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El hundimiento: lo que el submarino nuclear que perdió Putin nos enseña sobre Ucrania
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Una Rusia oxidada

El hundimiento: lo que el submarino nuclear que perdió Putin nos enseña sobre Ucrania

Un trágico accidente puso al joven presidente Putin contra las cuerdas en 2000. Atacado por desaparecer durante la crisis, se reinventó como dirigente carismático y autoritario, pero la sombra del desastre vuelve a perseguirle

Foto: Putin, en abril de 2000, mirando por el periscopio del submarino Karelia. (Reuters/Stringer/Archivo)
Putin, en abril de 2000, mirando por el periscopio del submarino Karelia. (Reuters/Stringer/Archivo)
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Si esto fuera una novela, empezaría con Vladímir Putin mirando a una pared…

Rusia está envuelta en un accidente nuclear grave. Todos esperan que el líder máximo diga algo, pero Putin solo mira la pared en silencio. Pasa un día. Pasan dos días. Pasan tres días. Pasan cuatro días sin que Putin emita orden o señal alguna; sigue mirando fijamente la pared. Y así seguirá unos días más. ¿No estará imitando a Rajoy/esperando que el problema se resuelva solo? No, no es eso: Putin está paralizado, superado por los acontecimientos, no hay NADIE AL MANDO en el Kremlin en la hora más oscura de Rusia.

Si este no es el Putin que usted conoce —el guerrero que nunca titubea y el estratega de sangre fría— quizás es porque no conoce a todos los Putin que hay dentro de Putin.

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Elegí un mal día

12 de agosto de 2000, Putin es un hombre feliz. Ha ganado sus primeras elecciones en marzo. Rusia tiene por fin un presidente sobrio tras la convulsa era Yeltsin. Putin vive una luna de miel con Occidente y con el pueblo ruso. Relajado, parte de vacaciones a Sochi, a su dacha en el mar Negro. Diríamos que todo va viento en popa… pero sería humor negro retrospectivo: el océano Ártico estaba tragándose un submarino nuclear ruso justo en ese momento...

A las siete de la madrugada del día siguiente, Putin recibe una llamada del mariscal Igor Serguéiev, ministro de Defensa. El más reluciente submarino de la flota nuclear, el K-141 Kursk, ha desaparecido durante unas maniobras en el mar de Barents, junto al Círculo Polar Ártico. No saben dónde está.

placeholder Tripulación del Kursk, el 30 de julio de 2000, 13 días antes del accidente. (EFE)
Tripulación del Kursk, el 30 de julio de 2000, 13 días antes del accidente. (EFE)

En medio de la ceremonia de la confusión, el comandante de la Flota del Norte, Viacheslav Popov, asegura que el ejercicio militar en el que ha participado el Kursk ha sido un "éxito rotundo". Como descripción de lo que le ha pasado al submarino es del todo disparatada…

Un simulacro (disparo de dos torpedos sin carga) ha generado dos explosiones dentro del Kursk. Llamas, caos y muertos. El submarino, de 155 metros de eslora y cuatro pisos de altura, cae a plomo. Al tocar fondo marino —¡booom!— explotan media docena de torpedos. Terremoto de 3,5 grados. Los reactores nucleares se apagan antes de que la cosa pase a mayores, pero el casco tiene un agujero, el submarino se inunda y hay otra ristra de muertos.

"Putin estaba preso del estupor. En blanco. Simplemente no sabía cómo lidiar con el accidente, así que decidió no hacerlo"

Lo escribió un tripulante del Kursk a su madre seis días antes del accidente: “La muerte viaja a bordo con nosotros”. Se refería (proféticamente) a los torpedos. El Kursk “apenas había recibido mantenimiento” y sus cohetes estaban “caducados” y “oxidados”, cuenta la periodista rusa Masha Gessen en ‘El hombre sin rostro. El sorprendente ascenso de Vladímir Putin’.

Varios tripulantes del Kursk sobreviven a las explosiones y se refugian en un compartimento. Dmitri Kolésnikov, teniente capitán del submarino, anota: "Está muy oscuro para escribir, pero lo intentaré a ciegas... Hay 23 personas aquí… Parece que no tenemos grandes posibilidades. Un 10 o un 20%. Tenemos la esperanza de que alguien encuentre esto”.

“Disponían del equipo necesario para mantenerse con vida dentro del submarino durante un tiempo. Era razonable que esperasen ser rescatados; estaban de maniobras, con varios buques de guerra en las inmediaciones, y el accidente se debía de haber descubierto casi de inmediato. Pero, aunque los temblores provocados por la explosión fueron detectados por una estación sísmica noruega, los barcos rusos, situados mucho más cerca del submarino, no fueron conscientes de su suerte. Pasaron nueve horas antes de que la flota se percatase de que había habido un accidente, y otro tanto hasta que se informó a Putin”, explica Gessen.

placeholder Putin, en un batiscafo, en 2019. (Reuters)
Putin, en un batiscafo, en 2019. (Reuters)

Putin sabe que el submarino se ha hundido, pero no interrumpe sus vacaciones. Esa tarde se le ve montando en moto de agua en el mar Negro. Las teles rusas mostrarán luego esas imágenes.

Al más puro estilo Chernóbil, las autoridades solo cambian el silencio por la mentira: venden que un submarino de la OTAN ha colisionado con el Kursk. "Los líderes militares rusos recurrieron a su instinto ruso para el hermetismo, y lo mismo hizo el Kremlin", cuenta Steven Lee Myers en su biografía de Putin, 'El nuevo zar'.

Rusia tarda tres días en lanzar un rescate (fallido): no logra acoplarse al submarino hundido.

Putin rechaza varias veces la ayuda internacional. Rusia no quiere que husmeen en sus submarinos, pero la humillación psicológica también juega un papel: Occidente rescatando a una Rusia en problemas es lo último que quiere ver Putin, que ha llegado al poder vendiendo el regreso del orgullo ruso, herido tras el desmoronamiento de la URSS y el 'todo a 100' de Yeltsin. Más motivos para el cerrojazo a la ayuda extranjera: “Putin no quería que descubrieran que todos estaban muertos, por lo que rechazó la ayuda, lo que, por supuesto, hizo que todo fuera a peor”, cuenta Catherine Belton en ‘Los hombres de Putin’, que se publicará en España en abril.

“Nuestros expertos dicen que disponemos de todo lo necesario para salvar el submarino… Cada uno debería mantenerse en su lugar”, comenta el presidente esos días sobre la presencia extranjera.

Putin tarda cuatro días en aceptar la ayuda internacional. Cede tras una llamada de Bill Cllinton.

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Putin a la brasa

La prensa rusa atiza a Putin por su parálisis. El sexto día, el periódico ‘Komsomólskaia Pravda’ publica los nombres de los tripulantes del submarino, “tras pagar un soborno de 600 dólares para obtenerlos”. “Para los familiares fue la primera confirmación de que sus hijos y maridos estaban a bordo", recuerda el libro de Myers.

Los titulares de prensa son sangrantes: "Los marineros en el Kursk se hundieron en el silencio ayer. ¿Por qué el presidente ha guardado silencio?". Una foto de Putin tostado por el sol y otra del mariscal Serguéiev jugando al billar se ilustran con el siguiente pie: "Ellos no se hunden".

Putin tarda seis días en hablar en público sobre el hundimiento y siete en suspender sus vacaciones.

“Todavía un líder inexperto, Putin se vio paralizado por el miedo, según una persona cercana a él. 'Estaba preso del estupor. En blanco. Simplemente no sabía cómo lidiar con el accidente, así que decidió no hacerlo”, cuenta Belton en su libro.

La prensa rusa: "Los marineros en el Kursk se hundieron en el silencio ayer. ¿Por qué el presidente ha guardado silencio?"

Nueve días después del hundimiento, buzos noruegos y británicos entran en el submarino. No hay supervivientes. 118 muertos. “Lograron abrir la escotilla de emergencia exterior en seis horas, algo que los rusos no habían logrado hacer en nueve días. Para entonces, todos a bordo estaban muertos. Sus expectantes familias, todavía aferradas a la esperanza, estallaron de furia… Putin continuó diciendo poco sobre la crisis y dejó que los medios declararan que el país estaba falto de líder en su hora trágica”, recuerda Myers.

Diez días después del hundimiento, Putin pasa uno de los peores tragos de su mandato: careo con los familiares de los tripulantes muertos en la zona cero del accidente. “Cuando llegó Putin, cuatro horas más tarde de lo previsto, con traje y camisa negros en señal de duelo pero que le daban un aire de mafioso, la muchedumbre lo atacó”, según Masha Gessen. Tras una pregunta del familiar de una víctima —"¿No disponemos nosotros de buzos de rescate?"—, Putin estalla: “En este país, no tenemos ni una mierda”.

Putin, a los familiares de las víctimas del hundimiento del submarino: "En este país, no tenemos ni una mierda"

Han oído bien: Putin diciendo que Rusia es una mierda, aunque la cosa tenía truco: desvío de responsabilidades hacia la época anterior. Lo cuenta Belton en su libro: “Putin reaccionó con su característica mezcla de paranoia arraigada y falta de empatía. Durante tres horas habló con los familiares, tratando de calmar su rabia. Aunque les dijo que estaba listo para asumir la responsabilidad por todo lo que había sucedido en el país desde que era presidente, aseguró que no podía hacer lo mismo por los 15 años anteriores… Culpó de la fallida operación de rescate al estado lamentable de las fuerzas armadas por la falta de fondos del Gobierno de Yeltsin. Pero, sobre todo, echó la culpa a los magnates de los medios”.

“Putin salió del encuentro agraviado y resentido, decidido a no exponerse jamás a un público así”, cuenta Gessen. También estaba decidido a cortar la lengua a los medios. Si alguna vez hubo algo parecido a una fiesta de la libertad de prensa en la Rusia postsoviética, había empezado a acabarse. “Putin estalló de ira por la cobertura de los medios. Dijo que los oligarcas y sus canales de televisión habían destruido el Estado, el Ejército y la marina”, cuenta David Emanuel Hoffman en ‘Los oligarcas’.

Foto: Un 'hacker' del grupo ucraniano RUH8. (Reuters/Gleb Garanich)

Borís Berezovski, oligarca y magnate de la comunicación, paga los platos rotos por la cobertura mediática. El presidente le degrada en persona. "La ira de Putin estalló", según Myers. "Putin dijo que los reporteros de Berezovski habían pagado a prostitutas para que aparecieran en los informativos como esposas o hermanas de los marineros. ‘No son prostitutas, son verdaderas esposas y hermanas —‌insistió Berezovski—. Tus idiotas del KGB te están llenando la cabeza de inventos", espetó el oligarca al presidente. Berezovski cae en desgracia en el Kremlin. No fue el único.

Putin había empezado a darle la vuelta a la tortilla. Un nuevo Putin y un nuevo país saldrían de aquella crisis.

placeholder Restos del submarino ruso Kursk.
Restos del submarino ruso Kursk.

Presidente mindundi

Se desconoce cuánto aguantaron vivos los 23 tripulantes que sobrevivieron a las explosiones del submarino. ¿Se hubieran salvado si Putin no se hubiera pasado varios días mirando a la pared? Quizá no, lo que es seguro es que Putin, al contrario que los tripulantes del Kursk, sí tuvo una segunda oportunidad: el Putin presidente titubeante dio paso al Putin presidente martillazo que surfeaba cómodamente las tragedias. También al Putin sádico contra los dirigentes titubeantes, como su delfín, Dmitry Medvédev, que, en 2008, le sustituyó como presidente una legislatura. Putin pasó a ser primer ministro mientras buscaba fórmulas imaginativas para burlar el límite de dos mandatos presidenciales.

Como sus formas eran más suaves que las de Putin, Medvédev fue recibido por Occidente como nueva cara amable y reformista. Pero Putin no le dejó coger vuelo. Aunque no llegaron a romper (Medvédev fue luego ocho años primer ministro tras otro dedazo de Putin), el Medvédev presidente sufrió un humillante trato pasivo/agresivo de Putin. Lo cuenta Myers en su libro:

"El carisma de Putin y su determinación lo protegían de culpa cuando estallaban tragedias"

1) “Putin rendía debida deferencia a su protegido, pero todo el sistema —‌la burocracia, las fuerzas militares, los medios— terminó estando tan condicionado por el rol de Putin que tenía dificultades para sostener la apariencia de que Medvédev estaba al cargo. Putin se mostraba reticente o incapaz de retroceder a un segundo plano y, en reuniones televisadas, sugería instrucciones que Medvédev diligenciaba con sumisión”. 2) “Estaba claro para todos que Putin seguía siendo el líder supremo. Medvédev ocupaba una presidencia con autoridad disminuida por la simple razón de que Putin se había llevado efectivamente los poderes —‌junto con gran parte de su personal presidencial— a la oficina de primer ministro… Medvédev seguía siendo el jefe de Estado nominal, pero su gestión de los asuntos exteriores era embrollada y confusa porque debía consultar toda decisión fundamental con su primer ministro. Sus propios esfuerzos para repetir el tono imponente, agresivo y resuelto que Putin empleaba tan hábil y frecuentemente tenían un efecto más bien bochornoso”.

Según Myers, no es casualidad que Putin abrazara entonces el culto a la personalidad, que al principio rechazó para remarcar austeridad, cambio de era y aversión al estalinismo. Putin era de pronto un hombre de acción que practicaba deportes de riesgo a temperaturas glaciales, descendía 1.400 metros en un minisubmarino y montaba a caballo sin camiseta…. Imágenes que eclipsaron a Medvédev y perfilaron al Putin icónico.

placeholder Putin con un corcel, en 2009, cuando era primer ministro. (EFE)
Putin con un corcel, en 2009, cuando era primer ministro. (EFE)

“Putin era el líder indispensable, un ‘glamuroso icono sexual de élite’ cuyas escenas de riesgo parecían destinadas a provocar 'reacciones apasionadas'… Medvédev nunca disfrutó de la misma adulación”, cuenta Myers.

Cuando había algún desastre natural, como el naufragio de un ferri en el río Volga, la opinión pública culpaba al presidente Medvédev. Menos mal que estaba el primer ministro (Putin) para arreglar los desaguisados presidenciales. Tras un incendio que a Medvédev se le fue de las manos, Putin se subió a un avión anfibio y apagó el fuego personalmente. “El carisma de acero de Putin y su determinación absoluta lo protegían de culpa cuando estallaban tragedias. En cambio, Medvédev parecía abrumado como presidente… Una campaña orquestada parecía destacar las diferencias personales, incluso físicas, entre los dos hombres".

Putin estaba pletórico… hasta la parodia. Un día, se sumergió en el mar Negro, buceó hasta las ruinas de una antigua ciudad griega y emergió triunfal con dos ánforas. "Que su portavoz reconociera luego que el ‘descubrimiento’ había sido escenificado era apenas una nota al pie de la imagen televisada de un Putin con un ajustado traje de neopreno y en su plenitud”, según Lee Myers.

Putin, Putin, Putin.

Lo siguiente, claro, fue un tercer, un cuarto y un quinto mandato presidencial. ¿Quién lo iba a hacer mejor que él? “Putin nunca se molestó en explicar sus razones para retornar al Kremlin" más allá de que "sentía que su sucesor no había sido un líder suficientemente fuerte”, resume Myers

Putin había pasado de mirar paralizado una pared a superhéroe ruso de una nueva guerra fría… que quizás haya empezado a perder en 2022...

Foto: Una manifestación anti Putin

“El hundimiento del Kursk sirve como una metáfora fácil de la situación postsoviética. Su construcción se inició en 1990, cuando la Unión Soviética se aproximaba al colapso; fue botado en 1994, muy probablemente el peor momento de la historia militar rusa, pero justo cuando las ambiciones rusas de seguir siendo una superpotencia, aparcadas temporalmente mientras se desmantelaba el imperio, volvían a dejarse sentir. El submarino nuclear era enorme, como lo habían sido esas ambiciones en otro tiempo (y como lo volverían a ser, con Putin en el poder y prometiendo eliminar enemigos dondequiera que estuviesen)”, escribe Gessen en su libro, publicado hace una década.

¿Servirá el accidente del Kursk también como metáfora de la caída de un Putin que resucitó a la gran Rusia, sacó pecho y acabó hundido en el barrizal ucraniano? ¿Aparecerá ahora el Putin errático y titubeante para cerrar su círculo presidencial? ¿Está Rusia otra vez en la mierda más absoluta?

Si esto fuera una novela, empezaría con Vladímir Putin mirando a una pared…

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