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LA RELACIÓN TRANSATLÁNTICA

EEUU vuelve a la casa transatlántica, pero... ¿será diferente esta vez?

Pese a la oscuridad del invierno que viene y la realidad del segundo confinamiento en un año en muchas partes de Europa, las conversaciones con colegas

Foto: Joe Biden. (Reuters)
Joe Biden. (Reuters)

Pese a los nubarrones negros que vienen y la realidad del segundo confinamiento en un año en muchas partes de Europa, las conversaciones con colegas y amigos en la última semana siempre han empezado recalcando el alivio que ha supuesto la victoria electoral de Biden-Harris en Estados Unidos. Nada como la relación transatlántica para calmar los ánimos de los europeos.

Los europeos ya conocían los riesgos de una victoria de Biden. Se parece a cuando un antiguo amante vuelve jurando que, esta vez sí, ha cambiado. Europa quiere creer tanto que todo volverá a ser como antes que, en su excitación para compartir un mayor terreno común con Estados Unidos, podría volver a ser engañada. Incluso las élites políticas europeas, que han pedido cautela a la hora de analizar los retos que presentan una administración Biden, echan de menos al protector transatlántico y se olvidan de retos como la falta de mayoría de los demócratas en el Senado y la necesidad de la administración de centrarse en prioridades nacionales. Al hacerlo, descartan de forma inadvertida la posibilidad de que Europa vaya a tener cualquier capacidad de acción en la relación, bien sea en la forma de autonomía estratégica europea, soberanía o simplemente respeto propio.

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Para tratar de asegurarnos de que esta posibilidad no siga siendo una quimera, debemos centrarnos en lo que está dentro de nuestra capacidad para crear una relación transatlántica que funcione para ambas partes. También hay que incluir lo que hemos aprendido sobre nosotros mismos en los últimos años. Podría ser el momento idóneo para construir una relación más equilibrada enseñando a los estadounidenses dónde podrían llegar a acuerdos y cómo, en vez de seguir simplemente el ritmo de Washington.

La Unión Europea sabe una cosa o dos a la hora de tratar con sociedades profundamente divididas, estados con perspectivas muy diferentes de los problemas y grandes minorías de votantes que no sienten que estén participando en el proyecto político actual. La propuesta de Europa para un país como Estados Unidos tan preocupado a nivel nacional, debería ser que, aunque estas son consideraciones importantes para la agenda política, no tienen por qué ser limitaciones para un fuerte compromiso internacional.

Una encuesta realizada por el European Council on Foreign Relations, llevada a cabo en nueve países en la primavera de 2020, muestra que, pese a las divisiones, el 63% de los europeos estaban de acuerdo en que la crisis del covid-19 subrayó la necesidad de una mayor cooperación internacional. Claramente, algo en el argumento europeo está funcionando.

Estos mismos sondeos también muestran en qué áreas necesita la Unión Europea comprometerse en cooperación internacional si quiere demostrar su sentido a sus propios ciudadanos: construir una soberanía económica europea, liderar al mundo en materia de salud, luchar contra el cambio climático y dar forma al futuro digital. Y hay varias formas en las que la UE podría usar la relación trasatlántica para conseguirlo.

La economía

En geoeconomía, Europa debería usar la presidencia de Biden como una oportunidad para reconstruir la relación transatlántica lo máximo posible. La UE debería intentar avanzar en su agenda comercial estableciendo estándares transatlánticos. Y el bloque, además, debería demostrarle a EEUU que un enfoque multilateral tiene más beneficios que uno unilateral.

Foto: Emmanuel Macron, Donald Trump, Angela Merkel y Tayyip Erdogan. (Reuters)

Sin embargo, incluso una administración Biden usará herramientas estratégicas más allá de la cooperación multilateral siempre y cuando le venga mejor. Estas mismas herramientas que usó Trump pueden ser tentadoras para Biden tanto en China en particular como en el mundo en general, provocando daños colaterales a la Unión Europea. Por eso, el Viejo Continente necesita invertir en su soberanía económica y construir instrumentos defensivos más robustos para protegerse de un posible daño externo.

Salud

La cooperación en materia de salud para revivir el multilateralismo entre la UE y EEUU será intensa a partir de enero de 2021. Pese a que el presidente-electo ha prometido ya volverse a meter en la Organización Mundial de la Salud (OMS), parece probable que la UE y EEUU seguirán teniendo dificultades para gestionar la pandemia. Al rejuvenecer el G7 y el G20 -ambos van a ser presididos por países europeos en 2021- los socios transatlánticos podrían presentar un frente común en iniciativas globales similares a las del Acelerador de Herramientas de Acceso para el Covid-19. También podrían trabajar en desbloquear instituciones multilaterales -especialmente en la OMS- y reformar el sistema global para responder a las emergencias globales.

Cambio climático

La Administración Biden promete reincorporarse inmediatamente al Acuerdo de París y trabajar en la COP26 de Glasgow el próximo año. Esto son buenas noticias en el esfuerzo global en la lucha contra el cambio climático, pero la UE debería empujar a Biden para que fuera más valiente y convenza al Congreso y al Senado para que su vuelta al Acuerdo vaya más allá de su administración. Cuando las superpotencias entran y salen de acuerdos climáticos se crea incertidumbre para los negocios y mercados, dañando no solo el Acuerdo de París sino la idea general de los pactos internacionales. De la misma forma, los líderes europeos deben invertir políticamente para crear un paquete ambicioso para el Acuerdo Verde Europeo.

Tecnología

En la agenda tecnológica, hay diferencias de opinión importantes entre la UE y EEUU que no desaparecerán con la llegada de Biden. Especialmente, todo en lo relativo a las ambiciones europeas en autonomía digital. Esto incluye la protección de empresas europeas de la adquisición extranjera -incluso por compañías estadounidenses- y el establecimiento de estándares en vigilancia y privacidad de datos que puedan chocar contra los modelos de las grandes tecnológicas.

Foto: Huawei cuenta con tres CEO rotatorios. En la imagen, Ken Hu, el directivo que ocupa el cargo ahora mismo.  (Imagen: Learte / EC Diseño)
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Sin embargo, hay un alineamiento de intereses y valores en ambos lados del Atlántico a la hora de contrarrestar el poder tecnológico de China. Aquí los países europeos, EEUU y otros estados democráticos deberían trabajar conjuntamente para poner controles de exportaciones como los equipos de fabricación de semiconductores, un área en el que, según un estudio reciente, “las naciones democráticas tienen un monopolio virtual en el mercado global”. Dado que hay una creciente preocupación por las inversiones y adquisiciones chinas en Europa, el Viejo Continente debería compartir sus mejores ideas en análisis de inversiones con EEUU. Esto sería un paso útil para Europa. Además, una de las formas más cercanas de fortalecer la relación es en el campo militar a través de la OTAN. Es crucial para la alianza, ya que las nuevas tecnologías juegan un papel creciente en los asuntos militares, desarrollar ejercicios conjuntos para evitar problemas de interoperabilidad.

EEUU pronto volverá al sistema multilateral. No hay ninguna duda de que los europeos deberían recibirle con los brazos abiertos. Pero igual que todos aquellos que tratan de revivir una relación que ya se había acabado, Europa y EEUU deberían entender que esta vez será diferente. El primer paso para lograrlo es que Europa actúe como un poder global. Después de todo, es EEUU el que vuelve a casa.

Pese a los nubarrones negros que vienen y la realidad del segundo confinamiento en un año en muchas partes de Europa, las conversaciones con colegas y amigos en la última semana siempre han empezado recalcando el alivio que ha supuesto la victoria electoral de Biden-Harris en Estados Unidos. Nada como la relación transatlántica para calmar los ánimos de los europeos.

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