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Dos pasaportes, dos identidades y una cárcel polaca: ¿es Pablo González un espía ruso?
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INCOMUNICADO DESDE FINALES DE FEBRERO

Dos pasaportes, dos identidades y una cárcel polaca: ¿es Pablo González un espía ruso?

Moncloa trabaja para mejorar las condiciones del periodista al tiempo que dejan caer en los medios que sus acusaciones son sólidas y tienen visos de credibilidad

Foto: El periodista Pablo González, en Ucrania (P. G.)
El periodista Pablo González, en Ucrania (P. G.)
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El sábado 26 de febrero, casi a medianoche, se vio por última vez al periodista Pablo González (Moscú, 1982). Fue en una conexión en directo con el programa La Sexta Noche, en directo desde la estación de tren de Przemyśl, en Polonia, el punto por donde están entrando más refugiados desde Ucrania. "La verdad es que Polonia, tanto el Estado como la sociedad, se ha volcado con Ucrania", dijo González.

En ese momento no podía imaginar que Polonia le había tomado la matrícula. Dos días después, mientras intentaba pasar al lado ucraniano, González fue detenido en la frontera, acusado de ser "un agente de la Dirección Principal de Inteligencia del Estado Mayor de la Federación Rusa". Un espía ruso, vamos. Desde entonces permanece incomunicado en la prisión de Rzeszów, a más de 300 kilómetros de Varsovia, encerrado con presos comunes a la espera de un juicio que puede demorarse meses. Según la ley polaca, González se enfrenta a un delito castigado con diez años de cárcel.

El reportero ya había sido retenido en Ucrania el 6 de febrero, tres semanas antes de comenzar la invasión. En pleno ambiente prebélico, el servicio secreto ucranio (SBU) lo interrogó durante unas horas, escamado por una de sus colaboraciones periodísticas, concretamente la del diario Gara, al que consideran "alineado con el Kremlin", y por recibir una serie de pagos periódicos desde Moscú en su cuenta corriente. Le dejaron marchar, no sin antes realizar una copia de todo el contenido de su teléfono móvil, con la condición de que saliese del país cuanto antes.

En paralelo, el CNI español se presentó en el domicilio de su familia, en Nabarniz, un pequeño pueblo al noreste de Bilbao. Los agentes interrogaron a su esposa, Oihana Goiriena, acerca de las actividades de Pablo y su hipotética vida en Polonia, así como a un pequeño núcleo de amigos y compañeros de González.

Este tipo de investigaciones no le son extrañas a los periodistas que trabajan en el exterior, en especial durante los conflictos armados, por eso González le quitó peso al asunto y, después de dejar pasar unos días, regresó al país: "Pablo pensaba que su detención, igual que los planes de Putin para invadir Ucrania, eran un farol", escribía su editor en Gara Dabid Lazkanoiturburu. No lo era. A la policía polaca le saltó un aviso de Ucrania al leer su pasaporte y ordenó un registro. Lo que encontraron les puso en máxima alerta: un periodista señalado por los servicios secretos con dos pasaportes, uno ruso y otro español, con distintos nombres.

"Pablo es vasco, aunque nació en Moscú, por eso tiene dos pasaportes", dice su abogado Gonzalo Boye. Nieto de unos niños de la guerra exiliados en Rusia, González es una 'rara avis' en la prensa española. Hijo de un ciudadano ruso, Alexei Rubtsov, y de la vasca María Elena González, pasó sus primeros años en la Unión Soviética hasta el divorcio de sus padres, a finales de los 80, cuando se mudó con su madre al País Vasco. Desde su infancia mostró un gran interés por Rusia, las repúblicas desgajadas de la URSS y en líneas generales toda Europa Oriental, lo que le llevó a consolidar el idioma ruso y a estudiar también polaco.

placeholder Una celda de la prisión de Rzeszów
Una celda de la prisión de Rzeszów

Padres de tres niños aficandos en España, González vive a caballo entre su caserío familiar y un piso en Polonia del que ha hecho su base oriental. Durante los últimos diez años, explicaba el propio González en una entrevista, ha hecho "un periodismo 'indie' de calidad, fuera del circuito de los grandes medios". En febrero de 2014, cuando estallaron las revueltas en Crimea, Pablo ya estaba allí. Como caído del cielo, los medios españoles se toparon con un experto en geopolítica del Este al que pagar a la pieza. Desde entonces colabora regularmente con los diarios Público y Gara y con las televisiones del grupo Atresmedia.

La lista negra

Aquella cobertura le situó en el mapa de los medios, pero también en el de la inteligencia. En el verano de 2016, unos hackers rusos robaron información de las bases de datos de la Open Society de George Soros. En uno de los documentos, elaborado por el 'think thank' CIDOB de Barcelona, se detalla una lista de "formadores clave de opinión pro rusa" en las redes sociales en el que figura el nombre de Pablo González. "Los conozco personalmente a ambos (a Nicolás de Pedro y Marta Ter, directores del 'think tank') y, a pesar de algunas discrepancias ideológicas, he mantenido buena relación con los dos, hasta el punto de salir de cañas en el marco de algún acto relacionado con los países ex soviéticos que hemos coincidido, de ahí viene cierto grado de decepción", explicaba.

A partir de ese momento, González ha sido sistemáticamente etiquetado como pro ruso en las redes sociales, a pesar de que no es difícil encontrar críticas al regimen de Putin en sus crónicas. Sus compañeros de cobertura no entienden los cargos ni ven nada extraño en sus crónicas: "Es un reportero más. Puede tener opiniones más o menos cercanas a Rusia, pero eso no le convierte en un espía", dice uno de ellos. "Para los que seguimos con interés la política de esta zona, Pablo es una auténtica institución", dice Jon Iñarritu, diputado de EH-Bildu, la formación que más se ha movilizado por el periodista vasco. "Lo sigo desde hace tiempo, y lo conozco personalmente, y sé que es un analista que a veces ha estado de acuerdo con las posiciones rusas y otras no, y lo ha dicho igual de claro. Está todo publicado", continúa el diputado.

Pablo no tiene dos identidades, sino los apellidos de su padre y de su madre en distinto orden

González lleva diez días en prisión. Durante la primera semana, su desaparición pasó casi inadvertida en España. En ese tiempo, el reportero no ha podido hablar con su abogado ni con su familia. Las autoridades polacas solo han permitido la visita del cónsul español en Varsovia. Tuvo lugar el lunes y trascendió que el español se encuentra en buen estado físico y con ánimo. Sin embargo, esa misma tarde, fuentes de distintas áreas del Gobierno empezaron a filtrar a los medios que, antes de poner la mano en el fuego por González, habían de saber que las acusaciones que penden sobre González son muy sólidas y parecen probadas. Pintaban, a grandes rasgos, a un espía ruso con una doble vida: la del País Vasco, donde es el periodista Pablo González, y otra en Polonia, donde se le conoce como el agente Pavel Rubtsov, a sueldo de Moscú.

Responde a estas acusaciones su abogado: "Pablo no tiende dos identidades. Se llama Pablo en el pasaporte español y tiene el apellido de su madre, y se llama Pavel en el ruso, que es Pablo en ruso, con el apellido de su padre. Esto lo acordaron tras el divorcio sus padres para que su nombre sonase más natural en cada país, no tiene nada de extraño", dice Boye. "En cuanto al dinero... es ridículo. Tanto en Ucrania como ahora en Polonia están obsesionados con una cuenta de la Kutxa en la que recibe dinero de Rusia... ¡pero son 300 euros al mes con los que le ayuda su padre, que tiene dos pisos alquilados en Moscú!".

Boye, aún sin poder contactar con su cliente ni, por tanto, preparar la defensa, confía en que la fiscalía sea "más razonable" que las fuerzas de seguridad polacas, dado que podría pasar hasta seis meses en prisión preventiva. Por su parte el Gobierno, azuzado por los partidos vascos y Podemos, trabaja en distintas líneas para solucionar la crisis, aunque reconoce que el CNI también investigó a González. "Se está trabajando para que Pablo pueda reunirse con su abogado, pero hasta que no haya una acusación por parte de un juez no podemos hacer mucho más, depende totalmente de Polonia", dicen fuentes diplomáticas a este periódico.

Un cuento de espías

"Hay cosas de esta historia que me suenan extrañas", dice el periodista Fernando Rueda, experto en servicios secretos, "porque estoy convencido de que ningun servicio secreto pagaría por transferencia a un espía. Esto es el abecé del gremio, no tiene sentido que sospechen de alguien por espionaje por recibir dinero en el banco. En los casos que yo conozco de confidentes del CNI, siempre han sido pagos en metálico y sin declarar en ningún sitio".

placeholder Pablo González, en un directo en laSexta. (Atresmedia)
Pablo González, en un directo en laSexta. (Atresmedia)

No obstante, Rueda afirma que la situación de González es un clásico de la inteligencia en tiempos de guerra, una acusación difusa en la que es difícil conocer la verdad: "La figura del enviado especial a un conflicto y la del espía son casi idénticas en cuanto a trabajo. Se han entrecruzado constantemente en el último siglo, porque un carnet de prensa llega más allá que cualquier agente. Siempre se han infiltrado espías entre la prensa, y por eso en muchas ocasiones la detención de periodistas bajo la acusación de espionaje no es más que una forma de presionar a tu enemigo".

"En este tipo de casos tan habituales el que más sufre es el periodismo", continúa Rueda, "porque se crea la sospecha sobre los informadores, los convierte en objetivos bélicos. De hecho, en países como Estados Unidos o Israel se ha generado un enorme debate en torno a esta cuestión, porque utilizar un carnet de prensa para conseguir información del enemigo es algo que pone en riesgo a todos los periodistas".

¿Podría ser González una víctima colateral de guerra de propaganda en la que vivimos? "Estoy convencido de que la rusofobia que se está viviendo en España, y en el resto de Europa, es una parte importante en todo esto. La situación kafkiana que está sufriendo un periodista vasco, encerrado e incomunicado en Polonia por ejercer su profesión, debería hacer que saliéramos a la calle, pero hay un estigma en que te relacionen con Rusia, es como señalarte uno de los malos", dice el diputado Iñarritu.

El sábado 26 de febrero, casi a medianoche, se vio por última vez al periodista Pablo González (Moscú, 1982). Fue en una conexión en directo con el programa La Sexta Noche, en directo desde la estación de tren de Przemyśl, en Polonia, el punto por donde están entrando más refugiados desde Ucrania. "La verdad es que Polonia, tanto el Estado como la sociedad, se ha volcado con Ucrania", dijo González.

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