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"Hay que surfear la ola": lo que nos enseña el fin de la estrategia 'cero covid' de Australia
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Sigue la reapertura con máximos de casos

"Hay que surfear la ola": lo que nos enseña el fin de la estrategia 'cero covid' de Australia

Ómicron ha llevado el caos a la nueva normalidad australiana después de casi dos años de restricciones. No hay test y la saturación amenaza los hospitales

Foto: Cola frente a un centro de test de coronavirus en Melbourne. (Reuters/Joel Carrett)
Cola frente a un centro de test de coronavirus en Melbourne. (Reuters/Joel Carrett)

Durante casi dos años, Australia permaneció cerrada a cal y canto por la pandemia, con una estricta política de contención del virus que buscaba minimizar los casos y muertes por covid-19. Después de haber comenzado a relajar las medidas en noviembre, el país vive máximos diarios de contagios por la variante ómicron, pero el Gobierno ya no está dispuesto a dar marcha atrás pese al caos y la pérdida de confianza de la ciudadanía por la escasez de test rápidos y el aumento de los precios, mientras que las PCR quedan reservadas a los convivientes de contagiados. Esta es la nueva normalidad australiana: "No nos queda otra alternativa que surfear la ola", en palabras del primer ministro conservador, Scott Morrison.

Ahora, Australia es un ejemplo paradigmático de cómo el mundo ha decidido enfrentarse al dilema que plantea una variante tan transmisible, pero que, aparentemente, provoca cuadros más leves. Esto, con la ayuda inestimable de la vacunación, ya casi el 80% de los australianos ha recibido las dos dosis. Los récords de contagios mundiales no están provocando cierres masivos como en otras olas. Desde Singapur hasta Nueva Zelanda, los países más reacios a convivir con el virus han decidido que 2022 es el año de enfrentarse a la pandemia de otra manera, asumiendo que los contagios se van a producir de forma casi inevitable y confiando en sus altas tasas de vacunación. Excepto China, que sigue intentando evitar que ómicron se transmita en el interior de sus fronteras y está dispuesta a encerrar a millones de ciudadanos en sus casas de nuevo.

Melbourne, una de las grandes ciudades del país, ostenta el dudoso récord mundial de confinamientos desde marzo de 2020

Melbourne, una de las grandes ciudades del país, ostenta el dudoso récord mundial de confinamientos desde marzo de 2020, con 262 días repartidos en seis encierros diferentes. El pasado 22 de octubre, sus cinco millones de habitantes pudieron llenar los pubs, restaurantes y peluquerías que llevaban cerrados de nuevo desde comienzos de agosto. "Es un día maravilloso, Australia está lista para arrancar", dijo entonces Morrison.

Dos meses y medio después, la variante ómicron deja cifras de contagio que pasan ya de los 70.000 casos diarios —por los 1.200 que se estaban detectando cuando apareció ómicron— y que crecen exponencialmente sin que se atisbe todavía el pico de esta ola. En Victoria, el estado cuya capital es Melbourne, uno de cada cuatro test realizados han dado positivo, según han alertado las autoridades y recoge Reuters.

”En esta primera semana de vuelta al trabajo después de las vacaciones de Navidad, toda la estrategia está sometida a una gran tensión”, resume Bill Bowtell, profesor de la Universidad de Nueva Gales del Sur y arquitecto de la exitosa campaña australiana contra el VIH en los años ochenta y noventa, a El Confidencial. El estado de Australia Occidental, que abarca un tercio del territorio del país aunque solo cuenta con un 10% de la población, ha boicoteado la última reunión del Gobierno para mostrar su desacuerdo con la estrategia de reapertura y ha aumentado los controles fronterizos con el resto de Australia.

La progresiva, pero todavía incompleta, reapertura australiana ha encontrado un protagonista inesperado en el número uno del tenis mundial, Novak Djokovic. Todavía está prohibido viajar al país para los no ciudadanos y no residentes, salvo excepciones para familiares inmediatos, por ejemplo, o los participantes en el Open de Australia, con el requisito de estar vacunados. El tenista serbio se encuentra en un limbo judicial después de que los agentes fronterizos australianos le denegaran la entrada al país con una exención médica tras negarse a revelar si se ha vacunado o no. La posible entrada 'privilegiada' de la estrella ha sido la gota que colma el vaso para muchos australianos y sus familiares, que han pasado meses y meses con las fronteras cerradas y todavía necesitan cumplir estrictos requisitos, como una cuarentena obligatoria de 14 días, para poder entrar al país. Los abogados de Djokovic han logrado un acuerdo para que el caso se resuelva el próximo lunes en un juzgado y permanecerá aislado en un hotel de Melbourne hasta entonces.

Foto: Melbourne sale del confinamiento más largo del mundo (Reuters)

Cambio de paradigma

"Con ómicron, no podemos tener cientos de miles de australianos y más fuera de juego basándonos en las normas que se establecieron para la variante delta", ha declarado ahora Morrison. Y el primer ministro no duda a la hora de defender su estrategia, pese a que su índice de aprobación en las encuestas está en el punto más bajo en dos años y se enfrenta a las urnas en mayo: “Si uno ha sido hospitalizado ahora, es que no ha sido vacunado o porque contrajo la delta y no la ómicron”. El problema para el Gobierno es que un hospitalizado es un hospitalizado, tenga la variante que tenga y esté vacunado o no, aunque los segundos estén claramente sobrerrepresentados tanto en los hospitales como en las UCI, tal y como advertía el propio Morrison tras la penúltima reunión del Gabinete nacional, en la víspera de Nochevieja. El presidente de la Asociación de Médicos de Australia, Omar Khorshid, ha criticado la nueva estrategia en Twitter: "Ómicron se transmite más fácilmente que cualquier otra variante. No le importa si eres un familiar, un compañero de trabajo, un consumidor en el bar o si respiras el mismo aire en un ascensor".

El riesgo de saturación es cada vez mayor y “estamos viendo cómo los casos se traducen en hospitalizaciones en Nueva Gales del Sur y Victoria”, apunta Adrian Esterman, epidemiólogo y catedrático de bioestadística en la Universidad de Australia del Sur. El segundo estado más grande, Victoria, acaba de anunciar que todas las cirugías opcionales han sido canceladas porque no tienen el personal necesario debido a la suma de bajas del personal por covid y los nuevos ingresos. Pero Esterman recuerda, no obstante, la parte positiva que ya se había observado en Sudáfrica tras el descubrimiento de ómicron: “El ritmo de aumento de las hospitalizaciones y del uso de las UCI es mucho más lento que el aumento de los casos”.

La principal medida que ha adoptado el Gobierno de Morrison para reducir la presión hospitalaria es la redefinición de la categoría de contacto estrecho. Desde la semana pasada, queda reducida a aquellos que conviven con una persona infectada, quienes deberán aislarse durante siete días y solo se realizarán una PCR si tienen síntomas. “El cambio en la definición de contacto estrecho se hizo puramente para aliviar la presión de las largas colas en los lugares donde se realizan pruebas PCR”, expone Esterman, y explica que ha introducido dos problemas: “El primero es que asume que los test rápidos de antígenos están fácilmente disponibles, y no lo están. En segundo lugar, el número de casos se define como positivo por PCR. No tenemos ni idea de cuántas personas dan positivo utilizando los test rápidos de antígenos”.

¿Cuál es la estrategia para convivir con el virus?

La apuesta del Gobierno es la reducción de cuarentenas y los test rápidos en casa, pero, como en España, han desaparecido de los estantes de las farmacias y su precio se ha multiplicado hasta los 15 y 20 dólares australianos. La medida es controvertida desde el punto de vista epidemiológico e impopular porque “va en contra de la idea de la sanidad pública y devuelve a los individuos la responsabilidad de su propia salud", critica el experto en salud pública Bowtell. "En España y en Australia, pagamos muchos impuestos por el sistema de salud pública. Pagamos también los sueldos de los políticos, no trabajamos para ellos. Su responsabilidad es tener un sistema de salud pública que funcione”, sentencia.

Foto: Un hombre cruza una calle en Melbourne durante el confinamiento impuesto a principios de este mes. (EFE)

Un sentimiento de frustración que condensaba una de las cartas al director del diario 'The Sidney Morning Herald' en respuesta a la negativa de Morrison de subvencionar los test rápidos de manera universal: "Cuando se trata de submarinos, nos apuntamos a un vago plan que cuesta decenas de miles de millones. Pero ahora que me gustaría tener unos cuantos kits RAT [abreviación en inglés de los test de antígenos], que servirían para proteger la salud de la comunidad en general más que la mía propia, recibo el sermón de que las cosas no son 'gratis'. No he podido conseguir kits RAT [que también significa rata en inglés], pero sí que puedo oler una". Firmada por Wendy Varney desde Leura.

Tras la última reunión del Gabinete, Morrison ha anunciado que los 6,6 millones de pensionistas australianos (de un total de más de 25 millones de habitantes en el país) podrán obtener 10 pruebas de antígenos gratis en las farmacias durante los próximos tres meses. Mientras tanto, las cifras oficiales infrarrepresentan el número de casos total en un contexto de contagios masivos y descontrol de ómicron en el que se han reducido las PCR y las consecuencias llegan hasta la cadena productiva: el 50% de los conductores de camiones está aislado por coronavirus, según ha anunciado el sindicato de los transportistas.

Foto: Canberra es una de las ciudades australianas con más restricciones (EFE EPA/Lukas Coch)

Pero ¿sería posible dar marcha atrás y recuperar la estrategia 'cero covid'? “La única manera de llegar a cero casos es que Australia vuelva a encerrarse por completo, y eso no va a suceder”, explica el epidemiólogo Esterman. La alta transmisibilidad de ómicron hace casi imposible que se alcance la inmunidad de grupo, añade Esterman, pero sí es posible “reprimir la epidemia lo suficiente como para aliviar la presión del sistema sanitario” gracias a las vacunas, sus versiones mejoradas que están en camino y nuevas medidas de salud pública.

"Los gobiernos no han planificado las cosas que son más necesarias para hacer la transición [desde una estrategia de covid cero a una de convivencia con el virus] que son la vacunación y las pruebas, el control. Decidieron ser completamente libertarios, como Texas o Florida, y abandonar la gestión. Ha sido un fiasco", opina Bowtell. Pero, una vez descartada por las autoridades la vuelta a un confinamiento general, las herramientas de salud pública necesarias para la siguiente fase de la pandemia están ahí: "Tenemos que ser más inteligentes que el virus, tenemos que vacunar más, tenemos que tener las terceras dosis, las pruebas diagnósticas y una supervisión de la gestión", concluye.

Durante casi dos años, Australia permaneció cerrada a cal y canto por la pandemia, con una estricta política de contención del virus que buscaba minimizar los casos y muertes por covid-19. Después de haber comenzado a relajar las medidas en noviembre, el país vive máximos diarios de contagios por la variante ómicron, pero el Gobierno ya no está dispuesto a dar marcha atrás pese al caos y la pérdida de confianza de la ciudadanía por la escasez de test rápidos y el aumento de los precios, mientras que las PCR quedan reservadas a los convivientes de contagiados. Esta es la nueva normalidad australiana: "No nos queda otra alternativa que surfear la ola", en palabras del primer ministro conservador, Scott Morrison.

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