular Europeo, hasta el punto de que muchos lo sitúan como uno de los mejores candidatos de la familia democristiana de cara al reparto de cargos en la cúpula de la Unión Europea tras las próximas elecciones comunitarias de 2024. Se le considera moderado en las formas y en el fondo, y llegó a ser primer ministro en sustitución de Alexis Tsipras, que aunque durante su etapa en el Gobierno había mutado del populismo radical de izquierdas a la de un socialdemócrata moderado, no se había terminado de desprender del trauma de sus primeros meses en el poder.

Foto: El conservador Kyriakos Mitsotakis se ha convertido en el nuevo primer ministro griego con una cómoda victoria frente a la Syriza de Tsipras. (Reuters)

Es innegable que Grecia ha mejorado económicamente bajo el Gobierno de Mitsotakis. Sin embargo, el perfil de proeuropeo moderado de Mitsotakis esconde una realidad más problemática. Desde agosto un escándalo está sacudiendo Atenas después de que haya salido a la luz un escándalo de escuchas al eurodiputado griego Nikos Androulakis, líder de la formación socialdemócrata PASOK, y que también habría afectado a varios periodistas que cubrían la situación en la ruta migratoria de Turquía a Grecia. Mitsotakis y su Gobierno aseguraron desconocer la existencia de esas escuchas.

Y es que la gestión migratoria de Grecia se ha caracterizado, según critican distintas organizaciones y medios de comunicación sobre el terreno, por un trato inhumano de los migrantes y por las devoluciones en caliente, incluso en alta mar. Sus actuaciones se ven en parte protegidas por la reacción de las instituciones europeas al conato de crisis migratoria de 2020 con Turquía, cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, señaló que Grecia era el “escudo europeo” ante la inmigración ilegal, unas declaraciones delicadas teniendo en cuenta que las denuncias contra la política migratoria griega ya estaban encima de la mesa.

Sin embargo, y a pesar de ser un caso preocupante, las críticas hacia Mitsotakis por parte de Bruselas han sido mínimas. Solamente ahora, en el Pleno de la Eurocámara esta semana en Estrasburgo, se ha abordado un asunto tan grave. A otros niveles en la capital comunitaria, sin embargo, el asunto parece no existir. Pero es un problema muy real, tanto que, en algunos casos, como es el referido a la libertad de prensa, lo difícil es no hablar de ello: el país ha caído del puesto 70 al 108 (de 180) en el índice de libertad de prensa del Reporteros Sin Fronteras y se ha convertido en el país con peor puntuación de toda la Unión Europea, un dudoso honor que antes ostentaba Bulgaria.

placeholder El primer ministro griego durante una cumbre europea. (EFE)
El primer ministro griego durante una cumbre europea. (EFE)

Las críticas a los Gobiernos autoritarios de Polonia o Hungría están más que justificadas y son completamente necesarias. La lucha por la democracia europea no entiende de fronteras. Si un solo país cae en el autoritarismo el edificio legal que es la Unión empezará a resquebrajarse. No solamente hay que criticar: hay que movilizarse, actuar y apoyar. La persona cree que la deriva autoritaria de un país en Europa es una elección nacional y pertenece a la esfera de la soberanía nacional sencillamente no entiende los conceptos básicos de cómo funciona la Unión Europea.

Pero esas críticas y ese compromiso, como en el caso húngaro y polaco, pierden toda la credibilidad cuando no somos capaces de aplicar los mismos estándares a todos. Mitsotakis será un proeuropeo apreciado en Bruselas, pero eso no le absuelve de su comportamiento, del deterioro de la libertad de prensa en Grecia, de las acusaciones fundadas sobre las escuchas a uno de los principales líderes de la oposición. Ser proeuropeo no puede servir para librarse de las críticas desde Bruselas.

Hungría y Polonia, claramente los dos países en los que se está produciendo el más grave ejemplo de desmantelamiento del Estado de derecho en el club comunitario, son países que, en general, para el “núcleo duro” de la Unión Europea, así como para la mayoría de la rara maraña de analistas, opinadores, expertos y columnistas de la 'intelligentsia' comunitaria, son grises, alejados. Su deterioro democrático suele relacionarse también con rémoras de la época de dominio soviético, lo que le aleja todavía más de cualquier problema que pueda acabar afectando al resto de la Unión Europea.

Comisión Europea Unión Europea Ursula von der Leyen
El redactor recomienda