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La resaca tras la cena: Bruselas y Londres miden los próximos pasos en el Brexit
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RECTA FINAL DEL BREXIT

La resaca tras la cena: Bruselas y Londres miden los próximos pasos en el Brexit

En Londres y Bruselas se digiere la cena de este miércoles de forma difícil. La Comisión Europea publica nuevas medidas de contingencia mientras Johnson mide el ambiente político en casa

Foto: Boris Johnson y Ursula von der Leyen. (Reuters)
Boris Johnson y Ursula von der Leyen. (Reuters)

Desde 2016 las cenas, comidas y distintas reuniones entre un primer ministro del Reino Unido y un presidente de la Comisión Europea suelen ser difíciles de digerir. Y, esta vez, la cena que se celebró este miércoles entre Ursula von der Leyen, líder del Ejecutivo comunitario, y Boris Johnson, será digerida por los líderes de los Veintisiete durante el último Consejo Europeo del año sin que haya ninguna garantía de que haya un acuerdo en marcha cuando el próximo 1 de enero finalice el periodo transitorio.

Johnson y Von der Leyen acordaron dar a sus equipos negociadores hasta el domingo para seguir conversando y ver si es posible solucionar las diferencias pendientes y tomar una “decisión” final sobre si las conversaciones continúan o si ya no tiene ningún sentido y solo queda prepararse para un no acuerdo.

Los puntos que siguen sobre la mesa son los tres que han monopolizado las conversaciones desde febrero de 2020: pesca, igualdad de condiciones y gobernanza del acuerdo. Las diferencias no son técnicas, sino políticas. El primer punto es seguramente el más fácil de resolver, pero los otros dos tienen que ver con la naturaleza del tipo de acuerdo que quiere cada una de las partes. La Unión quiere que sea un pacto robusto, con muchas garantías y con una gobernanza que sea horizontal y cubra todo el pacto. El Reino Unido justo lo contrario: un pacto con garantías que permitan cierta cintura y con una gobernanza “por partes”, segmentada.

Foto: La presidenta de la Comisión Europea junto al primer ministro británico. (Reuters)

Las negociaciones se encuentran ahora en un punto muy extraño: el Reino Unido quiere tener la libertad absoluta para hacer cosas que probablemente nunca hará y la UE quiere protegerse de cosas que probablemente nunca llegarán. Se trata ya más bien de un punto psicológico para el Gobierno británico. Londres sabe que, si quiere tener acceso al mercado único, tiene que cumplir ciertas reglas. Pero la mentalidad es “las voy a cumplir porque yo quiero, no porque tú me lo mandes”.

Para la Unión Europea hay líneas rojas: la buena fe, la idea de que nunca se hará algo, no es suficiente. Para Bruselas el mundo se estructura en reglas, normas y documentos. Un mundo en el que si bien todo puede interpretarse, nada queda del todo en el aire. Un mundo en el que no existen los “pactos de caballeros” con los países terceros. Todo acuerdo es un equilibrio de derechos y obligaciones, y en ese equilibrio es en el que ahora se mueven las conversaciones.

Los jefes de Estado y de Gobierno debatirán este jueves sobre el estado de las negociaciones de la mano de Von der Leyen y de Michel Barnier, negociador jefe de la Comisión Europea, pero no lo debatirán en profundidad. Fuentes diplomáticas señalan que ni siquiera logrando un acuerdo en las próximas horas, algo que ahora mismo se descarta, los líderes bendecirán un pacto de más de 600 páginas que requerirá un escrutinio pormenorizado por parte de los equipos legales.

La primera respuesta de la Comisión Europea al encuentro de este miércoles ha sido presentar este jueves un paquete de nuevas medidas de contingencia ante un posible “no acuerdo”, algo que Bruselas sabía que algunos jefes de Estado y de Gobierno pedirían a la vista de la falta de progresos en las conversaciones.

En Londres la resaca, como toda la negociación del Brexit, gira en torno a una única palabra: soberanía. Y esta es la gran línea roja para el núcleo duro euroescéptico que ya ha advertido a Johnson que su carrera esta terminada si da un paso en falso. Barnier, que siempre ha buscado tender una mano a Downing Street para no complicarle la vida al primer ministro, ya ha señalado en muchas ocasiones que cualquier acuerdo respetaría la soberanía del Reino Unido.

Resaca en Londres

El problema es que, para alcanzar ahora cualquier tipo de pacto comercial, aunque sea de mínimos, debe haber algún tipo de cesión. Y esta es la compleja ecuación a la que se enfrenta ahora el primer ministro británico que, de alguna manera, sigue hablando para sus parroquianos.

Antes de su cita con Von der Leyen, estuvo en los Comunes en la sesión semanal de preguntas al primer ministro. Y, ante las cuestiones planteadas por el 'tory brexiteer' Edward Leigh, Johnson destacó: “Nuestros amigos en la UE nos están insistiendo en que, si aprueban en el futuro una ley que nosotros no sigamos, se reservan automáticamente el derecho de castigarnos imponiéndonos aranceles… Y, en segundo lugar, nos están diciendo que el Reino Unido será el único país del mundo que no podrá tener el control soberano de sus aguas territoriales…, ningún primer ministro puede aceptar esos términos”.

David Jones, vicepresidente del influyente grupo de ERG, del núcleo duro de 'tories' euroescépticos, señala que lo que está en juego en las negociaciones comerciales del Brexit “es el futuro de este país como nación independiente”.

Foto: El 'premier' británico, Boris Johnson. (Reuters)
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Nacho Alarcón. Bruselas Celia Maza. Londres

Está claro que el inquilino del Número 10 quiere cerrar un convenio que evite cuotas y aranceles con la UE. Un Brexit duro económico sería nefasto para la economía de un país ya en recesión y con un déficit histórico y daría además más munición a los independentistas escoceses, que lideran todos los sondeos de cara a las elecciones de mayo al Parlamento de Edimburgo. El líder de la oposición laborista de Keir Starmer ya ha adelantado que contará con su apoyo si trae un pacto para ratificar en Westminster porque actuará “en interés nacional”.

Pero, ante sus parroquianos, Johnson sabe que no puede “pagar cualquier precio”. Por lo tanto, el fantasma del “no acuerdo” no ha desaparecido por completo. El hecho de que Londres y Bruselas llegaran el martes a un consenso para poder aplicar el Protocolo de Irlanda (clave del Acuerdo de Retirada firmado el año pasado) se interpretó, en un principio, como un gesto de acercamiento.

Pero los analistas no acaban de dar por sentado una fumata blanca. Al comprometerse ahora a cumplir el Protocolo de Irlanda, ¿Johnson realmente ha eliminado una gran barrera para conseguir el acuerdo comercial? ¿O se ha limitado a zanjar el gran problema con la frontera que se le plantearía si abandona el bloque sin pacto? Los dos escenarios siguen siendo aún posibles.

Con el objetivo de evitar frontera dura entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, se pactó dejar a la provincia británica dentro de la unión aduanera del Reino Unido, pero al mismo tiempo alineada también a la unión aduanera de la UE. Para determinar cómo llevar esto a la práctica, se creó un Comité Conjunto que finalmente ha llegado a un “acuerdo de principios” para que dicho protocolo esté “completamente operativo” el próximo 1 de enero.

Londres y Bruselas han acordado que el 90% de las mercancías que cruzan el mar de Irlanda no estarán sujetas a ningún arancel de la UE en caso de un Brexit sin acuerdo. Algunos productos animales y cárnicos estarán sujetos a aranceles si se considera que están “en riesgo” de venderse en la República de Irlanda, que es parte del bloque. Pero las tarifas serán reembolsadas si la mercancía permanece en la provincia británica de Irlanda del Norte.

La UE también acordó retirar las propuestas que le hubieran permitido oponerse a que las empresas europeas con presencia en Irlanda del Norte recibieran ayudas estatales. A cambio, el Reino Unido acordó que los inspectores fronterizos de la UE podrán tener una “presencia permanente” en Irlanda del Norte con derecho a inspeccionar las mercancías que cruzan el mar de Irlanda sin previo aviso o permiso.

Una fuente del Gobierno del Reino Unido dijo a 'The Telegraph': “La UE buscaba una 'miniembajada'. Pero no será así. La UE tiene el derecho bajo el Protocolo de supervisar los procesos llevados a cabo por las autoridades del Reino Unido, que por supuesto apoyaremos, pero no habrá miniembajada. No habrá edificio con bandera o placa de bronce”.

Desde 2016 las cenas, comidas y distintas reuniones entre un primer ministro del Reino Unido y un presidente de la Comisión Europea suelen ser difíciles de digerir. Y, esta vez, la cena que se celebró este miércoles entre Ursula von der Leyen, líder del Ejecutivo comunitario, y Boris Johnson, será digerida por los líderes de los Veintisiete durante el último Consejo Europeo del año sin que haya ninguna garantía de que haya un acuerdo en marcha cuando el próximo 1 de enero finalice el periodo transitorio.

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