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Esta economista climática te explica por qué el dinero será lo más importante de la COP26
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Entrevista con Lorena González

Esta economista climática te explica por qué el dinero será lo más importante de la COP26

Lorena González, del WRI, es experta en financiamiento climático o, lo que es lo mismo, por qué los países ricos tendrán que financiar la transición ecológica de los países pobres

Foto: Lorena González (cedida)
Lorena González (cedida)

Esta semana ha arrancado la COP26 en Glasgow (Escocia). En los próximos días se hablará de grados, del objetivo de un aumento máximo de la temperatura global de 1,5ºC para 2100 (al ritmo actual, se calcula que se aumentará 2,7ºC). Se hablará de reducir emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero para 2030, de compromisos de ‘emisiones cero netas’ para mediados de siglo. Se hablará de compromisos de reforestación. El primer ministro ‘anfitrión’ de la cumbre, el británico Boris Johnson, la ha llamado “el momento de la verdad”. Pero lo que realmente importa es el dinero, asegura Lorena González, investigadora sénior del Centro Financiero del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) y experta en financiamiento climático.

En las difíciles negociaciones de la COP26, los países acordarán los nuevos montos millonarios para el ‘financiamiento climático’ o, lo que es lo mismo, cómo los países desarrollados deben financiar la transición climática de los países en desarrollo.

Europa y el resto del mundo se enfrenta este invierno a una crisis energética, con los precios del gas por las nubes, en lo que se ha convertido, justo cuando se celebra la COP26, en un ominoso recordatorio de que el mundo no va lo suficientemente rápido en el despliegue de energías renovables y el desarrollo de tecnologías 'verdes', que todavía no son capaces de sustituir a la disparada demanda de petróleo, carbón y gas natural. La transición energética será un desafío en los próximos años, y ya empezamos a notar su primer zarpazo.

Para hacer frente a esa transición energética España, precisamente, ha acogido como agua de mayo los fondos de recuperación europeos tras la crisis del covid, de los que un 37% -por condición expresa de la UE- deberá invertirse directamente en la lucha contra el cambio climático y que regará especialmente el sector de las energías limpias y la descarbonización. A nivel mundial, expertos calculan que para satisfacer la demanda de energía y las aspiraciones climáticas, las inversiones en energía limpia tendrían que crecer del cerca de 1,1 billones de este año a 3,4 billones de dólares para 2030, según un reciente informe de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés).

Y si incluso a los países desarrollados les está costando, no es suficiente. También tienen que financiar la transición energética de los países en desarrollo, advierte González, una voz similar a la de otros muchos científicos climáticos. Los países occidentales, responsables -con perspectiva histórica- de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero desde la era industrial, han admitido su responsabilidad en la contribución al cambio climático en aras de su propio desarrollo durante casi dos siglos. En 2015 en el Acuerdo de París, los países más ricos se comprometieron a recaudar 100.000 millones de dólares al año para financiar la transición climática de los países en desarrollo, un objetivo que no se ha cumplido. Según un informe de la OCDE, en 2019 apenas se lograron movilizar 79.600 millones de dólares, ante las cada vez más crecientes quejas de los países en desarrollo, que hablan de "promesas incumplidas".

Durante esta COP26, las negociaciones serán duras, pues se tiene que buscar un principio de acuerdo para aumentar el monto del financiamiento climático para 2025. Y los países en desarrollo piden mucho más. No sólo por un tema de justicia climática por las responsabilidades históricas o compromisos ya adoptados en el Acuerdo de París (2015), sino también en una esfera práctica. Si los países en desarrollo no se unen también a los esfuerzos globales contra el cambio climático y la limitación de las emisiones de carbono y gases invernadero, no habrá forma de prevenir la 'catástrofe climática' que auguran los científicos. Mientras EEUU y Europa reducen sus emisiones con el avance de las energías renovables o la descarbonización, las emisiones de los países en desarrollo aumentarán drásticamente en las próximas décadas con el desarrollo económico de esos países... A menos que esas economías puedan avanzar hacia esa transición energética 'verde'. La financiación no es solo para financiar granjas solares en Kenia o plantas de desalinización en Senegal, sino también para la adaptación al cambio climático que viene: los países en desarrollo son, en su mayoría, también los que más sufren los efectos y consecuencias del cambio climático, desde inundaciones a sequías, en un ciclo perverso que también puede producir migraciones -climáticas- masivas.

PREGUNTA. En la COP26 en Glasgow se va a hablar mucho de compromisos de emisiones, de huella de carbono, de grados a los que hay que limitar la subida de la temperatura... ¿Pero se va a hablar suficiente del dinero del financiamiento climático?

RESPUESTA. El financiamiento climático va a ser uno de los aspectos centrales para la conferencia en Glasgow. Hay expectativas diversas, pero la crisis generada por la pandemia de covid-19 ha evidenciado aún más las necesidades de los países más vulnerables. Los impactos del cambio climático no han parado, a pesar del retraso para hospedar esta COP. Y cada vez más, los países más vulnerables resienten estos impactos de una manera contundente, de tal suerte que el financiamiento climático, como se ha considerado en este contexto de las negociaciones, jugará un rol esencial para avanzar la implementación de acciones, tanto en materia de adaptación como en materia de mitigación.

Históricamente, los países desarrollados han generado la mayor cantidad de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, contribuyendo a generar la crisis actual. También son estos países industrializados los que tienen una mayor capacidad de contribuir a generar fondos y recursos financieros para apoyar a los países menos desarrollados. Eso ha sido reconocido en el contexto de estas negociaciones internacionales de cambio climático, desde 1992 en Río de Janeiro. Desde entonces, se han ido perfeccionando mecanismos y canales a través de los cuales los países desarrollados apoyan a los países en desarrollo, algo que al llegar a Glasgow hay que reconocer. Se están observando niveles de cooperación como nunca antes y a pesar de ello son insuficientes.

Foto: Carlos Magdalena. (Cedida)

P. Entonces, el financiamiento climático es un caso de moral, de justicia, ¿pero también de practicidad? De poco sirve que los países desarrollados avancen hacia una economía más 'verde' con menos emisiones, si los países menos desarrollados siguen contaminando.

R. Por supuesto, esa es una de las principales evoluciones que ha tenido este este proceso diplomático. A estas alturas queda claro que realmente al abordar el problema del cambio climático implica repensar los modelos de desarrollo que han existido. Uno de los enfoques que han estado sobre la mesa es precisamente cómo desacoplar el desarrollo de los países menos adelantados de esa generación de emisiones y por ello el rol tan fundamental que tiene el desarrollo tecnológico, esta provisión de recursos financieros y al mismo tiempo avanzar los esfuerzos para alinear todos los flujos financieros con esa trayectoria y con esa visión de largo plazo.

El Protocolo de Kioto (que entró en vigor en 2005) se quedó corto, fue insuficiente para lograr estos objetivos y el cambio de paradigma que se apreció en París en 2015 fue precisamente reconocer que [en la lucha contra el cambio climático] se requieren acciones de todos los países. Es decir, asumiendo que el nuevo consenso colectivo es que todos los países tienen que hacer algo [contra el cambio climático], lo que reconoce el Acuerdo de París es que cada uno de estos países actuará en función de sus capacidades y en función de su alcance. Y por eso el financiamiento climático adquiere una dimensión aún más relevante para asegurarnos que los recursos financieros, por ejemplo, a través de la meta de movilización de los 100.000 millones de dólares por año, se llegue a quienes más lo necesitan y se utilizan de la mejor forma posible.

Foto: Janeth Aguirre en Mali. (Manos Unidas)

P. Entonces, ¿los países desarrollados no sólo tienen que financiar su propia transición hacia una economía más verde, sino que tienen que financiar la transición energética de los países más pobres?

R. Exactamente. Y por eso, digamos, hay dos dimensiones que considera el Acuerdo de París y lo que los negociadores van a tener que avanzar en Glasgow. El primero es esta visión de largo plazo. El Acuerdo de París tiene tres objetivos de largo plazo: uno dedicado al tema de la estabilización de la temperatura a nivel global; el segundo, en materia de esta capacidad de adaptación. Y el tercero está dedicado a los temas de finanzas y es esta visión de largo plazo de que todos los flujos financieros tendrán que ser consistentes con la trayectoria hacia el desarrollo bajo en emisiones y resiliente al clima.

La segunda dimensión son las responsabilidades específicas de los diferentes signatarios del acuerdo. Ahí se reconoce esta responsabilidad histórica y se establece que los países desarrollados serán quienes tendrán que encabezar los esfuerzos de movilización y financiamiento climático hacia los países en desarrollo. Se abre espacio a que aquellos países que tengan posibilidades de hacer también otro tipo de contribuciones el Acuerdo de París es de 2015, y está claro que hay países que la Convención sigue reconociendo como países en desarrollo que son ya economías medias-. El Acuerdo de París reconoce esa posibilidad de que otros países puedan también contribuir, pero asumiendo que los países desarrollados tendrán que seguir encabezando los esfuerzos.

P. Ahora ya hay un consenso general sobre que el cambio climático existe, que lo hemos hecho las personas y que hay que hacer algo al respecto. Pero no creo, en cambio, que haya un consenso sobre ese financiamiento de la transición verde de los países en desarrollo.

R. Mi percepción es que Glasgow va a encontrar este renovado sentido de urgencia del poco tiempo que tenemos para cambiar la trayectoria en la que nos encontramos. En París había esa visión de que podíamos tener hasta 2050, todavía había un horizonte temporal más amplio que pretendía un incremento escalonado tanto de de las acciones de mitigación para reducir las emisiones como de adaptación. Este es quizá uno de los aspectos fundamentales de lo que va a ser diferente en Glasgow [con respecto a otras COP como París o Madrid 2019]. Hay entendimiento de que hay que acelerar la acción climática, y eso pone en una nueva dimensión la necesidad de escalar el financiamiento, entendiendo que hay presiones presupuestarias, entendiendo que hay límites de lo que se puede hacer con el financiamiento público, pero también reconociendo que aquellos que son grandes emisores, pero también son países en desarrollo, van a requerir un mayor apoyo.

"Hay un sentido de urgencia que no había en otras COP"

Aún es prematuro hacer una evaluación de cuál será el resultado de la negociación, pero te diría que en función de los anuncios que hemos estado observando, como el del presidente Biden en el contexto de la Asamblea General de las Naciones Unidas el mes pasado, dejan claro que sí hay un reconocimiento de que está esta mayor urgencia de actuar. Entonces, Estados Unidos anunció que duplicaría su financiamiento climático. Tras regresar al Acuerdo de París [del que Trump se había apartado] les tomó un par de meses reconocer que duplicar su financiamiento, su contribución a estas metas colectivas, es completamente insuficiente. Y entonces ha llegado este nuevo anuncio de que Estados Unidos, en menos de un año, cuadruplicará los recursos de financiamiento. Estamos a la espera de anuncios similares, quizá no a esa escala, de otros países desarrollados que no han contribuido lo suficiente.

Foto: Conferencia del Cambio Climático de la ONU (COP25) en Madrid. (Reuters)

P. En un reportaje el Wall Street Journal informó que la ministra de Medioambiente de Sudáfrica proponía una cifra de 750.000 millones anuales para ese financiamiento, una cifra muy superior a la que los países desarrollados se han mostrado dispuestos a ofrecer. ¿Esa cifra podría funcionar?

R. Hay diferentes enfoques para responder esta pregunta. El consenso en general está enfocado en reconocer que la meta de los 100.000 millones de dólares representa una porción muy pequeña de las necesidades estimadas para los próximos años y por ende, tendría que ser considerado un peso mínimo de apoyo que se otorga de los países desarrollados a los países en desarrollo. Ahora, en cuestión de asegurar que haya más recursos financieros disponibles para los países en desarrollo, requiere considerar que no todo el financiamiento vendrá de fuentes públicas. Y ese es un tema esencial a considerar cuando escuchamos estas cifras que algunos países y que algunos proponentes han empezado a poner sobre la mesa. Estas negociaciones que se van a iniciar en Glasgow son para hablar respecto a la meta por 2025, la que sustituirá a los 100.000 millones de dólares al año.

¿Qué hay sobre la mesa? Hay diferentes perspectivas sobre cómo establecerse este nuevo mecanismo, esta nueva meta, para hacerla mucho más funcional y que responda de una manera más específica a las prioridades que países en desarrollo están poniendo sobre la mesa. Por ponerte dos ejemplos, uno se refiere a la concesión de estos recursos. Es una preocupación permanente los países en desarrollo, que el financiamiento climático sea mucho más accesible, con subvenciones en lugar de préstamos, ese formato en donde los países en desarrollo acaban teniendo que pagar a los países desarrollados. Uno de los componentes que potencialmente pudiera incluirse como parte de esta nueva meta de financiamiento es que [esa financiación] tendría que llegar a los países en desarrollo sin que haya una obligación de repago. Las estimaciones de los costos para la adaptación climática oscilan entre los 300.000 millones de dólares por año, hasta montos que van a los 700, 800.000 millones.

Las estimaciones de los costos para la adaptación climática oscilan entre los 300.000 millones de dólares al año hasta 800.000 millones

Otro aspecto es el de las movilizaciones de financiamiento privado.Hay un amplio espectro de opciones que los países desarrollados han estado considerando en cuestión de cómo reportar este financiamiento privado que se genera a través de intervenciones públicas. La movilización del financiamiento privado es quizá uno de los aspectos que requiere mayor trabajo técnico para lograr el consenso entre todos los países desarrollados de cómo se va a acelerar. Ese es uno de los temas esenciales a observar en los próximos años. Por ejemplo, los trillones de dólares que se van a requerir para transitar hacia una infraestructura y un sistema energético que sea consistente con este mundo bajo en carbono.

P. Cree que la crisis energética y la inflación que estamos viviendo ahora es un anticipo de lo que va a venir con la transición energética?

R. El esfuerzo tendría que estar orientado a asegurar que la transición sea de una forma organizada. Ese es el aspecto fundamental. Te diría que muchas iniciativas, por ejemplo sectoriales en materia de energía, están están teniendo en cuenta estos estos aspectos de una manera central. No hay toda una discusión enfocada en asegurar la transición energética hacia fuentes renovables sin estar considerando, por ejemplo, factores como creación de empleo, como el entrenamiento de la fuerza laboral, cómo generas esa capacidad nacional para poder asegurar que vas a tener el talento, el recurso humano que se va a requerir para ese tipo de actividad económica. Y por supuesto, en el caso de aquellos países que tienen una alta dependencia a los combustibles fósiles, como asegurar que este tipo de mecanismos no generen distorsiones económicas ni incentivos perversos.

Foto: Un hombre traslada cilindros de gas en Karachi, Pakistán. (EFE)

P. Vamos a pasar de depender de los combustibles fósiles a depender de los metales del tercer mundo, como el litio para las baterías de los coches eléctricos? ¿Vamos a cambiar una dependencia por otra?

R. Sin duda hay preocupaciones en ese sentido. El asunto crucial será repensar modelos, por ejemplo en el de las baterías para los autos eléctricos. Una pregunta recurrente en el espacio climático es ¿cómo te aseguras que puedas rediseñar ciudades que verdaderamente sean funcionales para incentivar el uso de la bicicleta, para que la gente pueda caminar, para que el transporte público realmente sea una alternativa? Al final es un tema central reconocer que estos modelos van a tener que funcionar para la gente. Las personas sean quienes estarán al centro de esta transformación. Se requiere un cambio de hábitos en todos los niveles.

Foto: Nuuk, en Groenlandia. (EFE)

Al final nuestros patrones de consumo están vinculados a la oferta y la demanda. Y eso tendrá que transformarse de una forma mucho más acelerada que como lo hemos venido haciendo. Serían esos aspectos que pudieran prevenir que cambiemos de un modelo de dependencia a otro.

Esta semana ha arrancado la COP26 en Glasgow (Escocia). En los próximos días se hablará de grados, del objetivo de un aumento máximo de la temperatura global de 1,5ºC para 2100 (al ritmo actual, se calcula que se aumentará 2,7ºC). Se hablará de reducir emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero para 2030, de compromisos de ‘emisiones cero netas’ para mediados de siglo. Se hablará de compromisos de reforestación. El primer ministro ‘anfitrión’ de la cumbre, el británico Boris Johnson, la ha llamado “el momento de la verdad”. Pero lo que realmente importa es el dinero, asegura Lorena González, investigadora sénior del Centro Financiero del Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) y experta en financiamiento climático.

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