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El vertiginoso descenso a los infiernos de Italia en la segunda ola: 16 M confinados
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Tres niveles de confinamiento

El vertiginoso descenso a los infiernos de Italia en la segunda ola: 16 M confinados

La segunda ola, tras un retraso de semanas mientras azotaba España y Europa del Este, finalmente ha llegado a Italia. Y esta vez no solo a las regiones septentrionales como en marzo

Foto: Trabajadores sanitarios en Milán (Italia). (EFE)
Trabajadores sanitarios en Milán (Italia). (EFE)

Los rostros serios y cansados de los sanitarios del Hospital Pediátrico Bambin Gesú de San Paolo en Roma hablan por sí solos. Desde hace tres semanas, este hospital infantil, uno de los más reconocidos en la región de Lazio, es también zona de testeo de coronavirus a petición de las autoridades regionales, desbordadas en esta segunda ola, que ha llegado ya al centro y sur del país. En el Bambin Gesú, adultos y niños con ojos desorientados van y vienen en un movimiento que parece interminable, como el miedo, los carteles de advertencias y las laberínticas cintas de seguridad. Hacen entre 800 y 1.000 pruebas de covid diarias, y en su condición de hospital pediátrico, la inmensa mayoría, a niños. La tasa de positividad no deja de subir: del 1,5% se ha pasado al 4% de niños que dan positivo. Pese a que el covid es una enfermedad que afecta especialmente a los adultos, también ha habido un aumento de los menores (la edad media es de seis años) ingresados. De febrero a agosto, fueron 80. De septiembre hasta hoy, 108.

La imagen del Bambin Gesú es un reflejo en miniatura de la virulencia de una segunda ola que, tras un retraso de semanas mientras azotaba España y Europa del Este, finalmente ha llegado a Italia. Y en esta ocasión afecta a todo el país, no solo a las regiones septentrionales como en marzo.

Foto: Gente con mascarillas en Praga. (Reuters)

Las escenas dramáticas no son ya infrecuentes en los grandes hospitales de Roma, donde están las unidades para los pacientes covid. El relato se repite como antes: personal agotado, que hace lo que puede para atender a pacientes en camillas, en los pasillos y donde haya sitio. Dos, tres, incluso cinco días antes de obtener un hueco en una unidad de cuidados intensivos (UCI).

Pero aunque el virus ha llegado ya al Lazio y otras regiones meridionales, ahora, como ya en marzo y abril pasado, son las regiones del norte, Piamonte y Lombardía en particular, las que están en la cúspide del contagio.

"En este momento, no hay ni una cama libre en el hospital donde trabajo", confirmaba el pasado viernes el virólogo Massimo Galli, director del Hospital Sacco de Milán, en un encuentro con periodistas de medios extranjeros, entre ellos, El Confidencial. Pronto se tendrán que tomar decisiones como "a quién entubar y a quién no. No hay otra", declaraba Claudio Zanon, director del Hospital Valduce de Como (Lombardía), en una entrevista con 'FanPage'.

placeholder Un hombre pasea a su perro en Roma. (EFE)
Un hombre pasea a su perro en Roma. (EFE)

Los sanitarios sienten la hecatombe en carne y hueso. “Está siendo muy duro mantener alta la moral de nuestros colaboradores. Nos hemos precipitado de nuevo en una situación similar a la de marzo”, confesaba el virólogo Galli.

Confinamiento para 16 millones

Cuando el golpe de la segunda ola ya se volvió evidente y las previsiones dibujaban los peores escenarios, el Gobierno italiano tomó medidas más drásticas.

El país se ha dividido en tres zonas: regiones rojas (riesgo elevado), naranjas (intermedio) y amarillas (moderado), una clasificación que nadie sabe cuánto podrá durar. Ya desde este fin de semana, unos 16 millones de personas de Lombardía, Piamonte, Valle de Aosta y la única región meridional del grupo, Calabria, han vuelto a una situación similar al confinamiento de la primavera pasada. Son zonas rojas, que requieren que su población está obligada a acatar las restricciones más duras, como evitar desplazarse entre localidades y hacia otras zonas del país, salvo casos urgentes o justificados, y todos los comercios no esenciales y la hostelería han tenido que bajar sus persianas.

Sicilia, Apulia, Umbria, Basilicata, Liguria y Toscana han sido clasificadas zonas naranja. Sus bares y restaurantes han sido cerrados y también se han prohibido los traslados entre municipios, aunque para salir de casa aún no es necesaria una justificación. En las regiones amarillas, las de más bajo riesgo, solo está en vigor el toque de queda de las 10 de la noche a las cinco de la mañana, los museos y cines han sido cerrados y los centros comerciales solo pueden abrir entre semana. Además, en todo el país, la enseñanza secundaria ya es completamente ‘online’.

Foto: Transporte de un paciente de coronavirus a un hospital de campaña en Milán, Italia. (EFE)

Las medidas, que se basan en 21 criterios del Ministerio italiano de Sanidad, quien ha sido elegido como responsable de que las regiones sean marcadas con un color u otro, han sido tachadas de tardías para un país como Italia que transcurrió todo el verano sin grandes sobresaltos y que hasta finales de septiembre tuvo una de las tasas de contagio más bajas de Europa.

Lo resumía una instantánea de hace pocos días. La imagen de decenas de ambulancias en Turín desplegadas para socorrer las localidades de Piamonte. Algo que no es de extrañar, pues en esta región la saturación de las terapias intensivas es un hecho: ya la semana pasada, de los 575 puestos que había disponibles en las terapias intensivas, unos 250 estaban ocupados, un número claramente por encima de ese 30% que el Instituto Superior de la Salud de Italia considera como línea roja.

Foto: El alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori. (Reuters)

Vertiginoso descenso a los infiernos

La caída de Italia ha ocurrido de manera sorprendente. Lo dicen quienes trabajan en primera línea y lo corroboran los datos.

Este martes, Italia acumulaba 590.110 positivos activos y 42.330 fallecidos a causa del covid-19, unos 5.000 muertos más desde finales de septiembre, según las cifras registradas por los últimos informes del Ministerio de Salud y el Instituto Superior de Sanidad. En la actualidad, "el índice Rt es 1,7, y hay más de 500 casos por cada 100.000 habitantes", ha dicho el lunes Gianni Rezza, director del Departamento de Prevención Sanitaria del Ministerio de Salud de Italia. “La situación está empeorando” y “todas las regiones italianas están siendo afectadas”, ha subrayado.

Foto: Un mural ilustrando al papa Francisco como un vagabundo pidiendo en Milán y titulado 'Cáritas'. (Reuters)

La incidencia acumulada de contagios en 14 días por cada 100.000 habitantes, que en las pasadas semanas se situaba por debajo de todos los grandes países de la Unión Europea (con excepción de Alemania), ha alcanzado la estratosférica cifra de 691,8, según datos del Centro de Control de Enfermedades de la Unión Europea (ECDC). Un valor que ahora supera al de Reino Unido, Alemania e incluso al de España. Este agosto, la tasa española era 10 veces superior a la de Italia.

Este vertiginoso cambio ha hundido los ánimos de los sanitarios. Andrea Crisanti, uno de los expertos italianos en pandemias que más han acertado en sus predicciones sobre el coronavirus, cree que el pecado original del Gobierno italiano ha sido el de no actuar rápidamente en época de vacas gordas, es decir, este verano. “Había que diseñar un plan para hacer más pruebas diarias y para destinar más recursos al rastreo de infectados. Pero no se hizo”, ha denunciado Crisanti en un reciente encuentro con la Asociación de la Prensa Extranjera en Italia.

Foto: Sergio Romagnani. (EC)

"Se están haciendo unas 180.000 pruebas diarias, pero deberían ser al menos 400.000. Y el sistema de rastreo se ha deshecho cuando alcanzamos los 2.000 contagios diarios", ha argumentado. Estima que, con la situación actual como punto de partida, “morirán entre 3.000 y 5.000 personas al mes” en las próximas semanas.

Las autoridades, claro está, rechazan ceder a las previsiones más negras. “Evitaría eso de anunciar los escenarios más apocalípticos para este invierno. Es cierto que años y años de recortes al sistema sanitario no se resuelven en pocos meses. Pero el esfuerzo que se ha hecho este verano ha sido importante”, se ha defendido el profesor Franco Locatelli, presidente del Consejo Superior de Salud de Italia e integrante del comité técnico-científico, el principal organismo que asesora al Gobierno sobre la pandemia. “Se ha contratado personal como no se hacía desde hace años y se le ha formado”, ha añadido.

Las polémicas, sin embargo, ya no se acallan con facilidad. La gran última trifulca ha sido por la sureña Calabria, región que fue incluida en la lista de las zonas de alto riesgo después de que se descubriera que las autoridades regionales (la presidenta murió repentinamente por un tumor este verano) no han presentado un plan adecuado para enfrentarse a la pandemia. Rodó así la cabeza del comisario de salud de la región, Saverio Cotticelli. En su lugar, el Gobierno nombró a Giuseppe Zuccatelli. Irónicamente, Zuccatelli recibió la noticia en una condición particular: enfermo por coronavirus y en cuarentena con su familia.

Los rostros serios y cansados de los sanitarios del Hospital Pediátrico Bambin Gesú de San Paolo en Roma hablan por sí solos. Desde hace tres semanas, este hospital infantil, uno de los más reconocidos en la región de Lazio, es también zona de testeo de coronavirus a petición de las autoridades regionales, desbordadas en esta segunda ola, que ha llegado ya al centro y sur del país. En el Bambin Gesú, adultos y niños con ojos desorientados van y vienen en un movimiento que parece interminable, como el miedo, los carteles de advertencias y las laberínticas cintas de seguridad. Hacen entre 800 y 1.000 pruebas de covid diarias, y en su condición de hospital pediátrico, la inmensa mayoría, a niños. La tasa de positividad no deja de subir: del 1,5% se ha pasado al 4% de niños que dan positivo. Pese a que el covid es una enfermedad que afecta especialmente a los adultos, también ha habido un aumento de los menores (la edad media es de seis años) ingresados. De febrero a agosto, fueron 80. De septiembre hasta hoy, 108.

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