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Capítulo uno

Erasmus a dos velocidades

Ni sus ayudas ni su diseño bastan para superar las desigualdades económicas entre países y familias

Por Darío Ojeda, María Zuil y Ornaldo Gjergji
Formato Laura Martín, Rocío Márquez, Fernando Anido y Luis Rodríguez

Cada año participan en Erasmus cientos de miles de personas de Europa y otras partes del mundo que disfrutan de un intercambio académico y cultural que más adelante influye en sus carreras profesionales.

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No existen movimientos para esa combinación

En sus casi 35 años de historia, unos 10 millones de ciudadanos se han beneficiado de una de las iniciativas más exitosas de la Unión Europea (UE), ejemplo de integración en un continente que, al menos antes de la pandemia, presumía de no tener fronteras. Pero el acceso a ese intercambio era y sigue siendo desigual para los estudiantes de estratos económicos más bajos, aquellos de países con menor renta y los que están en situación de dependencia.

"Tenemos problemas en llegar a ciertos grupos sociales, especialmente a aquellos estudiantes procedentes de estratos vulnerables que no pueden permitirse pagar su participación porque no tienen ingresos suficientes en el hogar", explica el húngaro Tibor Navracsics, comisario europeo de Educación, Cultura, Juventud y Deporte entre 2014 y 2019. Todas las fuentes contactadas para este reportaje coinciden en señalar que el programa Erasmus, a pesar de su indudable éxito, aún tiene mucho margen de mejora para reducir esa brecha socioeconómica, su gran tarea pendiente.

"Hay un problema geográfico también. Diría que los ciudadanos de países del sur de Europa y del este se enfrentan a más problemas en la participación de los Erasmus debido también a este problema de financiación. Hay estudiantes pobres en otros países que tampoco pueden participar, pero sobre todo se da en esas zonas", añade Navracsics.

Flujos de estudiantes entre países y niveles económicos

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Solo en el curso 2019-2020, el último con datos disponibles, 831.865 estudiantes y profesores participaron de alguna manera en el programa Erasmus. El Confidencial y el Osservatorio Balcani Caucaso Transeuropa hemos analizado esa información en el marco del proyecto European Data Journalism Network (EDJNet) y la hemos cruzado con indicadores económicos para analizar cuál es el comportamiento del programa.

En concreto, hemos estudiado datos de unos 200.000 intercambios de estudiantes de grado que durante el citado curso se movieron entre los 27 Estados miembro de la UE y Turquía, Serbia, Montenegro, Islandia y Liechtenstein, países asociados [ver nota metodológica].

El 61% de los estudiantes de grado de los países económicamente más avanzados que se fueron de Erasmus durante el curso 2019-2020 lo hizo a universidades de países con un nivel económico similar. En esas mismas universidades estudió el 51% de los estudiantes de países con un nivel económico intermedio que pasó algún tiempo fuera de sus universidades de origen. El porcentaje cayó al 37% en el caso de los estudiantes de países menos avanzados.

Fuente: data.europa.eu y Eurostat

Que la movilidad entre grupos de distinta renta es menos común también se puede comprobar a nivel regional. Existe una correlación positiva entre la paridad de poder adquisitivo (PPA) de las regiones de origen y la de regiones de destino, como puede verse en el siguiente gráfico.

Las regiones de origen y las de destino tienen un nivel económico similar

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Fuente: data.europa.eu y Eurostat

"Lo ideal es que haya una diversidad de destinos", dice Juan Rayón, presidente de Erasmus Student Network, organización fundada en 1989 y que coopera con las universidades. "El desarrollo de competencias es incluso mayor cuando estudiantes del sur y el este van a países de nivel más alto, mientras que, para uno del norte, ir al sur es un camino de rosas, y esto no debería ser así. Hay que facilitar ese intercambio norte-sur, porque hay una falta de conocimiento norte-sur muy importante. Para un italiano, irse a Suecia o Finlandia es un choque mucho mayor".

Esa clasificación no es caprichosa. El programa Erasmus divide en tres niveles a los países que participan en el programa según su coste de vida. El escalón más alto agrupa a los países nórdicos o Irlanda, entre otros; en el intermedio están Francia, Alemania o Países Bajos, pero también España, Italia, Grecia o Portugal, y en el más bajo están Bulgaria, Rumanía, Hungría, Lituania y República Checa.

"Las ayudas no permiten al estudiante más vulnerable viajar", dice Màrius Martínez, vicerrector de la UAB

Siguiendo ese criterio, Erasmus reparte buena parte de las ayudas a la movilidad que llegan a los alumnos. Hasta el curso pasado, la normativa fijaba ayudas de entre 250 y 450 euros según si el desplazamiento era hacia un país de menor, igual o superior nivel económico al de origen. Desde este año, las ayudas europeas van desde los 200 a los 600 euros.

"Un estudiante que se va un semestre a otra universidad puede recibir del orden de 1.500 euros. ¿Con eso qué paga? El viaje de ida y de vuelta (si quiere volver en Navidad, ya se le complica más). Y, a lo mejor, un par de meses de alojamiento. Pero le quedan otros tres más la manutención. Si se va un año, recibe quizá 3.000 euros. Está bien, ¿pero cuánto vale vivir ocho o nueve meses en un país europeo? Bastante más. Se matiza un poco la ayuda con la beca de cada país y las regionales, pero sigue siendo una cantidad que no permite al estudiante más vulnerable viajar", afirma Màrius Martínez, vicerrector de Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

A dónde envía más estudiantes España

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Fuente: data.europa.eu

También hay ayudas extra para estudiantes de regiones ultraperiféricas o para aquellos de entornos desfavorecidos, una partida cada vez más importante para el programa. Pero las organizaciones de estudiantes tienen dudas sobre el diseño de esas becas y reclaman más transparencia, algo que también solicitan las universidades. En el comienzo del nuevo ciclo, ha habido retrasos en el reparto del dinero, denunció la Erasmus+ Coalition.

“No existe un registro donde, como sociedad civil, podamos ver cuál es la beca que llega a los estudiantes. No se puede saber el dinero nacional y regional que llega al final”, apunta Rayón.

"Hay desigualdad entre los estándares de vida por toda Europa, y por eso queríamos subir el préstamo destinado a los Erasmus”, cuenta Navracsis. El excomisario europeo considera que la subida del Consejo se queda corta: “Queríamos usar estos fondos extra para corregir estas desigualdades”, lamenta.

A ese dinero hay que añadir la aportación de los países (a nivel nacional o regional) o de las universidades. Pero estas “contribuciones al estudio”, como las define el programa, no eliminan la desigualdad. “No cubren todos los gastos de alojamiento, desplazamiento o el coste de vida diario. Siempre tienen que complementarlas las familias y el propio estudiante. Todo el mundo sabe que, lamentablemente, no cubre todos los gastos de la movilidad internacional”, declara Silvia Gallart, directora de Relaciones Internacionales y Cooperación de la Universidad Carlos III.

Cómo funciona Erasmus

Erasmus nació en 1987, aunque desde comienzos de la década de los 80 ya estaban en marcha varios programas piloto de intercambio. Desde entonces, ha ido creciendo, acogiendo a más estudiantes y profesores, llegando a más países y abarcando más niveles (además de educación superior, también cubre la formación profesional o la escolar). Desde 2014, el programa se llama Erasmus+, denominación que unifica bajo un mismo paraguas varias iniciativas de intercambio ya existentes.

Su ejecución es anual, pero funciona en ciclos de siete años porque esa es la duración del marco financiero plurianual (MFP) de la UE, que fija los límites máximos del gasto. En 2021, por ejemplo, ha comenzado un nuevo marco que se extenderá hasta 2027 y que eleva el presupuesto desde los 14.700 millones del ciclo anterior hasta los 26.200.

De dónde recibe más estudiantes España

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Fuente: data.europa.eu

Erasmus establece las condiciones, desde la financiación a los objetivos. Para el periodo que acaba de comenzar, la inclusión social, las transiciones ecológica y digital y el fomento de la participación de las personas jóvenes en la vida democrática son los principios que deben guiar la acción de los Estados miembro y las universidades, explica la web del programa.

Dentro de ese marco, cada universidad es libre de firmar acuerdos de intercambio con las instituciones que quiera, siempre que ambas cumplan una condición: tener la Carta Erasmus de Educación Superior (ECHE, por sus siglas en inglés). “Es una especie de acreditación o sello que tienes que presentar cada vez que se lanza el nuevo programa”, explica Silvia Gallart. “Con una sola solicitud, cuentas quién eres como universidad y qué quieres hacer. Es tu estrategia dentro de Erasmus”.

Luego, cada año, las universidades deben presentar una solicitud específica para cada acción (como la movilidad de estudiantes y personal universitario, por ejemplo) en la que se indica de manera resumida el número de becas que se solicita. Dependiendo de la disponibilidad de financiación, las agencias nacionales responsables de desplegar el programa las conceden todas o solo una parte. Ese número de intercambios es el resultado de los acuerdos firmados entre universidades, que normalmente se basan en el principio de reciprocidad: el número de personas que salen de una universidad es similar al número de personas que entran.

Distintas ligas universitarias

Cualquier universidad puede firmar un convenio con cualquier otra. Pero no hay muchos incentivos para que una universidad de mucho prestigio acuerde intercambios con una de menor nivel. “Se establecen como distintas ligas. Están la Champions, las ligas nacionales y las regionales, las locales… En eso, los ‘rankings’ han establecido una especie de escalafón”, dice Màrius Martínez. Las universidades siempre miran hacia arriba y las que están situadas más abajo en la pirámide salen perjudicadas.

"Si le digo a Oxford que quiero firmar en todas las áreas [de estudios], seguramente me va a decir que no", dice Gallart. "Buscamos siempre firmar con universidades cuyo nivel de calidad, excelencia y acreditación sea similar o incluso superior al nuestro. Pero tenemos que configurar una oferta que responda a muchas cosas, no solo a la excelencia de la universidad de destino”. Y la desigualdad económica es otro factor a tener en cuenta: “Quizá me interesa firmar con una universidad de Rumanía, porque es un país asequible para estudiantes que a lo mejor no pueden pagarse unos estudios en, yo qué sé, Maastricht (Países Bajos) o en Linköping (Suecia), porque el coste de vida es muy caro", explica.

No hay muchos incentivos para que una universidad de mucho prestigio acuerde intercambios con una de menor nivel

Martínez comparte esa opinión. “Cambridge no tiene ninguna necesidad de hacer convenios, ya puede ir a donde le dé la gana sin hacerlo", dice. Los datos respaldan esa visión: según la información publicada por la Comisión Europea, en el curso 2019-2020, la Universidad de Cambridge envió casi cuatro veces más estudiantes y profesores (243) de los que recibió (83). Pero el vicerrector de la UAB también señala que hay excepciones. Puede haber universidades que resulten más atractivas por su ubicación o sus especialidades aunque no estén en el grupo de las mejores. “Un ejemplo: hay universidades de Chile y Argentina que tienen bases antárticas. No están arriba en los ‘rankings’, pero es que tienen unas características especiales. Son casos extremos, pero en Europa también sucede. Eso corrige un poco las desigualdades”, cuenta Martínez.

Por qué triunfan España e Italia

Es el caso de España e Italia, que junto con Portugal están entre los países europeos que más participan del programa Erasmus. Aunque el nivel es bueno, sus universidades, salvo excepciones, no aparecen en los primeros puestos de los ‘rankings’ internacionales. Pero son los que más estudiantes extranjeros reciben dentro del programa. Y también los que más envían, por delante de países más poblados. Muchos van de un país a otro: en el curso analizado, Italia envió más de 9.500 estudiantes a España y recibió a 6.500.

La España más rica envía más estudiantes a la Italia más rica

Más desarrollados
En transición
Menos desarrollados
Fuente: data.europa.eu y Eurostat

Martínez lo resume de la siguiente manera: “[Las universidades españolas e italianas] son una buena plaza, por el clima, por la cultura, por el ambiente social, por la seguridad... Hay elementos estratégicos que ayudan y que favorecen atraer estudiantes más allá del ‘ranking’. Considero que mi universidad es una muy buena universidad, pero también soy consciente de que nuestro territorio es muy buen territorio. Y quiero poner en valor eso”. A esto hay que sumarle que el coste de vida es menor que en el norte.

El porcentaje de alumnos que se fue de Erasmus en el curso 2019-2020 no fue significativamente diferente entre los países. Aparte de Luxemburgo y Liechtenstein, muy pequeños, Portugal, Eslovenia y Lituania fueron los más destacados: más del 2% de sus estudiantes de primer y segundo ciclo realizaron una estancia en otras universidades europeas. Del resto, la mayoría se movió entre el 1 y el 2%.

Eso no significa que la movilidad sea similar en la Europa más rica y la más pobre. En la primera, Erasmus es solo uno más de los programas de intercambio. En la segunda, es la principal y, para muchos, la única opción.

“En Europa hay una diversidad de esquemas estudiantiles enorme”, explica Rayón. “En los países nórdicos, todos reciben un crédito por el hecho de ser estudiantes, y luego pagan a través de un plan de pago que ellos diseñan. Eso depende mucho de la política de emancipación. Cuando sus estudiantes se van de Erasmus, esas becas las siguen teniendo y no dependen de su familia. Eso está tremendamente conectado al apoyo que tienes para participar en movilidad”.

El clima, la cultura y la seguridad, además de la oferta académica, convierten a España e Italia en los destinos más exitosos

Juntas, las desigualdades socioeconómicas y las diferencias académicas configuran unos obstáculos de acceso a Erasmus que son más difíciles de superar para personas con menos renta. Uno de los objetivos del programa es reducir esa brecha y que cualquiera pueda beneficiarse de un intercambio que mejorará su experiencia personal y su carrera profesional. Pero todavía hay mucho trabajo por hacer, a pesar de su éxito. “Si hablamos mucho de integración europea y de cohesión, estos aspectos sociales y económicos hay que tenerlos en cuenta”, dice Màrius Martínez.

“Es uno de los temas que hemos de mejorar sí o sí. Si hablamos de educación, en general, el tema socioeconómico está siempre subyacente. Es molesto, es incómodo, porque de alguna manera pone en evidencia fragilidades del sistema. No conseguimos dejar de perpetuar una realidad llena de desigualdad y, como la economía va como va, esas desigualdades aumentan. El ascensor social no hay manera de revitalizarlo, al contrario, se está precarizando más”, concluye.

Metodología

Para esta investigación, hemos utilizado varias fuentes de información.

Los datos de los intercambios del programa Erasmus+ están extraídos de data.europa.eu. El ‘dataset’ original incluye todos los programas de intercambio del curso académico 2019-2020, con la información de campo de estudio, nivel educativo, duración del periodo de movilidad, instituciones emisoras y receptoras y sus respectivas ciudades.

Con el fin de destacar la dimensión económica y las diferencias entre los países participantes, hemos cruzado los datos de los intercambios con el promedio en porcentaje del PIB (paridad de poder adquisitivo por habitante, PPA) a nivel de región NUTS2, publicado por Eurostat. Esta base de datos permite la comparación entre economías y regiones significativamente diferentes en términos absolutos.

La base de datos original con los datos de Erasmus no contiene información sobre la región NUTS2 en la que están localizadas las instituciones emisoras y receptoras. La localización la hemos realizado de manera autónoma: primero, obteniendo las coordenadas de las ciudades en las que están las instituciones; luego, identificando la región a la que pertenece cada ciudad a través de geocomputación.

Para obtener las coordenadas de las ciudades que cuentan con universidades participantes en Erasmus+, hemos cruzado los datos del programa con los de las unidades administrativas locales (UAL), pero solo coincidieron en un 50%, aproximadamente. Cada institución educativa introduce sus datos de forma autónoma, por lo que la información no está estandarizada. Eso significa que, a menudo, en la base de datos de Erasmus algunos nombres de ciudades están escritos de manera diferente al nombre que recoge UAL. Las coordenadas de la otra mitad de ciudades han sido obtenidas de forma manual, buscando su latitud y longitud.

Una vez geolocalizadas las ciudades y vinculadas con su respectiva región NUTS2, las hemos cruzado con los datos de PPA de Eurostat, lo que nos da la posibilidad de subrayar las desigualdades económicas que hay detrás de las elecciones de los estudiantes al acceder al programa Erasmus. Pero, dado que no hay datos de PPA para cada país europeo, hemos tenido que excluir algunos intercambios, como los de Noruega o Macedonia del Norte, ya que no era posible la comparación.

Las categorías sobre el desempeño económico de las regiones ("más desarrollado", "en transición", "menos desarrollado") han sido obtenidas usando la misma categorización empleada por la Comisión Europea para elaborar su política de cohesión. Las regiones menos desarrolladas son aquellas con una PPA por debajo del 75% de la media de la UE. Las regiones en transición tienen una PPA entre el 75% y el 100% de la media de la UE. Y la PPA de las regiones más desarrolladas está por encima del 100% del promedio comunitario.

Los datos del coste de vida y los bienes básicos en las ciudades europeas han sido obtenidos de Numbeo.

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